sábado, 22 de diciembre de 2012

Nochmals.

Deseaba comenzar las Navidades dándole vida a su recuerdo y me encuentro escribiéndole prosa a una put...a una estúpida.
Felicidades, Miss Cobardía. 
Busco tus razones, tus motivos. Sé que los hay. Y también otro camino, ¿sabes? Me agota esta situación y me paraliza; más importante para mí que encontrar la felicidad es hallar paz y aquí no la voy a tener nunca. 
Si no demostráis, yo tampoco.

Se me ha acabado la bilis que necesitaba dejar escapar entre los labios.
Lo único que quiero es echarte fuera de aquí. Que te vayas, por favor y que si hablo vaya decente la realidad, la vida. Aunque me toque madurar de golpe y porrazo y pedirle a alguien que me de más el brazo que la mano.

¿Tan difícil es renunciar a algo que ya no quieres? ¿De verdad? ¿Por "el qué dirán", un fajo de billetes? ¿o qué? ¿De verdad? No lo entiendo. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Regalar una vida por Navidad, por un Año Nuevo.


"No compres ese perro.

No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios de terapia personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.


Sé que tus niños quieren un perro. Que les hace una ilusión enorme y te dan la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo, te hace babear cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar de tu legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo en el futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por las que has pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para tu mujer. Tal vez para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.


Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido cinco perros, así que calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra. He dicho muchas veces que ningún ser humano vale lo que un buen perro. Cuando uno de nosotros muere, no se pierde gran cosa. La vida me dio esa certeza. Pero cuando desaparece un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio.

Es muy posible, naturalmente, que aciertes. Que, tras pensarlo bien, tomes la decisión y asumas las consecuencias con feliz resultado. Que comprar un perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un acierto. Que su compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más conscientes de ciertas cosas. A menudo, un perro acaba haciéndote mejor persona. Te hace sentir cosas que antes no sentías. Sin embargo, no siempre es así. Un perro en el lugar inadecuado puede volverse un drama. Una incomodidad para ti y los tuyos. Y una tragedia para él.


Permíteme imaginar lo que podría ocurrir. Que vayas a la tienda, elijas a un perrito delicioso, y eso te valga gritos de alegría y besos familiares. No hay nada tan simpático como un cachorrillo. Al principio todo serán incidentes graciosos y situaciones tiernas. Luego, si vives en piso pequeño o lugar inadecuado, las cosas pueden ser diferentes. Un perro exige cuidados, gastos, paseos, limpieza, comida. No aparece y desaparece cuando conviene. Es un miembro de la familia con derechos y necesidades, que exige pensar en él cuando se planean vacaciones, e incluso una simple salida al cine o a un restaurante. A eso añádele la educación. Un perro mal educado puede convertirse en una pesadilla familiar y social. Además, cada uno, como las personas, tiene su carácter. Punto de vista y maneras. Eso exige un respeto que no todos los humanos somos capaces de comprender.


A estas alturas, sabes dónde voy a parar. Si eres de esa materia miserable de la que estamos hechos buena parte de los seres humanos, acabarás abandonándolo. Un viaje en coche a un campo lejano, una gasolinera, una cuneta. Abrir la puerta para que baje y seguir tu camino, acelerando sin atender los ladridos del chucho que correrá tras el automóvil hasta quedar exhausto, desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba de romperse para siempre. El resto no hace falta que lo detalle, pues lo sabes de sobra: él nunca lo haría, y todo eso. Los niños preguntando dónde está el perrito, papi, y tú oyendo aún esos ladridos que dejabas atrás. Avergonzado de ti mismo, o tal vez no. Ya dije antes que un rasgo del perfecto hijo de puta es arreglárselas para que sus actos acaben por no avergonzarlo en absoluto. Así que voy a pedirte un favor. Por ti, por mí, por tus hijos. Antes de ir a la tienda de mascotas esta Navidad, mírate al espejo. Y si no te convence lo que ves, mejor les compras un peluche."

Por Arturo Pérez-Reverte.

viernes, 14 de diciembre de 2012

'Don't forget.'

Se va acercando el veintitrés del doce. Lo noto más por las noches porque es cuando más latente se hace tu ausencia.
Casi un año sin ti y yo aquí, como una niña, pidiendo perdón.
Te juro que te lloré, te juro que te lloro, te juro que te lloraré.
Eras tan importante...Tanto como ella.

Te prometo, y espero que sea ese preciso día, que te escribiré y te contaré cómo se fueron King y Silka, quiénes son Ra, Leónidas y la blanquita con manchas que parece un dálmata amorfo. 
Qué sentí cuando te fuiste y cómo me sigo acordando de ti, a mi estúpida manera.
Algún día te llevaré en la piel junto a Dakota; eso también te lo prometo.

Lamento haber sido una inútil. Se fue y yo estaba muy, muy triste...y no supe ver que tú también, y que estabas igual de sola que yo. 
Lo siento mucho, mi vida. Es tut mir sehr Leid, meine Diva.

Te amo, preciosa. Ojalá hubiera sabido quererte como te merecías.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Timekeeping.

"Intenta imaginar una vida sin tiempo.

Probablemente te resulte imposible. Conoces el mes, el año, el día de la semana en el que te encuentras. Hay un reloj en la pared de tu habitación o en el salpicadero de tu coche. Tienes horarios, calendarios, una hora para la cena y otra para ver una película.
Sin embargo, todo lo que te rodea ignora el tiempo. Los pájaros nunca llegan tarde. Un perro no mira su reloj. Un ciervo no se preocupa del paso de los cumpleaños.
Un hombre, solo, necesita medir el tiempo.
Un hombre, solo, necesita que se sucedan las horas. 
Y, a causa de esto, un hombre, solo, sufre un paralizante miedo que ninguna otra criatura padece:
El miedo de que el tiempo se agota demasiado rápido."

lunes, 3 de diciembre de 2012

Imantada.


No me gustan las relaciones sentimentales porque implican involucrarse sentimentalmente.
Porque significa pelearse y reconciliarse, ponerse de acuerdo, compartir gustos, cuidarse, quererse, follarse. Y yo no sé de amor, de sexo.
No sé mirar por mí, voy a mirar por ti.
Hasta que un día conoces a alguien y te deja poner un CD en el coche de su hermana camino a Málaga con canciones horteras y no le importa aunque sean tres horas de viaje. O sepa que en Facebook tienes a veinte mil asociaciones de animales y que te propusiste sacarte el carnet de coche para ser voluntaria y no te llame "loca". O que se acerque Selectividad y sin tú decir palabra se ofrezca a abrir los ojos a las cuatro de la mañana para llevarte...y esperarte allí media mañana. O que no le importe que pienses que su tía es imbécil. O que sea capaz de hacerle pintadas a una parte de su pasado sólo porque tú estabas tan tremendamente insegura de que eras difícil de querer, o tan horriblemente segura de no ser especial. O que aguante a tu madre. O a mí con dolor de cabeza.
Yo veía el amor como follar en cualquier momento en cualquier lugar sin tener que buscar el quién. Pero para follar había que dar confianza a cambio.
Si no me la entregabas, asegurabas cada sábado noche en soledad o en compañía de cualquier zorra de discoteca.
Hasta que llegó alguien que me dio tardes de Jazz y yo a cambio un perro con un chichón; mañanas de sexo, yo tostadas sin molla; pollo al curry, yo tarta de "sobaos".
Hasta que se abrió y yo me abrí.
Y si se va, me cierro.

