El presente no ha requerido nunca tantas estupideces para funcionar como Dios manda. Ni veinte idiomas de mierda, ni caras universidades ubicadas en el quinto pino, ni amigos, ni coches con ridículos dibujitos de una cutre autoescuela situada en la esquina más escondida del pueblo. Al menos los míos. Mis presentes siempre han consistido en soledad, series, libros, un lápiz y un folio, un ordenador, Internet y, en la infancia, juguetes. Ya está, no requería más. No me paraba a pensar mientras le mordía el pie a la Barbie (por estar distraída viendo por milésima vez El Rey León) cuándo tocará terminar la Universidad para buscar trabajo y si éste será en China porque finalmente los dichosos chinos nos permitirán realizar el Máster en Pekín; y si si no es en China, ¿dónde? ¿Japón? ¿Alemania? Estudiar idiomas para quedarte en tu país es triste y cutre a más no poder...Los hijos, otro tema son los hijos. Uno, dos y para de contar. Cuándo deben tenerse, que yo a los cuarenta no paro ni niños ni leones. Del casarse me libro: mis pies no pisarán una Iglesia para firmar un papelito ante los ojos de El Sordo y Ciego (aka Dios) en el que le demuestre mi amor a alguien que vete tú a saber si me querrá toda su vida, o si lo querré yo tanto tiempo, o si ambos estaremos juntos por costumbre o...en resumen, que yo no firmo papeles de mierda, joder.
El problema puede estar en que quiero vivir muy rápido. Conocer el futuro. Saber si va a ser mejor que el presente o sin embargo va a ser un verdadero desastre.
Una no estudia por amor al arte, ni cuida y ama a su pareja y ¿amigos? (esto debería ir en singular...) por aburrimiento. No, una lo hace para obtener un beneficio a, en este caso, muy largo plazo. Por gusto...¿qué se hace por gusto, Virgencita mía?
Y eso es todo.
Debería estar escribiendo caracteres y no hablando conmigo misma mediante un blog. Debería estar dejando pasar el tiempo, que o pasa muy lento o pasa muy rápido el cabrón, pero pasar...pasa. Doy fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario