viernes, 30 de diciembre de 2011

Cuando dejo de ser flor, molesto.


Dakota murió un 14 de Abril de 2009. Yo tenía, seguramente, diecisiete años cuando murió.
Antes de que se fuera para siempre, mi padre, ella, Diva (que también se ha ido) y algún que otro acompañante de cuatro patas, íbamos al campo periódico en una mano y chucherías en la otra. Recuerdo una de esas veces en las que, en plena primavera y con los cerezos en flor, me dediqué a coger una de mis flores favoritas: diente de león. Y me regalé un ramo de diez dientes, y otro a Dakota de quince, y otro a Diva de doce...y los soplé. Los desdentaba, si es que se puede decir así. Pedía deseos. Y luego, sin decirles adiós, los tiraba al suelo a pesar de que me daba pena abandonarlos por el simple hecho de que ya no eran bonitos.
Pero no miraba atrás. Mi pena y yo nos íbamos a regalar más ramos, a soplar más deseos.

A veces, pienso (tengo la sensación) de que a la gente, cuando verdaderamente me conoce, le ocurre lo que me sucedía a mí cuando descubría cómo eran los dientes de león por dentro y se van, con lástima, pensando: "no importa, era horrible; algo tan feo no puede ser una flor, algo tan feo no vale la pena." 

sábado, 24 de diciembre de 2011

Que esta noche es Nochebuena.



Nochebuena es hipocresía aquí...y allá. Es cenar en casa de mi abuela materna junto a comparaciones, palabras despectivas, la mirada inquisidora de mi abuelo y tres broncas de postre.
Y todo por nada.
Con siete años no quería ir y con veinte tampoco. Porque en esa familia (que no "mi familia") una persona con depresión se vio obligada a suicidarse, y es que vio que ahorcarse era mucho más gratificante que continuar una farsa en los que tíos, hermanos y primos discutían por cuidarlo cuando lo único que anhelaban era su dinero y no que él viviera mejor o se sintiera comprendido y acompañado; porque en esa familia está una persona que causó que me tirase siete años sufriendo acoso escolar sin razones y eso no lo voy a olvidar aunque ya no me duela; porque en esa familia me comparan con dicha persona y con las dos putas del pueblo...y luego me llaman a mí guarra sin ton ni son; porque en esa familia me han llamado inútil, mierda, estúpida y demás cumplidos que jamás, como veréis, he sabido apreciar; porque en esa familia han despreciado a la de mi padre y, en especial, a mi abuela paterna riéndose y burlándose de que el cabrón de su marido la trataba como una basura sabiendo que ella lo pasó, mal no, lo siguiente..Y así podría seguir.

Supongo que escribo esto porque necesito desahogarme, porque siento rabia.
Jamás he sido hipócrita. No de esa forma. Yo no puedo darle un beso, un abrazo y un "¡feliz navidad!" a alguien por quien no siento aprecio (más aún a sabiendas de que es recíproco). Si son capaces de pasar por mi lado y no saludarme, ¿a qué voy a ir yo a verlos ahora? Es ridículo y cuanto más lo pienso peor porque los motivos para guardarles rencor se me amontonan y se me hacen una bola en la garganta.

Yo ya tengo mi familia: escogida por mí. Dos miembros de ella, Dakota y Diva, ya no están; claro que me quedan muchos otros: mi abuela paterna, mis dos tías, Él, Yenai...incluso Samantha. Y un corto etcétera con el que me es más que suficiente para ser feliz.

Cuando era pequeña pensaba que acabaría igual que mi madre o que su familia o, peor aún, igual que ambos. Y por estúpido que suene, conseguía hacerme llorar y sentirme mal. No quiero hipocresía, mentiras, hacerle daño a otra persona (o a algún animal) por creerme superior. No quiero ser repulsiva...

No quiero Nochebuena. No si son de esta forma.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

De esos propósitos que ¿no? se cumplen.


*Estoy hasta el...pussy. Como dirías tú.
-Ya sabes que siempre podrás contarme lo que quieras.
*Lo sé. Pero no hay nada que contar, no nuevo. Esto comienza a ser desesperante...
-Para mí...también lo es. ¿Te consuela?
*Sinceramente no, para nada.
-Podemos hacer una cosa si te apetece.
*¿Cosa?, ¿qué cosa? ¿A qué te refieres?
La chica con el nombre de mes se rió.
-¡Cambiar! Claro que será difícil.
*La gente no cambia, Nufi.
-Sí que cambia, lo que pasa es que nadie lo intenta. No el tiempo suficiente. Y si lo hacen...no se arriesgan del todo. Tú y yo podemos.
*Lo dudo...
-¿Sabes?, a veces...a veces me gustaría ser capaz de limpiarme, dejar la mente en blanco por completo...Es decir, acordándome de todo y siendo consciente, menos de lo que he hecho malo y de lo que me ha hecho daño. Olvidar eso. Olvidar las cosas que siento. Limpiarme...
Mika suspiró.
*¡Maldita!, ¡tú lo que quieres es ser una malota e ir por ahí jodiendo a los demás! Total, como luego no te vas a acordar. Qué puñetera estás hecha.
Rieron.
-Lo que quiero es sentirme bien.
*¡Tú ahora estás bien!, ¿no? ¿Qué preocupaciones tienes? A parte de la facultad, de la Thermomix y de que tienes que llevarle las pinturas a la idiota esa a su casa...que lleva tres semanas esperándolas...
-Dios, calla, que tía más pesada...-esbozó una sonrisa.- No las tengo, pero me las busco. Si tú supieras las paranoias que llego a montarme yo sola...
*Si tú supieras las mías...Lo peor es que las que yo me monto tienen...base, sí. Una base. Por decirlo de alguna manera.
-¿Base?
*Sí, que han aparecido porque ha habido algo que las ha impulsado a existir. Si no, seguramente, yo no estaría aquí comiéndome la cabeza como una imbécil. 
-Por eso...vamos a cambiar. Al menos a intentarlo. Por muy complicado que sea...será más fácil si lo hacemos juntas.
Mika suspiró de nuevo una, dos y hasta tres veces.
*Tú ganas. Acabemos con nuestros..."mantecados" internos. Que empiece nuestra dieta particular.
-¡Sí! Hoy, veinte de diciembre, poco a poco...


...creen que conseguirán librarse de la mierda que les echaron, que se echaron ellas mismas encima.
Suerte.

lunes, 12 de diciembre de 2011

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El sábado fue...


El sábado fue día tres de diciembre del dos mil once. Frío, sol escondido y luna al descubierto se juntaron. Y nosotras también nos unimos.