Supongo que el amor no consiste en follarte a alguien en el coche mientras escucháis voces de fondo, sino en con quién te quieres levantar a la mañana siguiente hecha un desastre y prepararle el desayuno. Sí, supongo que es eso. 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Enfadarse es altamente recomendable.


Son las 22:57 de la noche. Tenía planeado acostarme a las doce, a más tardar, para recuperar el poco sueño que me falta e ir mañana fresca a mi (supuesta) última práctica.
He cerrado prácticamente casi todas las pestañas, dejando dos abiertas. Las de siempre, más por costumbre que por gusto; así mi atención se ha enfocado en mi mañana de mañana y en lo que tengo que hacer y, especialmente, cómo lo debo hacer.
Soy una persona un tanto inútil gracias a que he nacido tremendamente despistada y hasta me aventuraría decir que bastante desastre. Adoro mi mundo, estar en él horas y horas y me pierdo lo que tengo delante y a los lados. Me pierdo el mundo real por estar en el mío propio.
Las únicas veces que soy capaz de concentrarme en una sola cosa y callar esa dichosa vocecita sabelotodo y mandona es cuando estoy enferma o enfadada...o muy, muy, muy triste. Ante la clara evidencia de ausencia de enfermedad y que no añoro la tristeza, he decidido cabrearme a mí misma.
Si quiero hacer las cosas como se deben hacer, necesito la máxima concentración y la máxima mala leche que pueda acumular.

Suena estúpido, pero funciono así. Soy mejor cuando no quiero serlo que cuando albergo esperanzas de que podría.

Para ello, me he metido en Tuenti y he buscado fotos al azar de mi adolescencia. Las primeras eran felices y evocaban cierta nostalgia, las siguientes eran horrendas y me han dado vergüenza...mas nada parecido a un enojo. Hasta que he dado con las imágenes correctas, las personas correctas y los comentarios correctos.
Yo, con mis diecisiete y ese pasotismo aliñado con dulzura; ella, una amargada.
Cuando era una adolescente, era bastante petarda. Me gustaban las bromas más que a un tonto un lápiz y si entrabas dentro de mi "rango de amigos" no te ibas a librar de mis abrazos. Extrañamente, la gente lo solía aguantar demasiado bien...hasta que di con una chica que cada vez que le ponía la mano encima a alguien con pene me soltaba: "¡Calientapollas! ¡Dios, es que eres una calientapollas!". O que si me reía, me decía escandalosa; si hablaba, me mandaba callar; si hacía reír, pasaba a ser una pesada.
Ella me definía como un incordio. Y créanme, le faltaban razones (y no lo digo por defenderme, se me da bien criticarme dentro de lo auto-permitido).

Me he topado con dos fotografías repletas de mierda que soltaba por la boca y de mis respuestas estúpidas. Porque yo pasaba y le otorgaba a cada comentario un toque de pavo para al día siguiente, ya con palabras verbales, mandarla a la mierda con un conciso: "Fuera."
Ahora me río, pero en su día no me hacía gracia.

Con todo esto, lo que quiero decir...es que son las 23:11 y estoy algo nerviosa porque me dan falsas esperanzas, no me gusta hacer el ridículo, mi dolor de espalda no se atenúa, este dichoso flemón no se marcha, carezco de sueño alguno, me pongo negra al leerme cuando adolescente porque no sabía poner a la gente en su sitio tan bien como lo hago ahora (pese a que me tildaban de borde), esa niñata es imbécil y sufría unas carencias afectivas más que evidentes que la hacían odiarme por no diré qué motivos, el frío me congela los pies y los dedos de las manos, se me encrespa el pelo con una facilidad apabullante y, por último, la imagen elegida no es la correcta para esta publicación pero me la ha sudado completamente.

Bien. Las once y catorce. Estoy preparada para mañana. A este nimio cabreo lo apodaré Eustasio y dormirá, desayunará conmigo.
Buenas noches y que descansen.

lunes, 26 de noviembre de 2012

En medio.

Odio el autobús. De aquí a un tiempo, lo he estado utilizando en exceso y el odio que me profesa es enorme: detesto sus rígidos horarios, que pase cada tres cuartos de hora, la gente, los asientos llenos de mierda, las incontables paradas, la lentitud de algunos conductores, el más que sabido recorrido...
Y aún así, a veces me gusta ir en autobús. Porque me es más fácil dejar la mente en blanco mientras la música suena por los auriculares (andando es imposible que cese de pensar).
Hasta que aparece una canción familiar, de esas que asocias a un momento, emoción o persona. Uno de los errores más estúpidos: vincular melodías a recuerdos.

Hace ya más de un mes desde que escribí lo muchísimo que me pesaba haberme topado con que mis sospechas eran ciertas; con esos contados mensajes, los toques y el puto número de teléfono. Y que me cabreé y que lloré y que la mandé a la mierda innumerables veces en mi cabeza.
Porque se lo merecía (continúo pensándolo). 

El asunto se me había medio olvidado. Digamos que lo tenía ahí, aparcado, porque las últimas veces que había hecho de detective el resultado no se había mostrado satisfactorio (si por satisfactorio entendemos que me diese de bruces contra la realidad...otra vez); digamos que me hice la pasota porque me convenía, porque estoy en medio, porque me da miedo.
Hasta que he escuchado una canción que asocié a ese día y, por tanto, a ese momento y a esos sentimientos. No me relajó, no me ayudó, no me entristeció...simplemente, la descubrí y la oí y pasó a ser la canción del miércoles diecisiete de octubre.
Una estupidez como una casa, sí.
De primeras el cuerpo se me ha llenado de una rabia descomunal, como si fuese a estallar, hasta que ha dado lugar a una leve tristeza. A la traición. Al "¿y luego qué?". Al "sus razones tendrá; si se siente sola, es normal; él tampoco es un ejemplo a seguir de civismo, respeto y amor". Al "no es justo."
Y, finalmente, al "si yo no estuviera en medio sé que sería más sencillo, si se diese el caso, de decir que se acabó y que adiós."
Las dos semanas siguientes a mi descubrimiento (o metida de narices, más bien) me las pasé repasando una y otra vez mi vida y cómo sería a partir de dicho suceso. Imaginé un hogar nuevo con una habitación a mi gusto, repleta de mí y que no me ahogase, en la que no me sintiese sola; un lugar distinto, sin fantasmas ni subnormales ni mierdas; que se pudiese dedicar a él; el adiós a los gritos, los insultos por gusto y toda esa parafernalia que suelen traerse entre manos cada dos por tres. Obviamente, el alivio fue inmediato. Total, yo no la quiero. Porque es difícil querer a quien a ti no te quiere porque sólo ve en tu persona un deshecho humano por el que mostrar interés.
Pero rápidamente todo cambió. De la felicidad pasé a sus motivos y me topé con una encrucijada.
¿A quién defiendes? ¿Es justo posicionarse a favor de uno si juegan dos?

Sigo sospechando, creyendo que hay algo. Que sé que no es del todo feliz y que quiere más y que le da igual herir a quien sea porque jamás ha pensado en nadie que no sea ella misma. Puro egoísmo, o supervivencia según se vea.
Y yo me pregunto, por auto-destrucción o gusto, si sería capaz de dar el siguiente paso en caso de que la realidad me diese un: "adelante."
Pienso que no. Quiero imaginar que sí.