Muchas veces peco de ser una dramática, una persona insegura que necesita constantes muestras de afecto y confianza para asegurarse de que los que ¿deben? estar a su lado siguen estándolo; como fallen, se me caen mis cielos naranjas a pedazos. Cuando hablo de fallar no me refiero a herirme, si no a que se distancien; aburridas tardes en casa me da por psicoanalizarme para ver si logro entender el por qué necesito con tanto ahínco que ellas (que él) me recuerden que van a estar ahí durante el otoño mientras winter is coming y que pasaremos juntas la primavera hasta que riamos en verano. Y sé cuál es la respuesta, aunque no tiene cabida aquí.
Cuento esto porque el sábado día tres de diciembre del dos mil once dejé que el poco alcohol que se apoderó de mi estúpida racionalidad me lo recordase y me hiciese proclamarme gilipollas en silencio.
Era el cumpleaños de mi mejor amiga, del Enero más dulce, y en vez de disfrutar de su compañía me comí la cabeza con subnormalidades que tampoco tienen cabida en este lugar. Es tan ridículo que me da vergüenza reconocer que cargo con la sensación de "no soy especial, esencial, importante para nadie" desde que tenía alrededor de seis años; ya no aparece tan a menudo, aunque cuando le da por molestar lo hace con verdadera maestría.


Aquel día ella no se retiró de mi lado. Quedamos en grupo con pocas expectativas de diversión y de aguantar los ojitos abiertos más allá de las una de la madrugada; mas no fue así. De una cena improvisada a un pub en el que fotografiar el momento mientras se llevaban un cuarto restante de mi cerveza y varios vasos vacíos antes de tiempo; una larga caminata acompañada de dolor de pies y un frío insoportable de ese que penetra en el cuerpo y te rompe los huesos. O tal vez eso sólo lo sentí yo. Otro pub sin el karaoke que íbamos buscando que disfrutamos igual; chupitos, canciones dedicadas, más fotos, su risa, mi estupidez y poco más.
Contado así suena aburrido, pero fue todo lo contrario.
Regresamos a las cuatro de la mañana, aproximadamente, con el sueño a cuestas.


Una buena noche, un gran sábado. Desperté entre las sábanas de aquél con el que quiero seguir compartiendo infinitos diecisietes; y es que para mí ese número cobró desmesurada importancia desde que pronunció mi nombre y me dedicó dos besos. No cuento horas ni segundos ni meses; guardo los momentos.
Estuve con Él. Me abracé a Él. Y la tarde pasó volando entre cámaras, una mujer-mapache y las bromas de la que se hace llamar mi suegra. Hasta que llegó la noche y con ella volví a enamorarme de los abrazos de la única pelirroja que tengo en mi vida, de la forma de tratarme de una tal Elena (similar, para mí, a como una hermana mayor trata a su hermana pequeña), del Enero ya mencionado.


No sabría cómo concluir esto. Comencé a escribir con la finalidad de grabarlo a tinta en la memoria para que no se borren nunca ni la mañana, ni la tarde...aún menos la madrugada acompañada o no de cinco minutos de (auto)estupidez que, por supuesto, pretendo conservar para, poco a poco, ir dejándome de tonterías...Con la finalidad de decir, cursi o no, que el teneros me ayuda a ver el mundo menos feo de lo que es en realidad.


Estoy hecha una maricona, lo reconozco. 

martes, 6 de diciembre de 2011

Lo que significa ser mujer.


Esta entrada va dedicada a dos personas: una es mi mejor amiga, cuyo pelo es ahora color panocha y cuya regla comparte el día de llegada con la mía, y la otra soy yo, porque me merezco un caprichito de vez en cuando, qué puñetas.

Sí. Voy a hablar de monstruaciones mutantes. Porque siempre he pensado que mi principal problema es el síndrome premenstrual que acompaña a esta peculiar amiga de toda buena mujer que se precie siempre mayor de trece años (raras, las que la tenéis antes sois raras). Mi amado síndrome consiste en estar una semana, o hasta casi quince días, sufriendo constantes bajadas y subidas de ánimos. Es como ser bipolar, igualito.
Ahora, afortunada de mí, me encuentro en esos días: me enfado, me irrito, me pongo triste a los cinco minutos, mi cuerpo me acompleja, me veo gorda, se me ven unas tetas preciosas (lo único positivo), mi cara se transforma en paella, mi pelo se vuelve más graso, me comparo con toda fémina andante situándome a mí por debajo, el mundo me estorba, siento que nadie me quiere...Todo eso formando una cadena de sentimientos que duran aproximadamente un minuto cada uno para luego dar lugar a una inexplicable euforia. Hasta que te deprimes de nuevo y te dura todo el día. Es inaguantable, ¡¡inaguantable!!

En estos precisos momentos sufro el "mi cuerpo me acompleja" seguido de un "me veo gorda" más "estoy triste porque nadie me quiere, ¡¡están todas más buenas que yo, putas!!". Duele y bastante. No existe aún remedio para tal dolor de corazón: el ibuprofeno no alivia y ver Pretty Women mientras se come chocolate tampoco. Si me siento gorda, cómo coño va a ayudarme a sentirme mejor el zamparme una tableta de chocolate, ¡¡por Dios!!
Si el síndrome premenstrual lo padecieran los hombres existíran mil remedios, pero como nos ha tocado a las mujeres tenemos que aguantarnos y jodernos (y bien jodidas). De nada nos sirve que nos aumente la líbido (al menos a una servidora) y estemos cuan gata en celo por los rincones ni que las tetas se nos vuelvan una obra de arte si por dentro nos cagamos en la madre que parió a cada ser que pasa por delante de nosotras.

Quizás sea hora de hacer una rebelión, de montar una huelga en la Universidad y colgar cartulinas de colores por las paredes de ésta en señal de protesta, de quejarnos por una vida mejor. Sí, de luchar por una vida digna sin monstruación mutante. No obstante, yo soy tímida y estoy triste y bastante estoy haciendo con escribir esta queja en el blog; así que protesta tú por mí, a ti te será más fácil.

martes, 22 de noviembre de 2011

'Perra.'


*Me siento algo mal...
-¿Qué te pasa? - preguntó, sin mucho interés.
*¿Quieres saberlo de verdad?
-Qué remedio, si me pones esa cara de pena...habrá que escucharte, mujer - se rió, aunque sus carcajadas no fueron acompañadas por las de Ella.
*No sé, me siento un poco culpable. Por Dakota...
-Venga, va, Mika, ¿otra vez? Que era una perra...¡sigues teniendo a la otra blanca! Qué más dará ya que se muriera justo en la única semana que no la sacaste.
*¿Vas a mofarte de mí de nuevo? Lo digo para coger la puerta e irme, total, para lo que pinto aquí.
La miró. Lo miró. Y Mika no supo ocultar su cara de asco.
-Qué poco me gusta esa cara...
*A mí no me gusta tu falta de educación, pero vamos, que no digo nada.
El chico suspiró y se acercó a la joven enfadada, la cogió de la mano y le preguntó:
-¿Tan importante era para ti un cutre perrucho? No quiero sonar borde, es que yo nunca he tenido mascota y no consigo ponerme en situación.
*Para mí era como mi hermana. Soy hija única y siempre he andado escasa de amigos; ella siempre estaba ahí, Dakota ha sido para mí lo que es Fran para ti, por ejemplo - se negaba a mirarlo a los ojos cuando hablaba.
-Eh, no me seas bruta, que Fran es mi hermano de verdad - se carcajeó.
*Cuando era pequeña pensaba que Dako había sido enviada por algún tipo de dios, no necesariamente el de los cristianos, para hacerme la vida un poco más fácil. Para quererme y hacerme compañía; creía que venía del país de los perros y que me entendía. Me encantaba imaginarme su mundo...- tragó saliva. - Parece una tontería pero para mí ha significado mucho. Ha formado parte de lo poco que he tenido. - oteó su cara con el fin de comprobar si le estaba prestando atención y se sorprendió al ser afirmativa la respuesta.
-De ahí lo de que tú también eres una perra, ¿no?
Mika rió.
*Sí, sinceramente sí. Una lástima que suene tan mal.
-¡Qué va! Además, tú tienes muchas características de los perros: eres floja, te pones eufórica cuando ves a alguien a quien quieres, eres fiel, noble, estás ahí para todo porque te han hecho así de pesada, pelearse contigo es una locura porque muerdes, eres cariñosa, dulce, dócil, un poco tontita a veces...Igualita que un yorkshire.
*No, venga ya, no me jodas. Un yorkshire no, ¡yo soy un american stanford terrier!
-Lo que tú digas, mujer. Siempre había pensado que casi todas las mujeres se dividían en zorras y en gatas; las zorras son las putas, así de simple y las gatas las chicas guapas que pasan de todo, como Alba.
*Menudo ejemplo... - desvió la mirada hacia el suelo de nuevo.
-Y después estás tú, que eres una perra.
*Es tu primer piropo hacia mí. ¡El piropo más bonito de la historia de los piropos! Que me hayas tenido que llamar perra para decirme algo bonito manda huevos.
-No me seas moñas, que eso sí que no entra dentro de las características de los canes.
Se abre paso el silencio.
-Me has salido perrita.
*Y tú a mí zorra...- sonrió sin ganas.
-¿Cómo?
*Nada, cállate ya, anda.
Y lo abrazó, también sin ganas.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Totalmente trivial.


Por mucho que una se empeñe en hacer de su vida algo de provecho, no lo consigue. Cuesta trabajar cuando te has tirado desde los quince sin dar un palo al agua (o casi, los diecisiete se salvan por gloria divina). Se convierten en divertidas distracciones los tapones de los bolígrafos, la luz del flexo, el aleteo de las moscas y los paquetes de pañuelos en esos momentos en los que tu conciencia se empeña en obligarte a estudiar chino porque "¡de eso va a depender tu futuro!". E igual pasa con otras tantas cosas de las que dependerá tu dichoso futuro: japonés, alemán, más idiomas...el maldito carnet del coche, las prácticas de español, la teoría de lingüística, la olvidada filosofía política y moral...la vida social. Y un ¿largo? etcétera. Quizás sería apropiado asignarle un lugar a cada "obligación", dicho esto porque la vida social brilla recientemente por su ausencia y, por eso, una se pone a lavarse los dientes y a pensar en que qué más dará, si la mitad de los amigos (por no decir todos, que suena muy feo) quedarán en el olvido dentro de unos meses (ellos en el tuyo, tú en el de ellos).

El presente no ha requerido nunca tantas estupideces para funcionar como Dios manda. Ni veinte idiomas de mierda, ni caras universidades ubicadas en el quinto pino, ni amigos, ni coches con ridículos dibujitos de una cutre autoescuela situada en la esquina más escondida del pueblo. Al menos los míos. Mis presentes siempre han consistido en soledad, series, libros, un lápiz y un folio, un ordenador, Internet y, en la infancia, juguetes. Ya está, no requería más. No me paraba a pensar mientras le mordía el pie a la Barbie (por estar distraída viendo por milésima vez El Rey León) cuándo tocará terminar la Universidad para buscar trabajo y si éste será en China porque finalmente los dichosos chinos nos permitirán realizar el Máster en Pekín; y si si no es en China, ¿dónde? ¿Japón? ¿Alemania? Estudiar idiomas para quedarte en tu país es triste y cutre a más no poder...Los hijos, otro tema son los hijos. Uno, dos y para de contar. Cuándo deben tenerse, que yo a los cuarenta no paro ni niños ni leones. Del casarse me libro: mis pies no pisarán una Iglesia para firmar un papelito ante los ojos de El Sordo y Ciego (aka Dios) en el que le demuestre mi amor a alguien que vete tú a saber si me querrá toda su vida, o si lo querré yo tanto tiempo, o si ambos estaremos juntos por costumbre o...en resumen, que yo no firmo papeles de mierda, joder.

El problema puede estar en que quiero vivir muy rápido. Conocer el futuro. Saber si va a ser mejor que el presente o sin embargo va a ser un verdadero desastre.
Una no estudia por amor al arte, ni cuida y ama a su pareja y ¿amigos? (esto debería ir en singular...) por aburrimiento. No, una lo hace para obtener un beneficio a, en este caso, muy largo plazo. Por gusto...¿qué se hace por gusto, Virgencita mía?

Y eso es todo.
Debería estar escribiendo caracteres y no hablando conmigo misma mediante un blog. Debería estar dejando pasar el tiempo, que o pasa muy lento o pasa muy rápido el cabrón, pero pasar...pasa. Doy fe.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

A palabras llenas, oídos sordos.


Hay tanto que decir que no me atrevo a soltarlo. Me alejo de mí y termino pensando en ti. Lo que no cura el tiempo tendré que curarlo yo aunque qué sabré yo de dolor, de amor. ¿Te imaginas que me fuera y no regresara, que este ruido no cesara? Pinto el mundo demasiado gris cuando los mundos estallan porque mi vida es la apuesta. Yo ya no puedo hacer más si este más siempre resta...Que un puente no se sostiene de un solo lado. ¿Estaré equivocada? Con que me des un poco más de la mitad me es suficiente; sabes que estaré ahí y yo sé que ahí fuera hay alguien dispuesto a luchar pero no por mí. Dibujo sombras, escribo sobre la luna. A falta de su luz buenos son tus ojos...Cuando te sea necesario luchar, te regalaré mis puños. Cada una de mis palabras van dedicadas y a mí nadie me recuerda. No entenderás mi verborrea banal si continúo sin comprenderme a mí misma. Hay tanto que decir que me he atrevido a soltarlo a borbotones. El mundo me late, la jaula desea transformarse en pájaro. Ahí está el problema, mi problema. ¿Lo encuentras?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Pequeña sonrisa de Amélie.