Todo esto son meras suposiciones, por supuesto. Y cuentos míos de por la mañana cuando aún voy camino de mi rotonda predilecta con los ojos pegados, pero no puedo evitar sopesarlo. No con esa puta canción en los oídos.
Tonterías de niña pequeña que va de adulta.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Por Liniers.


- Vas para atrás, vas para adelante. Pero al final no vas a ningún lado.
- Hoy no estoy para profundizar, Pellini. A veces una hamaca es sólo una hamaca.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Viento.


No renuncio a nada, simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas no me renuncien a mí.

(Cómo) cansa todo el tiempo ser una misma.


Cuando comienzan estos "días" y entran el frío, la lluvia, el otoño y una soledad abrumadora en mi habitación, creo que dejo de saber tratarme. Es decir...es como si me odiase o me asquease o no supiese con quién estoy tratando: ¡que soy yo misma y duermo, como, chillo, lloro, río...conmigo, joder! Y los demás dicen que da igual, que se pasa. Pero mientras se pasa yo me siento estúpida. Pequeña, diminuta y muy prescindible. Pesada, tonta. Inútil. Y hasta unas cuantas prácticas o cualquier cosa que deba llevar a cabo se me hace muy cuesta arriba.
Me cabreo. Muchísimo.
Y hago un balance de mi vida. Entonces, es horrible; todo lo que me parecía bien me parece catastrófico. Intento controlarme, aunque me sale a medias. ¿Que por qué? Porque la mandé a la mierda y ahora siento que la he traicionado, aún a sabiendas de que faltan pruebas. Porque salir de aquí y estudiar, trabajar..."aprovecharme", no son muy compatibles. O yo lo veo así. Porque no me ofrezco nada (pienso) y si yo no me ofrezco nada a mí misma, ¿qué te voy a ofrecer a ti?
Es horrible. Llámalo otoño, inmadurez o síndrome premenstrual...¡Es horrible estar así!
No quiero aferrarme a nada. No quiero cansarme (de mí). La tristeza es un vicio. Y yo me intento deshacer de ella con palabras escritas a trompicones...y, evidentemente, de poco sirve. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Me pesas.

Cuando era una niña perdonaba. Y si podía, olvidaba a medias. Guardaba las cosas dentro de mí y me liaba en una manta de llantos. No me expresaba, pero tampoco me callaba en mi interior: un revoltijo de sentimientos que me ahogaban.
Tenía otras preocupaciones, así que no era capaz de centrarme en una sola. Siempre me asfixiaba.

Ahora tengo veintiún años. No hay más preocupaciones salvo mi futuro y porvenir. Soy madura a mi manera y se me ha olvidado cómo perdonar. No me he vuelto rencorosa pero tampoco imbécil; no voy de samaritana por la vida (ni lo pretendo).
No cargaré con la culpabilidad ni con el peso de mi conciencia ocurra lo que ocurra en todos los años que siga viva y coleando, menos aún cargaré con perdones que no siento.
No voy a permitirme odiarme (asquearme) a mí misma porque tú, antaño, lo lograras con cualquier hecho o palabra. Ni compadecerte. ¿Ponerme en tu lugar?, ¡venga ya!

No. C'est fini. Ahora tengo veintiún años y sé, a mi manera, quién soy y qué, y a quiénes, quiero a mi lado.
Y sé que a ti no, nunca, jamás. La poca autoridad que tenías sobre mí se ha acabado.
Déjame cargar con la bella ligereza de no volver a incluirte en mi vida.

Vete a la mierda. Tú y tus mentiras.

sábado, 6 de octubre de 2012

El discurso de Stanford.


"...Lo diré otra vez: no puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tenéis que confiar en algo: vuestro instinto, el destino, la vida, el karma, o lo que sea.
Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado y ha marcado la diferencia en mi vida.
(...)
Tenéis que encontrar qué es lo que amáis. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes.
El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideréis un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagáis. Si aún no lo habéis encontrado, seguid buscando. 
No os conforméis.
Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid  buscando hasta que lo encontréis. 
No os conforméis..."

Cada mañana se miraba al espejo y se preguntaba: "Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?" y si se respondía "No" durante varios días seguidos, sabía con certeza que algo debía cambiar en su vida.
Porque todo, cualquier miedo o inseguridad, vergüenza o fracaso, se desvanece ante la muerte y queda lo realmente importante.
Él mismo estuvo cerca de la muerte, hasta que la esquivó y ésta lo volvió a alcanzar. Para siempre, lo alcanzó para siempre. Mas no puede arrepentirse, no fue una de esas personas que se dejó guiar por las opiniones de los demás o se abandonó a las expectativas de otros, no vivió otra vida diferente a la suya ni renunció a lo que deseaba.
Permaneció hambriento y alocado. Así proclamaba que había que continuar: hambrientos, locos, seguros de cada paso aunque asuste.

Porque todo lo demás es secundario. Y yo creo que jamás un grupo de palabras unidas de forma tan banal, un grupo de historias tan triviales sobre lo que le ocurrió a un hombre "cualquiera", pudiera alentarme tanto a buscar verdaderamente qué es lo que quiero.

iThank you, Steve.

martes, 2 de octubre de 2012

sábado, 22 de septiembre de 2012

Yo quería ser...

Cuando era pequeña, quería ser maestra de primaria. Lo tenía muy, muy claro...¡clarísimo! Echaba las tardes jugando a ser "La Seño" enseñando a un tal Luis que me había inventado y que, no sé cómo ni por qué, siempre suspendía todo; yo era tan buena, tan dulce, que tras los gritos y los "¡Luis, que no me estudias, eres muy inútil y tus papás no te van a querer nunca!", decidía ayudarlo a aprobar repitiéndole el examen. Y Luis lo realizaba junto a mí ¡y sacaba dieces! Tan contento él. Eso sí, no podría contárselo a su madre; lo que tenía que hacer era esforzarse a partir de ese momento, aunque me da la sensación de que no me escuchaba porque la historia era siempre la misma....

Un día me enteré de que los maestros no podían remediar tu pereza estudiantil chivándote las respuestas de los ejercicios en pleno control, así que decidí que era hora de olvidarme de esa profesión tan sumamente injusta.

Quise ser veterinaria durante mucho, mucho, mucho tiempo. Vivía entre animales y los adoraba, los amaba, ¡estaba loquita por ellos! Salvar perros, gatos, lobos, caballos, iguanas y salamandras se convirtió en mi vocación. Me dio tan, tan fuerte, que si alguien me preguntaba cómo me llamaba yo contestaba con un "¡Voy a ser veterinaria!". Ahí lo llevas, persona que pregunta. Hasta que, a una edad muy próxima a los doce años, mi padre me contó al oído que los veterinarios mataban animales y les metían el dedo por el culo; yo podía con lo del dedo en sus partes, pero matarlos aunque estuvieran para el arrastre no entraba en mis planes...
Adiós, veterinaria. Hola, biología.
Todavía recuerdo un vídeo que grabamos allá por...¿quinto de primaria? Yo tendría unos once años. En dicho vídeo, el maestro nos preguntaba nuestro nombre, edad y futuro oficio (a parte de otras estupideces dignas de callar). Mi respuesta fue breve pero intensa: "Bióloga. Una gran bióloga."