-Qué guapa estás cuando lloras.

Tú quiéreme, abrázame, quédate. Sólo si me necesitas. El resto dará igual, ya irá bien, ya, ya...
Ya desaparecerán las ganas de volar, de escapar, de sentir un collar al cuelo. Ya se irán esos "jamás" que me destruyen con el viento, esos no sentirse bien, ya, ya...Tú quiéreme, abrázame, quédate. Sólo si te necesito. El resto dará igual, ya irá bien, ya, ya...En el fondo todo va genial, yo lo sé. No es nada serio, sólo (auto)acusación. Algo me hace caer, no sentir paz. Pero ya se irá, ya, ya...Tú tan sólo quédate. Quiéreme. Abrázame. 


viernes, 28 de octubre de 2011

El día que tú lo entiendas.


No, os equivocáis.
Si sois las únicas personas que me han cuidado así es porque sois las únicas personas a las que he dejado que me cuiden así. Y que se acerquen, y una larga lista de cosas más.

Y por esas mismas razones tengo miedo de que falléis. Si lo hacéis una vez, ¿qué haré con vosotros? Si lo hacéis dos veces, la culpa será mía. ¿Qué haré conmigo?
Tal vez tú lo entiendas...

martes, 25 de octubre de 2011

Entre viernes y sábado.


*Tú no tienes por qué estar así...
-¿Estar cómo?, ¿enamorado?
*...No es eso. No tendrías por qué hacer esto. Podrías estar follándote a cualquiera, podrías estar con cualquiera.
-¿Y por qué crees que podría follarme a cualquiera?
*Porque es la verdad.
-Yo quiero estar contigo. No quiero estar con nadie más en ningún otro lugar. A mí esto me gusta. Eres tú, soy yo. Es un mí dentro de ti. Es un nosotros. Y yo no lo cambiaría por nada. Es especial y me gusta.
*...Te amo.
-Y yo a ti, bonita.

lunes, 17 de octubre de 2011

Inseguridad.



Qué coño esperas que haga la vida, Jessica. ¿Que te de palmaditas en la espalda cuando no te encuentres bien y te tienda la mano para ayudarte cinco de cada cuatro veces?
Las cosas no funcionan así, querida, no. En cuántas ocasiones te habrán dicho ya que tú eres la única que se pone trabas a sí misma y se limita; que no es el mundo el que te ve imbécil, eres tú. Nadie te llamó fea cuando tú ya te veías de esa manera. Quién te va a decir inútil, si aún no le has demostrado a nadie de lo que eres capaz.

Tanta tontería. Tanto miedo. Tanta inseguridad.
¿Para qué? Qué coño esperas. Qué.
Deja de aferrarte a tu gente más cercana y vuela alguna vez por ti misma sin cargar con semejantes estupideces encima; que si fallas ya te levantarás y solucionarás el problema que tenga que venir sea grande, mediano o venga ligado a veinte más. 

Si ya empiezas tú colocándote piedras en el camino antes de comenzar...¿qué esperas?


No puede ser tan difícil volver a ser yo y dejar de dar pasitos hacia atrás, como si fuera un cangrejo. No. Si se pudo una vez, otra también. 

miércoles, 5 de octubre de 2011

Lo escribí tal que así.


"No tengo muy claro el por qué escribo ésto. Quizás esté lo suficientemente borracha de calor como para necesitar soltarlo.
No tengo muy claro si alguna vez me importó que el tiempo pasara para mí o no. Pero hoy me veo en la obligación de contarlo y relatarlo, de grabarlo a tinta en la memoria aún a sabiendas de que tarde o temprano dolerá.

No obstante, me acosté a las dos de la madrugada llorando porque la sensibilidad de Yenai se transformó en la mía.
Perdóname, amor, por tanto dolor.
Tú sabes lo que pienso, siento y creo; y yo sabía que no debía involucrarte porque sé cómo piensas, sientes y crees. Y lo hice de todas formas. Y me siento egoísta, estúpida y un sinfín de cosas más que no pienso contar. No veas esto como una exageración...es mi forma (tonta) de pedir perdón y dar gracias a partes iguales. Perdón por obviar tus palabras (siempre he sido tan inconsciente) y no seguirlas; gracias por permanecer ahí. Sé que pase lo que pase lo estarás. Confío en ello.

El 4 del 10 continuó con mis inseguridades.
Que si me cogen o no en la carrera, que si qué voy a hacer, que si no puedo estar un año entero así, que si venga y ánimo y no importa, que de ánimos nada porque en el fondo no sé qué hacer y no ayudan y que qué hago yo ahora. Un largo etcétera.
Esa...asquerosa sensación de la que, seguramente, me ría de aquí a unos años; sin embargo, ahora, con veinte, veo normal que no me haga ni pizca de gracia estar a la deriva sin tener conocimiento alguno de lo que sucederá de aquí a un mes.
Esa...asquerosa sensación. Sí. Que se fue difuminando cuando Él llegó a casa a comer al mediodía y me dio un abrazo. Y que desapareció por completo al darme un libro lleno de recuerdos como regalo; recuerdos no míos, no suyos. De nosotros. Si falta uno de los dos, yo lo asumo, dejarían de ser recuerdos para convertirse en puñaladas...
Él permaneció a mi lado (cuando mi madre se lo permitía, todo sea dicho de paso) hasta las doce de la noche del casi nuevo día (en este momento se me viene a la memoria, mientras escribo y rememoro, que justo a esa misma hora me felicitó el primero, y justo detrás lo siguió Yenai; gracias por la dulzura y por el detalle para mí significativo).

Lo besé. Me besó. Lo abracé. Me abrazó. Me quejé. No me hizo caso.
Jugó con los jerbos (ellos seguro que no piensan lo mismo). Hice el idiota. Lo hizo él. Lo volví a hacer yo. Me besó. Lo besé. Pasó el tiempo. Llegaron mis padres, sus amigos, cenamos, llamó su madre, nos fuimos.

Estuvimos hasta casi las once con mis padres y a las once en punto con su madre, la cual me felicitó y me regaló algo que, lejos de molestarme como alguna que otra persona que conozco pudiera suponer, me hizo gracia. Al igual que su llamada para que acudiera a casa y sus "¡espérate, Inma!" para que la hermana de Él se callase, que aún no había llegado el momento de cantarme el Cumpleaños Feliz. Si lo quería oír entero, más me valía acudir a su casa. Y eso hicimos. Me abrazó. La abracé. Y perdí la cuenta de cuantos "gracias" y abrazos le di; me hizo otro regalo y finalizó la canción.
Estuvimos un rato hablando con ella y eso me ayudó a sentirme aún más idiota de lo que ya de por sí iba sintiéndome durante todo el día.

Porque el comentario de Paula también me produjo ese sentimiento con sus palabras. Sigo pensando que su breve descripción de mi persona no fue muy acertada (sé que de madurez no voy sobrada...) pero me sirvió un poquito más para darme cuenta de que los demás no me ven tan por debajo de lo que me veo yo. No sé si me explico. 

Parece tonto, me cuesta escribir esto y ponerle un punto y final. Necesitaba contar el día y así lo he hecho. Me faltan muchas cosas.
Empecé el día llorando y lo terminé de la misma forma. Por una parte, seguía ahí la inseguridad, el "¿qué hacer?" y otras tantas estupideces más de las que sólo Yenai tiene constancia; por otra, principalmente, porque me sentí arropada. Querida. Y necesitaba eso más que cualquier otra cosa. Suena absurdo, lo reconozco, pero da igual. Me alegra saber que esta noche lloro porque sigo sintiendo la obligación de dar más gracias de las que ya he dado.

Así que, nuevamente...muchas gracias."


lunes, 3 de octubre de 2011

Un dos.



Y las cosas dan más vueltas de las imaginadas.

Jamás pensé dejar atrás uno de mis sueños para buscar otro. Yo, la eterna psicóloga, olvidando esa vocación que surgió desde la nada a los doce años para darle hueco a otra que, quizás, nunca me llegue a llenar tanto.
Quise ayudar a las personas para más adelante tratar trastornos y encaminar vidas, controlarlas, resolver puzzles. Ahora me toca decantarme por uno de mis hobbies y no pasiones. Venga, que la traducción tampoco es tan mala.

Jamás pensé que sería capaz de perdonar, ni olvidar, ni de hacer las dos cosas juntas y a la vez. Sé que soy una de las personas más rencorosas que existen porque se me da fatal olvidar. Todo se me guarda en la memoria y ahora ve y lo sacas tú de ahí. Es que es imposible.

Jamás pensé que llegarían a servirme de algo las clases de mecanografía y menos aún que aprendería a hablar japonés con más o menos soltura. Las clases de piano nunca llegaron, ni las de guitarra, pero ya lo haré yo posible en un futuro. Que de eso no quepa duda.

Tampoco imaginé que aprendería a hacer ecuaciones y que echaría de menos las matemáticas. O la biología. Se me quedaron muchas cosas por saber en el tintero y yo no me animo a adquirir conocimientos por mí misma.


O lo que es más gracioso todavía es que tampoco imaginé en la vida que de toda la mierda que me echaron esos dos imbéciles encima durante tan corto período de tiempo se me quedaría algo. Retrospectivos. Quién me iba a decir a mí que iba a situarme algún día por debajo de otra persona con lo ridículo que suena; si no fuera porque la señorita americana y su azul cielo me abrían los ojos cuando yo me autodestruía de más, yo hoy estaría peor que nunca. Y mira que se fue y no ha vuelto.

No supuse nunca que la tendría que echar de menos porque volvería a sus orígenes. Casi un año después, mantengo la esperanza de que nuestros caminos vuelvan a encontrarse y pueda darle uno de los abrazos que quedaron pendientes. Jamás supo cuánto me ayudaba y puede que jamás llegue a saber cuánto la necesito. Igual que ella, con sus ojos azabache, que a cada día que pasa noto más su apoyo y me hace más fuerte y enorme. Y valiente. O todo junto, mejor.

Ni supuse en la vida que tendría seguridad en mí misma ni confianza y que mi autoestima rozaría las nubes de mes en cuando. Ni que llegaría a querer con la fuerza con la que lo hago ahora o que me acordaría de ella cada mes de abril.



Todo ha dado muchas vueltas.
Casi veinte años. Casi. Y muchas de las cosas que imaginé no se han cumplido y las que pensé que no ocurrirían están a punto de suceder y la mierda a veces me ha rozado los talones.
Y me quedo sin contar más de dos vueltas que ha dado la vida.
Como Alemania, Francia, Andorra. ¡Madrid! Mis anhelos por pisar Barcelona. Diva Blanca siguiendo su camino, Silka y Kleine King junto a Aria y Samsa. Murió el último canario sin volar. Racionalidad VS Sensibilidad. He aprendido que puedo terminar creyendo en los platillos volantes durante meros instantes. Que mis fotos no valen nada; pero calcan lo que yo busco. Muchas más soltura a la hora de escribir y no saber todavía expresar ciertas cosas con palabras. Aún me trabo al hablar demasiado rápido. No echar de menos los videojuegos y olvidarme del anime. Japón continúa en mi lista de países a visitar. Que permanezcan mis ganas por saber qué pasará a partir del cuatro de octubre, del cinco de noviembre, del seis de diciembre...y que, por otra parte, me de exactamente igual mientras gane yo al tiempo y no él a mí. 

Sé que el día cuatro cumpliré un año más de los cinco menos que siento tener cuando estoy contigo. 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Seis kilos y medio de 'ojalá'.



A veces recuerdo pasados que no me pertenecen. Me creo con el poder de requerir todo el querer de su mundo y eso no es así. Prefiero siempre la verdad y ahí está el problema. O en desear una habitación desordenada y pintar una sombra en blanco y negro. Como si el mundo no fuese ya demasiado gris. Entiéndelo, Mika. Lo tuyo es suyo y lo suyo no es de nadie. No conseguirás hacerlo parte de ti ni lograrás en la vida que los gatos maúllen a la luz de la luna. Los perros ya no se asustan. Deja ya de tener miedo y enfréntate a lo que te toque. Que te guste o no te guste es lo de menos; toda tu verborrea mental y tu dulzura no servirán de nada más allá de esas puertas. No seas debilidad, Mika. Conviértete en fuerza…

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cerebro saturado [I]




Y allí estaban los dos, despiertos, a las cinco y media de la mañana minuto arriba o minuto abajo. 
El sol seguía dormido y la luna despierta, de fiesta, dándose un par de horas más de diversión merecida. 

Hacía frío. Comprensible.
También habían nervios. Más por parte de Ella que de Él, claro. Ella iba a tener que realizar esos exámenes tan temidos de Selectividad que todo el mundo desvalorizaba tras hacerlos con éxito (o sin él). 