Poco duró ese sueño.
A los doce oí hablar (en la televisión, me parece) de la psicología, concretamente de la clínica, y me enamoré. Las asignaturas, el trabajo, el ayudar a los demás y entenderme mejor a mí misma, el PIR...todo lo referente a la psicología captaba mi atención hasta unos límites insospechados. Más que cualquier otra cosa.
Mis libros juveniles y de poesía fueron sustituidos por libros de autoayuda y de expertos en la materia que mi padre me compraba (o me permitía sacar de la biblioteca) a duras penas.
Llegaron los trece, los catorce, los quince...los dieciocho años, y mi sueño, mi verdadera vocación, continuaba siendo una de las carreras más demandadas de todas. Pero me importaba un comino porque yo sí iba a ser una buena psicóloga; tan sumamente buena, que en cuanto tuve la oportunidad de realizar Selectividad y cumplir mi meta, repetí curso. Así, por gusto.

Dio comienzo Bolonia. Yo era del Bachillerato Humanístico; requería ser de Ciencias de la Salud para acceder a dicho grado.
Adiós a ti también, psicología.


No podemos negar que era subnormalita. 
Volví a tener una segunda oportunidad que desaproveché. Agoté el cartucho y me tocó joderme.
Que es que no podemos negar que era muy tonta del culo.

En Septiembre, con Selectividad aprobada y mi humor un poco los suelos, accedí a entrar en la carrera más decente que hubiera. No la había. Me decanté, inocente de mí, por "Lenguas Modernas y sus Literaturas", que me iban a dar alemán y a mí el alemán me encanta y soy buena en los idiomas y tiene pinta de ser un grado buenísimo, que es nuevo y blablabla...
Qué malo era el puñetero, qué organización más penca, ¡qué horror de todo! Menuda gente había allí, más tontos que yo si cabe.

Todo se resume en que le dije adiós también. Ya era una experta en despedirme de mis futuros empleos, por lo que no me dolía. El problema es que a mi padre (y a su bolsillo) sí; dato que desconocía por completo hasta ayer, que entre una cerveza de lata y patatas fritas se sinceró:
  -Y qué va a estudiar tu hija. Se la ve muy lista, ¿a que sí eres inteligente, guapa? - preguntó la señora plasta dueña de las patatas fritas y la cerveza de lata que mi padre consumía.
  -¿Lista? Esta no es lista. Si fuese lista no estaría donde está. Si tiene que estudiar van a ser unas oposiciones, se acabaron las universidades y los institutos, tanta tontería. Eso no sirve nada más que para gastar dinero; si quiere estudiar, que sean unas oposiciones, sino a limpiar o a trabajar en cualquier cosa. ¡Tanta carrerita!

Planeaba confesarme este fin de semana, explicarle mi maléfico plan de repetir Selectividad con las específicas de Salud para matricularme en Enfermería, que junto con psicología siempre me ha gustado y tiene más salidas; explicarle que haré, en un futuro, psicología clínica por la UNED, que me gustaría realizar el PIR porque soy una cabezona y que este año lo dedicaré a hacer cursitos del INEM, a ponerme el culo fuerte y a estudiar Biología y toda aquella asignatura que me asegure un diez de nota mínima en las pruebas de acceso universitario. Y que, si ambos me lo permitían (pidiendo ya mucho, mucho, mucho), querría invertir otra parte de mi tiempo en el curso de Auxiliar de Veterinaria y en continuar buscando cualquier trabajo de mierda que me permita ahorrar y pagarles los novecientos euros de matrícula que se gastaron para que yo la haya dejado como una hereje.
Que voy a mejorar mi nivel de inglés y japonés, a ponerme con el alemán y a esforzarme un montón en parecer inteligente. Pero visto lo visto y que le duele hasta pagarme el carnet de conducir, me da miedo, pánico y susto revelar cómo desearía que fuera mi "año sabático."

Creo que me voy a tirar por un puente, para salirles más barata. O a pedirles a los padres de alguna de mis amigas que me adopten, que ellos sí invierten en su educación.
Me veo sin carnet y sin estudios de aquí a tres años. Jo, no me quiere nadie.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Dos lobeznos.


"¿Has estado alguna vez enamorado? Es horrible, ¿verdad? Te hace ser tan vulnerable... Abre tu pecho y abre tu corazón y eso significa que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú, que has construido todas esas defensas, que has construido una armadura completa de tal forma que nadie pueda jamás herirte...hasta que entonces, llega una persona estúpida, similar a cualquier otra persona estúpida que hayas visto, y se aventura en tu vida estúpida... Le das una parte de ti. No la pidieron. Sólo hicieron alguna tontería un día, como besarte o sonreírte y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come por completo y te deja llorando en la oscuridad paranoico, celoso y ciego, el cerebro enfermo, de tal forma que una simple frase como "Quizás deberíamos ser sólo amigos" (o que sus ojos se posen sobre las letras de otro nombre ) se convierte en una astilla de cristal directa a tu corazón.
Duele. Quema. Resquebraja. Arde. Paraliza. Duele. No sólo en la imaginación. No sólo en la mente. Duele el alma; un verdadero dolor que se mete dentro de ti y te descuartiza. Por eso, odio el amor."

Pero a veces, vale la pena.
Desde aquel día se mantiene en el tiempo un verano eterno; podemos continuar siendo dos lobeznos aprendiendo a vivir siempre que quieras.

jueves, 13 de septiembre de 2012

'Save me.'


De vez en cuando, aunque me asuste y me intranquilice, me gusta recordarme la suerte que tengo; esa inmensa suerte de saber que mi mayor problema (mi mayor miedo) sea la pérdida (el riesgo, el dolor, cualquier mal devenir) del motivo de mi felicidad. Y de vez en cuando, al recordarlo, me sale la sonrisa más tonta del mundo mundial.

Me alegro de haberme equivocado tantas veces y de haber llorando tantas veces y de haberme golpeado el dedo mequiñe del pie tantas veces. Porque todo me ha llevado aquí: los errores han sido los correctos.
Y a pesar de que de vez en cuando sigo pensando que jamás lograré lo que quiero, que esta habitación me ahoga más que me salva y que la soledad me la he buscado yo, me siento feliz.


Así que gracias y quédate conmigo al menos hasta que aprenda a pelar pepinos, a usar el cuchillo debidamente sin que mis dedos teman por su vida y hasta que las tortillas de patatas me salgan tan sumamente perfectas. Al menos hasta que eso ocurra, ¿vale? 

martes, 14 de agosto de 2012

Las fases de la menstruación.

Pesadez de piernas.
Hinchazón del vientre.
Negación.
Retención de líquidos.
Dolor en los senos.
Negación.
Aumento (o disminución) del apetito y la libido sexual.
Sensación de vacío.
Soledad y aislamiento.
Llorar con los anuncios de pañales.
Negación.
Ira.
Frustración.
"Estoy gorda", "soy fea", "nadie va a quererme nunca", etc, etc, etc.
Pesarse.
Negación.
Odio hacia una misma y hacia los demás.
Dolor en los ovarios.
Depresión.
Euforia.
Depresión.
Euforia.
Depresión seguida de negación.
Te sientes asquerosa.
Depresión.
Negación.
Depresión.
Llegada de la menstruación con sus respectivos dolores y traumas psicológicos.
Compresa o tampón o copa menstrual.
Acepta...Negación, negación. 
Resignación hasta la próxima. 

lunes, 13 de agosto de 2012

'Trautes Heim, Glück allein...'


Hace, aproximadamente, una semana desde que regresé de Alemania y Austria.
Siete días estuvimos por tierras norteñas mi familia y yo; y para mí fue incluso mejor que la primera vez. Porque con veinte años ves las cosas más bonitas (y realistas) que con doce y trece y medio.

El problema lo trae la vuelta. No tanto la despedida a esos paisajes verdes sino el retorno y el nuevo hola a un país lleno de incendios y subnormales y a una casa a la que no se la puede llamar hogar. Y es que aquello es tan simple, tan puro, que llegar a estos lares y andar por una acera repleta de colillas y mierda humana se torna un poquito asquerosete.
Yo siempre he querido a mi país, que conste. Pero comparar es fácil y la pobre España sale perdiendo por goleada, más aún cuando Granada se te hace tan minúscula que te la recorrerías una noche de paseo y más aún cuando sabes que si te marchases echarías más en falta los saltos de tu perro que las sonrisas de muchas personas.


Así que entre pensamiento y pensamiento acerca de tu futuro, se te cuela la imaginación despiadada y se pone a hacer de las suyas: inventa una casita de madera y un jardín, dos perros de diferentes narices y una chimenea dispuesta a calentar el salón las tardes de invierno.
Café y zumo de naranja para desayunar acompañados de embutidos, panecillos adornados con pipas y Nutella lista para untar. Gulash para comer, un trocito de una Schwarzwälder kirschtort casera de postre. De merienda unas cerezas o unos arándanos y para la cena salchichas, que no se pierda la costumbre, junto con kartoffelsalat.

A la mañana un paseo, a la noche otro. Entre pinares y vacas y el murmullo de más de un río.

Trabajar unas horas justas para cobrar un sueldo justo. Que se valore lo que haces, que no tengas que lamer veinte culos para salvarte el puesto. Porque en Alemania tienen las cabezas tan cuadradas que siempre van de cara aunque te duelan las verdades que te dicen sonriendo; no hay medias tintas. Y eso se agradece cuando vives en un país donde se lleva más el pegar puñaladas por la espalda.

Tratar a tu perro como alguien de la familia ante cualquiera porque nadie va a venir a decirte que el perro tiene su lugar y tú tienes el tuyo porque andas con dos piernas y no con cuatro. Ni nadie va a venir a decirme que no me siente en una cafetería a tomarme un té junto a mi perro vaya que le moleste porque, allí, ningún animal molesta.
Molestan los gritos humanos, el coleteo alegre de un animal no supone amenaza.


No sé de qué podría trabajar.
El sector de la sanidad es demandado y con lo que me atrae a mí el tratar cabezas de marginados sociales o el toquetear jeringuillas, no me importaría estudiar psicología que enfermería que meterme en un laboratorio.
O de auxiliar de veterinaria y peluquera canina; o auxiliar y adiestradora; o auxiliar y...
El japonés podría servirme, un chino básico y un árabe básico también. Mi propio idioma, el inglés, algo de francés. Podría trabajar en una Kurhaus o similar, o a lo mejor acabo de camarera o de dependienta...
No lo sé. Y este punto es el único que me tortura porque es a muy medio/largo plazo y yo soy impaciente por naturaleza.

Gracias a Dios, dudo mucho que me fuera sola y, mientras yo decido en qué invierto mis horas (si es que no he logrado vislumbrarlo ya), tendré de acompañante a la única persona que no me sobra nunca. Tampoco sé qué hará él, pero poco me importa porque suele centrar más la cabeza en buscarse la vida que en estropeársela con pensamientos suicidas.


Lo que sí tengo muy, muy, muy claro...¡es que las compras las realizaré en Freiburg! Que mis hijos visitarán Schonach un mes al año (se rumorea que de aquí a un tiempo tendrán que jubilar un reloj de cuco que se dice es el más grande del mundo y, claro, sea el pajarillo jubilado o el nuevo empleado, yo quiero que lo vean piar con los ojos desorbitados anunciando las doce) y que haré que mi pareja pedalee al menos una vez a la semana en el lago Titisee como muestra de su amor.
Munich y Austria nos pillan cerquita, tan cerquita que vete tú a saber si no podríamos irnos allí algún que otro verano de vacaciones. Sino...el norte. Porque sino vivo en Dortmund tendré que visitarlo y volver a enamorarme de esa ciudad mitad verde hierba mitad gris asfalto.

Y que no me hagan hablar de los trajes típicos, porque a mí a "maricona" no me gana nadie y se iban a tener que llevar ¡casi todos los días del año!



Soy un poco inocente e ingenua, que me conozco. Lo veo todo muy rosita y facilón y si algún día me toca ir allí me voy a pegar semejante hostia en la cara que tú verás si despierto yo del sueño. Pero es que claro, aquí es todo tan difícil, aquí me cuesta tanto verme fuera de casa y con trabajo y ya no digamos con expectativas de ahorrar para ver mundo y...que no. Que es que aquí es todo muy negro. No hay nada y lo poco que teníamos nos lo están quitando porque somos imbéciles.
Fíjate tú si somos imbéciles que ni siquiera protestamos como debe ser.

Por eso tengo tantas ganas de irme, digo yo. Por eso y porque el calor y el aburrimiento me queman las neuronas. Por eso no me importaría estudiar algo que me guste a medias tintas si luego me dará de comer a mí y a alguien más. ¡Por eso quiero ahorrar y no me he comprado aún un iPod Shuffle, hombre!

Por eso. Porque España cada vez me da más urticaria y lo único que echaría en falta se quiere venir conmigo; ¿así quién no se va a vivir a Alemania o a Filipinas?

sábado, 28 de julio de 2012

Tontos muy tontos.



Mi padre siempre ha dicho que darle dinero a un tonto es cometer un error, y tiene razón. Porque el tonto se crece y se piensa que posee independencia, fuerza e inteligencia; que esté solo o no (y que esté loco o no, hay tontos muy chiflados) todo lo que desee lo va a lograr y que los demás no van a interponerse en su camino porque, repito, se creen con virtudes de las que carecen.

Los tontos muy tontos que además son chiflados no sólo se inventan a sí mismos mucho mejores de lo que son, sino que se hacen víctimas de todos aquellos que le rodean. Son destructivos, lobos con piel de cordero. Ellos siembran mal a su alrededor y esperan no recogerlo porque no lo ven; el día que el mal sembrado aparezca resultará que no es suyo, sino tuyo. O de tu prima la del pueblo, quién sabe.

Los tontos muy tontos que además son chiflados suelen andarse con amenazas e insultos, gritos. Se les llena la boca de "hijos de puta" y de "yo te mato", de mierda pura que regalan sin miramientos por doquier. Las manos las cargan de violencia y basta que pases a su lado para que intenten hincarte las uñas en la piel o arrancarte tu hermosa cabellera.