Él iba de acompañante, de calmante, de chófer. Pero por decisión propia. Ella, Mika, pensaba que el motivo que llevaba a su chorbo a levantarse a semejante horas de la madrugada para llevarla a hacer tres exámenes de mierda y esperarla fuera, paciente, a que los acabara era su intención de estar en constante acecho de féminas universitarias. Más, si ese era el motivo del joven Paul, la cosa no le fue demasiado bien…

Aturdidos y con la mente aún soñando, se montaron en la moto y emprendieron un largo viaje hasta el Campus universitario de la Cartuja, zona de pijos, de canis vestidos de marca, de despreciables seres que iban enseñándole medio culo al mundo al llevar unos pantalones “cagaos” del “Brejka” y que, en el caso femenino, calzaban tacones que las hacían parecer entes de dos metros. 


Llegaron a eso de las menos cuarto y aquello estaba vacío. Sólo un triste gato alegraba con sus gritos de dolor la solitaria facultad de psicología.
Ella sacó sus apuntes nada más sentarse en uno de los escalones de la entrada y Él se dedicó a llamar al susodicho animal que, como supuso, estaba sordo y ciego y jorobado (como el gato de Yenai) al tratarse del objeto de pruebas de esos malvados alumnos.

Conforme el reloj iba devorando segundos, iban aumentando los pringados. Idiotas que debían presentarse a Selectividad, imbéciles que tenían que presentarse a recuperaciones. Todos inútiles, todos, absolutamente todos; porque si te presentas en Septiembre, es obvio que nunca fuiste inteligente.
Y, entre tanto idiota, un maricón derrochando aceite que ese mismo año se había dedicado a hacerle magia negra, la cruz y budú a la pobre Mika.

¿Le haría algo ese individuo de malvadas intenciones, ropa hortera y flequillo repeinado a su hermoso novio de piel tostada? ¿Adoptaría al gato tuerto? ¿Su madre existía o la había creado él con el poder de su magia? ¿Conseguiría Ella aprobar estando él allí? ¿La mataría? ¿O se atrevería Mika a plantarle cara?
Quizás la respuesta no pueda darse por ahora. Quizás la pregunta adecuada no se encuentre entre las escritas. Quizás…

martes, 30 de agosto de 2011

Tiempo.


Me falta tiempo. Me faltan ganas. Me sobran las palmaditas en la espalda y las palabras de ánimo.
Yo, que tenía las cosas tan claras...Siempre tan claras. Toda mi vida programada al milímetro y mis sueños formados de tal manera que nada podía fallar, el cumplirlos era tan sólo cuestión de tiempo.
Y ahora mírame. Si lo consigo, malo. Si no lo consigo, peor. Tal vez todo esto no sirva para nada.

Quizás en estos momentos peque de catastrofista (o peor aún , de pesimista), pero no quiero perder. Ya lo dije una vez.
Todo aquel conocido y amigo avanzando; ser la que se quede atrás siempre me ha dado pavor. No avanzar. Retroceder o estancarme en el camino. Yo quería ser la que decidiera cuando debía comenzar mi vida, no los demás, no una nota, no una profesión, no otra persona.

No quiero quedarme atrás. No quiero perderlo, no me gustaría perderlas, lo que menos necesito ahora es perderme.

Si pudiera recuperar el tiempo perdido en la nada...

lunes, 29 de agosto de 2011

La luz del OVNI.



-Y aquí, en este mismo sitio, me contó mi tío que hace tiempo se vieron extraterrestres.
*¿Extraterrestres? –rió.- ¡Venga ya, hombre, venga ya!
-Que sí, coño, que es verdad. Resulta que a esta zona no viene mucha gente; aquella vez vino un hombre solo y bueno…era de noche. De repente, vio a lo lejos una luz que no sabía de dónde venía. Pero no se preocupó, hasta que la luz comenzó a acercarse más y más y, de forma tenue, se vislumbraba una figura. Una especie de…platillo volante. Así que, acojonado, cogió su coche de mierda, porque claro, en aquella época los coches no es que fueran muy buenos, para qué te voy a engañar…e intentó escapar sin suerte. La luz se fue acercando cada vez más hasta que desapareció. Nunca se supo qué ocurrió con él, sólo que el coche apareció solo justo en el sitio en el que lo aparcó.
*Bonita historia, pero es que yo no creo en esas cosas…
Hasta que se encendió una luz a lo lejos. Difuminada. Parecía moverse entre el paisaje, se hacía hueco entre los árboles que le impedían cobrar importancia. Y el corazón le latió rápido pensando en OVNIS, extraterrestres y desapariciones. Mas a él también se le metió el miedo en el cuerpo.
*¿Qué es eso?...
-Ni idea…Anda, vámonos.
Bajó del capó del coche y, entre su imaginación y la oscuridad, su miedo iba creciendo mientras que él, ya totalmente seguro de lo que era aquella lejana luz, la hacía montarse en el coche a una velocidad de vértigo para que pudieran escapar entre sus risas y las caras de enfado y vergüenza de ella.

*¡De qué te ríes tú tanto!, ¡no tiene gracia!
-¡Que no creía la tía en esas cosas, decía! Pues mira qué acojonada vas ahora…-carcajadas.- No te preocupes, ¡que era un coche!
Y la cara de imbécil que se le quedó sí que fue para convertirla en una historia de terror.

Al menos pudo ver las estrellas. Al menos pudo guardar un recuerdo de esos que no se borran, para bien o para mal.
Al menos pudo pedir un deseo a cada estrella que vio, fugaz o no, porque las fugaces hace tiempo que dejaron de importarle; si quieres algo lo pides, y ya está. Que que se haga realidad no dependerá de la estrella…al menos, no en su caso. 


Estaría bien volver a ver estrellas fugaces, OVNIS, extraterrestres...Pedir deseos. Lo que sea. Pero vivirlo de nuevo. 
Ahora a Ella le hacen falta aquel tipo de sensaciones, liberarse, sentir. Y dejar de pensar en no pensar...

lunes, 22 de agosto de 2011

Obsesión por ella.



Si pudiera recuperar el tiempo perdido…

Ella quería ser modelo. Quería ser cantante, actriz; buscaba destacar. Atrás, muy atrás quedaron aquellos años en los que, karaoke en mano y ropa ostentosa en cuerpo, salía a la noche veraniega a interpretar mi papel de estrella del pop mientras mi público, ensimismado, aplaudía y me animaba a continuar.
Y es que aunque mi público se reducía a mi querida abuela, a mis tías, a mis primos mayores y, alguna que otra vez, hasta a mi padre, yo cantaba con todas mis fuerzas el “Corazón Salvaje” de una tal Marcela o el “Toda” de Malú. Me paseaba delante de todo el mundo con mirada desafiante y cara de luchadora, de vencedora, con la cara del éxito.

Quería ser modelo, cantante, actriz. Buscaba destacar. Pero qué niño no anhela resaltar por encima del mundo.
Quería salvar a los demás, animales por delante de nadie y erradicar el hambre. Una lástima que me olvidara de que también debía salvarme a mí.