Los tontos muy tontos que además son chiflados no quieren ser felices, o eso aparentan. Están tan ocupados humillándote y destruyéndote que se olvidan de su propia felicidad. A veces la rozan: cuidan su autoestima, la familia y amigos los adoran y se preocupan por su vida más que por la tuya (por destrozarla, claro, ellos se preocupan de destrozarla). El problema es que acaban cediendo a sus impulsos culebroneros (término con el que hago referencia a esas personas que se pasan toda su existencia comportándose como si protagonizaran una telenovela venezolana) y vuelven a las andadas.

Los tontos muy tontos que además son chiflados cansan, agotan, asesinan la paciencia. Y llega un momento en el que o escapas o explotas...¡o acabas como ellos!

Yo a mis años de niña pequeña que jugaba con muñecas, lloraba porque la familia de mi madre está llena de tontos muy tontos que además son chiflados; mi abuelo es el peor, aunque mi madre, mi abuela y una prima segunda no se quedan cortos (el resto andan ahí, ahí en la cuerda floja...).
Yo lloraba porque mi padre era cruel y, aunque de broma, me decía que yo acabaría como mi madre o como mi prima o como cualquiera de esa familia extraña con apellido de árbol. "Yo no quiero, papá, ¡no quiero!", exclamaba angustiada, "¡quiero que te busques una novia veterinaria!". Entre sus risas y mis llantos se acababa la discusión.
Ahora que mi madre posee dinero y, por tanto, se cree con poder* no cesan en mi cabeza esas ridículas conversaciones que mantenía con mi padre ni las veces que me irrité creyendo que yo sería su vivo reflejo, su viva imagen (pero con menos tetas). Aún me asusta. Aguanté muchas estupideces por su culpa, crecí a través de mi propia autodestrucción y todavía le guardo rencor por aquel año que se quedaba junto a aquellas escaleras, a unas cinco calles de mi colegio, cuando esas niñas asquerosas buscaban "jugar a las palmitas" con mi cara cada día a la salida del colegio.

Mi madre es una tonta muy tonta que además es chiflada.
Pero la paciencia tiene un límite y eso ya lo sabemos todos.



*Una persona en su sano juicio no se creería más guay ni más poderosa ni fuerte por tener cuatro euros en el banco, pero hay gente así de tonta que sí, que porque le den cuatro duros ya se ve como un multimillonario que puede despreciar a los demás.
*Esta entrada está patrocinada por mi salud mental, que agradece enormemente que la haya escrito. Porque un día de estos yo me vuelvo tó loca. 

viernes, 20 de julio de 2012

lunes, 9 de julio de 2012

Gregor Samsa.


El año pasado, allá casi por principios de Julio, llegó Gregor Samsa (llamado así en honor a mi libro favorito, no porque sea una hortera). Era pequeño, juguetón y se dormía en cualquier parte.
No costó un duro. La jaula veinte euros junto al serrín. Desconocíamos su edad, pero el dueño de la tienda de animales aseguró que no tenía más allá de seis meses.

Hoy ha muerto. O yo me lo he encontrado en ese estado; tumbado, al lado de ese dichoso tubo en el que se metía, con los ojos medio cerrados. Estaba precioso. Y haciendo de sombrero, un moscardón de mirada roja y patas negras. Totalmente asqueroso, denigrante, acariciaba sus patitas delanteras una y otra vez como si estuviese planeando algo y, a pesar de mis gritos mezclados con lloriqueos de niña pequeña, no se iba. Se quedaba encima de su cabeza, quieto, planeando. Entonces, he zarandeado la jaula y ha salido deprisa, muy deprisa, tan deprisa que ni siquiera le ha dado tiempo a pensar dónde posarse. Se ha colocado en la pared tras revolotear breves instantes; mi zapatilla ha dado de lleno contra su cabeza y apostaría a decir que ha explotado.
Me he cargado un moscardón conscientemente, yo, que jamás mato insectos, que adoro a todo bicho viviente. Yo. Mas se lo merecía...¡ese dichoso insecto no se iba! ¡No dejaba en paz a mi pequeño Gregor, no hacía caso de mi llanto, no se iba, joder! Sólo planeaba con sus dichosas patitas negras, como si me estuviese susurrando desde su privilegiada posición: "Eh, tú, humana fea; ¿sabes? Yo sabía que él moriría, he planeado su muerte...¡voy a devorarlo!".

No podía consentirlo. Igual que el sábado no pude consentir que aquella estúpida hormiga atacara a la avispa que mi novio y yo salvamos de morir ahogada en la piscina.

Hoy por hoy, definitivamente, puedo asegurar que odio a las moscas.

miércoles, 4 de julio de 2012

"Los Juegos del Hambre."


"Los Juegos del Hambre" no es el mejor libro escrito de la historia, pero tiene un "algo" a pesar de que la trama principal de la novela se asemeja demasiado a "Battle Royale" y que la escritora, aunque no peca de no saber emplear los sinónimos (como Meyer), podría haberse esforzado un poco más relatando los detalles. No obstante, no es un libro mal escrito ni es una historia mal llevada. Se lee deprisa, es emotiva y engancha.
Suzanne Collins es capaz de hacer que detrás de un capítulo necesites saber qué ocurre en el siguiente; una dinámica que se repite durante los tres volúmenes de la saga.

El problema viene con la desastrosa película. Ayer, comentándolo con una amiga, me volví a acordar; la vi este fin de semana pasado y me pareció horrible. La banda sonora no es del todo mala y los actores, dentro de lo que cabe, lo hacen bastante bien. Pero la trama...¡¡la trama es una mierda!! Y los cámaras también, realizando miles de giros inesperados (especialmente en los momentos más interesantes) llegando a dificultar la visión de la película y mareando al espectador.

Por eso, hoy, voy a echar espuma (y spoilers) por la boca criticando lo que posiblemente sea una adaptación cinematográfica aún más horripilante que "Crepúsculo". Y eso ya era complicado.



La saga tiene lugar en un mundo post-apocalístico donde el gobierno, conocido como "Capitolio", tiene a su merced un total de trece distritos que años atrás vivieron lo que ellos llaman "Días Oscuros" en los cuales los distritos, encabezados principalmente por el número 13, se rebelaron en vano. El Capitolio, con su avanzada tecnología, doblega a los distritos y erradica al decimotercero; a partir de ahí, para que el pueblo no olvide los Días Oscuros y permanezcan sumisos, cada año se celebran "Los Juegos del Hambre", una especie de "reality show" en el que un chico y una chica de cada distrito, elegidos al azar, deberán luchar a muerte hasta que sólo uno quede con vida. El que sobreviva, conseguirá fama y riquezas.

La protagonista es Katniss Everdeen, de dieciséis años, que se ofrece voluntaria para proteger a su hermana Prim, la seleccionada por sorteo. Ella, junto a Peeta Mellark, representará al distrito doce en Los Juegos del Hambre.