Si pudiera recuperar el tiempo perdido, empezaría por erradicar de mi pasado lo que describiré como autofobia y lo que una persona importante para mí, denominó de forma exagerada dismorfofobia. Haría desaparecer con un chasquido de dedos mi miedo a la fealdad; pero a la mía, no a la de otros.

Qué cosa tan estúpida. Parece tan absurdo al recordarlo y sin embargo, duró tanto.
Más de lo que imaginaba.
Lo escribí en mi diario, ese al que llamé Camy para tener algún nombre que poder pronunciar entre tanta soledad y hastío. Con siete años comenzó la niña a no querer ser actriz ni cantante ni modelo; con once se tapó y con trece se odió. Y más, y más, y más, y más. 


Como si la belleza de una persona la hiciese más digna de vivir, yo me encerré en mi caparazón y oculté mi figura bajo ropas anchas y mi cara tras un largo flequillo. Y mi autoestima la enterré en el suelo, de paso; supongo que me molestaba para llevar a cabo mi labor de hundirme.

Ella ya no quería ser nada. Se conformaba con ser bonita.
“¡Qué estupidez!”, ahora me río. Antaño no. Todo lo contrario. No obstante, me gustaba ser fea porque encontré en mis múltiples defectos una razón por la que no me aceptaban ni fuera ni dentro de casa. Una razón por la que no me querían, un motivo por el que odiarme a mí misma sin que pudiera echármelo en cara esa tenue vocecita que habitaba en mi cabeza y me instaba a dejarme de tonterías.

Me odié. Engordé. Me odié. Adelgacé. Me odié. Me di asco.
Me odié. Oculté mi cara. Me odié. Escondí mis ojos. Me odié. Me di asco.
Me odié. Mucho. No quise fotos y si las había, las eliminaba. No quería pruebas, no quería espejos, nada que me estampara en la cara mi obsesión.
Porque era una obsesión; la más absurda.

Sirvió semejante miedo para expiar las culpas de aquellos que se dedicaban a hacerme la vida bastante más difícil de lo que ya era de por sí, para no quejarme si en casa las cosas no iban como debían ser o si el que se suponía debía aceptarme tal y como soy se pasaba de castaño a oscuro con mentiras y engaños.
Todo un chollo. Un “hazme lo que quieras, soy tan asquerosa y fea que me lo merezco; venga, ven, hazme la vida imposible, todo lo que tú dices es cierto, soy un monstruo.”
Y el resto le daba la razón a la ya no tan niña. 


El mundo decidía sobre ella y se convertía en su voz interior.
Se contaminó de embustes y falacias, de (auto)traición. Y la autoestima desapareció…

Sé que no todo se debió solamente a esa “dismorfofobia” que la niña padecía, que lo suyo era falta de afecto porque estaban en el hogar escasos de él y angustia sobre angustia, ansiedad sobre ansiedad, odio de otros que ella aceptó y convirtió también en propio.
Que eran demasiadas cosas a pesar de que durante mucho tiempo se centró especialmente en su razón particular. Esa que, de una u otra forma, la hacía feliz porque encontró una respuesta a sus tantas preguntas escritas y lloradas.

Si pudiera…si pudiera recuperar el tiempo perdido, ir atrás y verla, decirle que no malgaste así la infancia ni la adolescencia, que no mate así su amor propio…
Si pudiera…si pudiera recuperar el tiempo perdido, sería feliz pasase lo que pasase, se acabarían las pisadas, dejaría olvidado mi temor a mí misma. Que todo ese remolino de emociones negativas no era nada más y nada menos que un miedo a aceptar una realidad inexistente: que no merecía ser ni estar; ni que me perteneciera el verbo “querer”.

sábado, 20 de agosto de 2011

Mentiras.


¿Quién? ¿Quién dijo eso de que no se puede vivir bien entre mentiras? Porque yo estoy viviendo de lujo entre ellas...
Entre "puedes hacerlo" y palabras de consuelo, entre "volveremos a vernos" y mensajes que no llegan, entre "hay alguien ahí dispuesto a luchar" y aprender a sobrellevar que no por mí, entre "todo se olvida" y terminar recordando, entre "eres" cuando finges...entre yo y lo que quiero enseñar y entre ellos y lo que desean mostrar.
Porque de verdad. Entre mentiras se vive muy bien. Es más, diría que es como mejor se vive; el problema, quizás, viene cuando sabes que abandonaron el disfraz de verdades y a veces te azotan. Pero sólo a veces. Porque total, tú también mientes, no tienes ningún derecho a desenmascarar falsedades duelan o ridiculicen hasta a ajenos.

Me gusta estar entre ellas. En algunos momentos pienso que la razón se encuentra en que las verdades son incluso más hijas de puta y las mentiras, con sus sarcasmos e ironías, no hacen tanto daño. O eso pienso, eso creo...eso necesito.


miércoles, 17 de agosto de 2011

Wake me up.



Comienzan el miedo, la angustia, la enormidad.
Todo se magnifica. De bueno a inmejorable, de malo a horrible.

Necesito algo que me haga querer, porque poder siempre pude.
Algo que me empuje a decir “venga, voy a hacerlo, voy a intentarlo, todo saldrá bien y a la mierda con el resto.” Pero tengo en la cabeza metida la certeza de que todo esfuerzo va a servir de poco y me anulo a mí misma, que en eso soy experta.

A cada paso que doy me siento más imbécil, a pesar de que he empezado a ser una pesimista con suerte.

No me apetece buscar mi camino, ni mi vida, ni manejar nada. Prefiero dejarme llevar.
Hasta los cojones están los pies de andar a trompicones; qué pocas ganas de hacer nada por mí misma, de verdad…

Despertadme cuando acabe diciembre

miércoles, 3 de agosto de 2011

La cara mala de las mariposas.


Trato de entender las mariposas, procuro comprenderlas antes de que mueran devoradas por enjambres de avispas en el estómago. Sufro una masacre en la garganta, se forman telarañas de nudos.
Mi propia razón se convierte en una intrusa…

Continúo sintiendo esa inseguridad constante, aunque se limite a visitarme cuando no hay nadie. Creo que esto es una enfermedad, verme así me hace sentir débil; como si fuera a quebrarme en pequeños trocitos, como si tuviera(s) ese poder: romperme, igual que si estuviese hecha de cristal, de papel.

No asimilo el significado de la “cara mala” de lo que sea este “siento, luego existo.”
Cuando tú no los miras, mis ojos son más tristes. Quiero decir…necesito arañarme el corazón, arrancarme la piel a gajos para sentirme menos dependiente. ¡No me gusta ser dependiente! Puedo vivir sin ti, sin ellas, puedo vivir, sí, pero siento tan dentro, tan, tan, tan profundo un “no quiero” que no me apetece desaparecer.
¿Cómo expresarlo? Esto es lo que has formado, un remolino y un tormento.
Has creado tardes de jazz igual que ellas crearon tardes de helado, de tarta, de notas psicodélicas. Y te has llevado un trozo de mi frágil estructura…me encuentro vulnerable. Tan vulnerable que incluso estoy dispuesta a compartir cielos naranjas y negros contigo cuando siempre han sido míos. De nadie más.