Hasta ahí todo genial, maravilloso. El 12 se encarga del carbón (cada distrito se ocupa de una materia prima determinada); es un lugar pequeño, casi olvidado, donde el hambre y las enfermedades están a la orden del día. Sin embargo, nuestra protagonista tiene la suerte de que su padre la enseñó a cazar y de que la alambrada que separa su ciudad del bosque casi nunca está electrificada; junto a su compañero (un tanto imbécil) Gale, va en busca de alimento para su familia, logrando que ésta pueda subsistir.
En el libro, se muestra bastante bien cómo caza Katniss: en qué acierta y en qué falla y, sobretodo, cuál es su relación con Gale. En la película aparece una breve imagen de ella con el insoportable muchacho  en un bosque y a tomar por culo; no explican por qué ocurre lo de la alambrada (el distrito es tan pobre que el Capitolio tiene la certeza de que no se rebelarán), ni por qué ella sabe cazar y qué es en lo que Gale la ayuda (en el libro, él se encarga de las trampas). Tampoco quién es él, que aparece de repente para decirle a la protagnoista que se marchen lejos, con sus familias a cuestas y adiós muy buenas a todo. ¿Pero irte adónde, alma de cántaro? ¿Y por qué? Además, ¡tampoco estáis tan mal! Porque un punto muy importante donde falla la película es en el hambre: no pasan hambre, directamente. Te encuentras unos personajes que cuando no están comiendo un panecillo se están zampando una ardilla; ni siquiera Katniss y Peeta, en el tren que los lleva hacia el Capitolio, parecen sorprenderse por la cantidad de comida que tienen a su disposición.
A su vez, siempre permanecen impecablemente limpios. Yo comprendo que no van a hacer que los actores adelgacen para que den imagen de famélicos que pasan hambre de verdad, pero lo otro....¿qué sentido tiene? ¿Tanto cuesta ensuciarlos? Si a Katniss le brilla tanto el pelo que yo pienso que se lo lava con Garnier.

Igualmente, el momento depilación no han sabido llevarlo de forma adecuada; tras ser escogidos, Peeta y Katniss deben montar en un tren hasta que, una vez son recibidos en el Capitolio, un grupo de esteticistas que le son asignados se encargan de ponerlos presentables. Sí, de poner presentables a unas personas que ya están presentables: la protagonista en el libro sufre con la cera porque tiene selvas amazónicas en todas partes, incluidas las cejas; en la película, presenciamos un anuncio de la famosa marca de cera "Veet".
Supongo que sí, que Jennifer Lawrence (la actriz) no querría aparecer con quince pelos en cada pierna pero...¿tres? ¿Qué cuestan tres pelillos de nada para darle algo de realidad al asunto?

Ah, no esperéis ver al trío de esteticistas, porque apenas aparecen. ¿Os acordáis de sus quejas, de sus risas, de lo imbéciles que resultan? Vale, pues centraos en Cinna, que a parte de que sale, le da vida Lenny Kravitz y sale pa comerle tó lo negro.




Haymitch, el único mentor del distrito doce. Alcanzó la victoria en unos Juegos hace años y ahora que prácticamente ha sido olvidado, invierte su tiempo en la bebida. Sea del tipo que sea, lo único que le importa es poder tener alcohol en el cuerpo.
Eso conlleva a que pase descaradamente de Katniss y Peeta. Sus consejos para que sobrevivan son insulsos, enfocados siempre al "haced lo que queráis, vais a morir de todas formas." No da ánimos, no ayuda. Tan sólo se emborracha y sus dos aprendices, más el chico que la chica, se tienen que ocupar de él. Hasta que llegan Los Juegos del Hambre y, aunque no cambia mucho, se centra un poquito más y de vez en cuando hasta le lanza un paracaídas a Katniss con ayuda. Eso sí, que no esperen mucho más de él.

En la adaptación cinematográfica, Haymitch es un tío normal y corriente que, alguna que otra vez, da un traguito a lo que tiene en la copa. Habla más con Katniss que con Peeta y hasta se ofrece a ayudarlos; y sufre cuando los ve a ellos sufrir en el campo de batalla.
En resumen: no es Haymitch.




Rue, la pequeña Rue. La niña que ayuda a Katniss a escapar de la alianza de los profesionales (de los distritos 1 y 2, que son entrenados hasta los 18 años específicamente para los Juegos) y Peeta señalándole la ubicación de un nido de ravestrípulas.
Ahí comienza la amistad de Rue y Katniss; mientras que la niña sana a Katniss de las heridas provocadas por las ravestrípulas, Katniss le da de comer y la protege. Es, sin duda, una de las partes más emotivas del libro porque la protagonista ve en ella a su hermana.

Ambas, tras un tiempo juntas, comienzan a planear cómo deshacerse de los profesionales: eliminando por completo la fuente de suministros que poseen. Y ya que se mueran de hambre, por inútiles.
Este plan les cuesta más de una noche; en la película bastan una cena ligera y que Katniss mire al cielo para que se le ocurra la idea a ella solita.

Lo peor llega cuando asesinan a la niña de doce años. ¿Recordáis la canción de Rue? ¿El mensaje entre ambas antes de hacer explotar los suministros? ¿La nana? Pues olvidadla. No hay nana, no hay canción; no hay explicación sobre los sinsajos. No hay absolutamente nada.
Katniss va en busca de Rue, la encuentra, la intenta salvar y la matan. La niña muere en sus brazos, ella llora; la cubre de flores. Y se acabó.
La canción era uno de los momentos más importantes de la historia porque marcaba el comienzo de la rebelión: ha surgido la amistad entre enemigos y, cuando uno muere, se ha rendido homenaje a él y, por tanto, a su distrito.
Tierno pero peligroso.


Peeta y Katniss. El chico con labia y gracia y la chica que no sabe actuar, que destaca por su sosería.

A ojos del público y de Haymitch, Katniss es lo suficientemente aburrida como para tener que fingir que entre ella y Peeta existe un romance para darle vida y conseguirle patrocinadores que le den ayuda en el campo. A ella esto no le hace ni pizca de gracia pero termina resignándose, diciéndole al público que sí, que está enamorada.
Hasta que Peeta se alía con el bando enemigo y ella decide olvidarse de él.

El chico, en el libro, es un buen mentiroso. Es lo único que tiene junto al camuflaje: que sabe actuar. Finge su alianza para proteger a Katniss y finge su romance para que los demás se fijen en ella, para hacerla vulnerable y dulce a la vista de los espectadores.
En la película, esto no es así. Ni se ve que Peeta mienta, ni se ve que quiera protegerla, ni mierdas en vinagre. El personaje simplemente se cambia de bando y se amolda hasta que es herido y encontrando por Katniss, que lo cuida (mucho menos que en el libro) y lo besa con ansia viva. Lo besa tanto que yo llegué a creer que estaban enamorados de verdad; sino fuera porque, reitero, Katniss es la sosería personificada. En el libro, es Peeta quien la besa para darle al público lo que desea, ella no hace absolutamente nada, salvo dejarse llevar, asentir a las cursilerías del chico rubio y darle dos picos mal dados cuando está enfermo.

El momento banquete también lo han desperdiciado. No hay apenas violencia y Katniss sale airosa de la trampa; Peeta se recupera en seguida. No hace falta que nadie cargue con nadie ni que Katniss piense mil y una veces que Peeta es un coñazo porque, a parte de malherido, hace mucho ruido cuando van de caza. Porque no, en las dos horas de película no caza ni un triste ratón.


Es una pena, desde mi punto de vista, el desperdicio que han producido. Gastar dinero para realizar algo así debería estar prohibido.
Katniss gana Los Juegos del Hambre no por ser más lista ni más fuerte que nadie, sino por saber alimentarse y esconderse. Peeta gana porque a ella se le ocurre la idea de las bayas envenenadas, pero no como acto de rebelión sino de agradecimiento: va a morir con él porque él, hace años, la salvó de morir de hambre.
En la película la escena de las bayas no impresiona, no provoca lástima; Peeta no se mete las bayas en la boca, no están a punto de suicidarse. Simplemente las sacan y se acabó.