Siempre supe que era fuerte, más de lo que ella o cualquiera imagine. Yo me basto conmigo misma, pero es que me haces estremecer. Sí, esa es la palabra, ese es el verbo que se esconde: estremecer. Siempre me estremeceré cada vez que tu mano recorra mi espalda con suavidad, cada vez que tu voz me ponga la carne de gallina, cada vez que sienta esa puta necesidad de verte.
Mi siempre sí es siempre. Que sé de lo que hablo…

Te echaría la culpa al igual que busqué culpables a mi felicidad entre ellas; sin embargo, no encuentro más culpables que yo.
Y por eso continúo aquí, sin preocuparme, dejándome llevar. Con recuerdos azotándome. Porque quiero verte amanecer una vez más…Quiero decir, que este cielo sea nuestro. Y me siento tan extraña…

Que sea un clavo, una tirita, que sea yo misma o yo misma merezca la pena, comienzo a entender el motivo por el que no quiero separarme de ti. O de ellas, aquellos días en aquel parque en el que solíamos gritar. Y no pasa nada, nadie es culpable, sólo existen inocentes, salvo yo. Que esta “cara mala” de estas sustancias químicas y esta conexión espiritual (o lo que coño sean) no encuentran su significado en un “soy tuya”, ni venderé mi alma al diablo, ni…

Soy fuerte. Pero quiero serlo contigo. Porque me has convencido

lunes, 25 de julio de 2011

Salirse de ese molde.



Una vez, en aquel parque, ella vino con su gracia natural a hacerme sonreír. Digo yo, vamos, porque se esforzó más que nunca en que mi cara de niña estúpida hiciera una mueca de felicidad o algo similar. Yo estaba triste, o enfadada, o cansada, o las tres cosas juntas porque no había conseguido alcanzar mi meta y las cosas se habían torcido algo más de lo previsto; así que vino, sí, con su gracia natural y sus grandes ojos y formando ese remolino moviendo su cadera al caminar.

Se tumbó a mi lado y me dijo que todo el mundo es especial, ¡que sonriera! Que todos lo somos, “joder”. Y fui yo y le pregunté por qué y va y me responde la americana de pega que “¿por qué va a ser?, porque todos somos héroes, amantes, locos, villanos; todos, todos lo somos, porque todos tenemos nuestra historia…”

Hoy voy y recuerdo ese sinsentido al que le respondí peor que nunca y mejor que mañana, que es que eso está bien cuando eres un niño, cuando te hacen creer a ciegas que tienes tu lugar en el mundo y que vales algo. Que eres diferente y único a los demás. Hasta que creces y maduras y ves a un montón de hombres con traje que se mueven igual, hablan igual y piensan igual. Y entonces comprendes que no hay nadie diferente. Ni siquiera una cosa única. Porque el mundo es tan, tan grande y hay tantos millones de personas que todas tus “cualidades” únicas, están muy, muy repetidas ya. Y se te cae la venda y el mundo se vuelve color gris: eres igual a toda la mierda que te rodea.

…Hoy voy y recuerdo que me hizo una mueca de disgusto y amenazó con irse cinco minutos si no cambiaba de opinión. Al final no lo hizo, ni yo cambié de parecer; aunque esta mañana, creo, llegué a pensar que ella tenía un poco más de razón que yo.

Así que sonreí con mi cara de niña estúpida nada más levantarme, sintiéndome diferente y especial y única y a saber cuántas estupideces más. Como si eso fuera verdad, como si yo misma tuviera algún tipo de valor en el mundo o para alguien. Así que sonreí...Porque no se necesitan razones para ser feliz, te levantas por la mañana y sonríes, que algunos días empiezan así...

martes, 19 de julio de 2011

'Wouldn't Change a Thing'



Te mostré mi barrio, mis bares, mi vida. Te presenté a mis amigos. A mis padres. Te escuché mientras soñabas. Tus esperanzas, tus canciones, tus deseos. Tu pasado. Y tú fingiste escucharme. Mi alemán, mi japonés, mi francés. Te regalé mi cuerpo, y tú una cama. Entonces, me besaste. Pasaron diecisietes. El tiempo voló, el tiempo se fugó. Y aquello era tan simple, tan fácil. Te acurruqué entre mis brazos. Te quise. Te incluí aquí dentro. Me sentí libre. Nuevo, diferente, para mí. Y me llevaste al cine. Fuimos a otro lugar. Nos besamos en un parque. Y aquello era tan simple. Fuimos de compras. A Madrid. A tu interior. Reímos y lloramos. Viceversa. Te quise, tú a mí. Peleamos. Sufrimos. Gritamos sin razón, con razón, olvidamos. Un único perdón. Estudiamos. Fingimos. Escuché tus sueños, tus esperanzas, tus canciones, tus deseos. Me abrazaste. Y aquello era tan simple. El tiempo voló, el tiempo se fugó. Escuchaste mi música, acariciaste mi voz. Estábamos unidos. Tan unidos. Cada vez más unidos. Fuimos de compras y al cine. Fuimos a otro lugar. Fuimos a las estrellas. Reímos y lloramos. Sufrimos y gritamos con razón, sin razón. Te quise, tú a mí. El tiempo voló, el tiempo se fugó. Y aquello era tan simple, tan fácil…


…y aquí seguimos hoy los dos.

domingo, 17 de julio de 2011

6:20 A.M.



-Me…¿me harías un favor?
*A ver, desembucha –susurró entre risas.
-Pero…tienes que prometérmelo. Si no, no sirve de nada.
La miró. Se miraron. No entendía.
*Venga, vale…
-Por favor…
*…
-…abre los ojos.
*… 
-¿Me lo prometes?

Y no hubo respuesta.

······························

Un reloj marcando las seis y veinte de la mañana. Amaneciendo al otro lado de unos naranjos, mientras unos gatos se dedicaban a corretear por la zona buscando algo que llevarse a la boca.
Y el perro que ladra.

Él se agobia. Ella se fue, llorando. Ellos parecen disfrutar. Él siente vergüenza. El azabache de sus ojos, cansado, parece llorar por dentro. Y el café llora por fuera, escondiéndose.
Noche de anestesia. Calma dolores, mas causa estragos en los sentimientos que van y vienen.

Rara. Noche rara.
Porque cuando hay algo quebrado en el corazón, algo también se quiebra en la cabeza.
Quizás el sol no deseó salir para todos.