Puntos importantes como los aerodeslizadores o las imágenes tras los cañonazos tampoco aparecen. No se sabe en ningún momento quién vive y quién muere. Los mutos no son lobos, son perros sin cola; la Cornucopia no es alta. Esta parte la destruyen, porque ni se enfrentan a Cato ni Katniss ve en la mirada de los lobos los ojos de los participantes de Los Juegos; Cato no agoniza durante horas cuando lo devoran.
Las partes de la madre, Prim y Gale son casi eliminadas. Gale aparece dos veces contadas enfadado con no se sabe qué, porque nadie explica ni que está enamorado de Katniss ni que es un perro-flauta con ganas de revuelta.
Prim parece más débil de lo que en realidad es y no se nos muestra a la madre como una mujer deprimida por la muerte de su marido que ha olvidado ocuparse de sus hijas por completo. Tampoco se ve claramente cómo murió el padre de Katniss.

Los Juegos del Hambre es un libro complicado de adaptar porque son muchas cosas y todas pasan muy rápido, y casi todo está enfocado en los pensamientos de la protagonista. No obstante, debe de ser un poco triste que "Battle Royale" esté mejor adaptada y aproveche mejor el tiempo. En esta adaptación, no te enteras ni del nombre de la chica.
Creo que en mi vida me había decepcionado tanto una película. Dios quiera que no la caguen con "En Llamas" o esto se convertirá en la futura saga Crepúsculo.

miércoles, 27 de junio de 2012

Bléh, bléh y bléh.

A mí el tiempo más que justicia me hizo daño. Tan dramática soy. No consigo deshacerme de esta sensación de quedarme siempre en segundo lugar. Y ya cansa.

A veces soy tan idiota que duele.

jueves, 21 de junio de 2012

A mi yo adolescente:


Alejarte de ella será el primer consejo que te daré de una larga ristra de advertencias que escribiré en esta especie de carta hecha a ordenador.
No le busques los tres pies al gato: es muy bonito intentar comprender a los demás, la empatía es preciosa y tal y pascual; pero pequeña, esa golfa con gafas es una hija de puta con todas las letras. Y te está haciendo la vida imposible; sé que no vas a ser capaz de ignorar cada pulla ni cada golpe que te mande (a través de los demás, por supuesto) porque, aunque fuerte, no sabes defenderte. No obstante, mándala a la mierda. Te sentirás bien.

Segundo. Puedes con el bullying. Que te importe un comino que te hagan la vida imposible, que te llamen fea, gorda, zorra y que te pidan a gritos que te suicides porque molestas. La indiferencia debe ser tu táctica: total y absoluta. Peguen, griten, insulten...te da igual. Eres fuerte, inteligente, bonita. Eres mucho mejor que ellos en todos los aspectos, así que no dejes que mermen tu autoestima. No caigas en estupideces, no pienses que eres un asco de persona, ni llores más, cojones. O mandaré al Perro a vigilarte día y noche y créeme que no te gustará.
Ah, lo de las mesitas y las pintadas en la pizarra es otra estupidez. Sé que te afectó; sé que lo superaste. Te recomiendo que no lo dejes para más adelante: supéralo en ese mismo instante.

Tercero. Aléjate. Sí, de nuevo. No, no me refiero a la imbécil de antes, me refiero a tu nueva amiguita, a la rubia, a esa loba disfrazada con piel de cordero. No la defiendas; si la llaman puta, que la llamen puta; si la empujan, que la empujen; si tiran sus cosas a la basura, que tiren sus cosas a la basura. Tú, pequeña, no tienes nada que ver. No es tu vida, no es tu problema. Suena cruel, pero esa desgraciada te dará la patada a los dos años de supuesta amistad forever and ever que teníais y te tratará como si fueras una bolsa de basura. Te dolerá muchísimo ver cómo pasa a formar parte de aquellos que te odian porque el borreguismo está de moda; evítalo a toda costa. Mándala a freír espárragos...y, si aún así caes en la trampa, no te preocupes. Hay más gente ahí fuera, ella no se merece que te hundas. 

Cuarto. Haz caso a Silvia. Más del que le harás. Sus palabras suenan a desconfianza y tú eres la niña más introvertida con la que podía cruzarse; sin embargo, va a ser la única dispuesta a escucharte y a verte llorar. Aprovecha la situación al máximo, que ya tendrás tiempo de sobra de agradecérselo. ¡Ah!, y que no se te olvide darle las gracias a Sonia y a Paco, para dos profesores buenos que encuentras...

Quinto. Dakota se ha ido, lo sé. Has perdido a una de tus "hermanas" y no sabes hacer otra cosa que llorar a escondidas en tu habitación, que llamarte imbécil por no haberla salvado (¿acaso podías prever su muerte?, ¿acaso tú podías hacer algo?) y que olvidar a Diva. ¡Eh, hola! ¿Has leído bien? ¡¡DIVA!! Dakota era dulce, preciosa, era una perra maravillosa y la amaste muchísimo; pero hay más ahí fuera, alguien más necesita tu atención. Acostumbrada a tu eterna presencia, se le hará doloroso perderte, perderos: a ti y a Dakota. ¿Crees que es lo correcto? Sal fuera y hazla feliz, la quiero ver alegre hasta que se vaya ella también. Porque sí, también se irá. Y te dolerá; aunque estoy segurísima de que si te mantienes a su lado hasta que llegue ese día, será todo más sencillo. Sino hasta una pared de color blanco te llenará los ojos de lágrimas mientras te repites por dentro que eres una desgraciada y una gilipollas, que fuiste cruel. No quieres eso, créeme. De todas formas, como te conozco...sea lo que sea, no te flageles, por favor. No eres el demonio.

Sexto. Vas a salvar a tu padre. O eso pretendes. El matrimonio de tus padres va camino de la suma fatalidad; los enfados han pasado de los gritos comunes y corrientes a unas faltas de respeto enormes difíciles de soportar. Por eso tu padre evita ir a casa; bueno, por eso y por lo que descubrirás después: sí, cielo, sí. Alguien en tu casa parece que está siendo un ciervo y no sois ni tú, ni Diva, ni tu madre, ni el canario. En el fondo te da igual porque en cuanto tu padre te dice que se divorciará porque no aguanta más la situación se te iluminan hasta los ovarios: estás harta de tu madre, de su familia y, ahora también, de esa niña estúpida a la que trata como su hija. 
Lamento decepcionarte: nadie se divorcia en esta historia. Aguantarás como una campeona los desprecios de tu madre y te acercarás más a tu padre mientras él pasa de todo el mundo. No le guardes rencor, de verdad; sé que tú lo estás pasando mal en el instituto y que te sientes sola, pero es que él tampoco está viviendo en los mundos de Yupi.
Ah, olvídate de la familia de tu madre. Como si no existieran. Esto te costará poco llevarlo a cabo, confía en mí.

Séptimo. Te has cambiado de instituto, has conseguido tu graduado escolar y estás la mar de feliz: nueva gente, nuevo ambiente...El autoestima lo tienes algo tocadete, aunque no es un problema porque ya lo irás subiendo. Tu problema va a ser ese: la subida. Cariño...no le hagas caso a esa chica que se ha acercado a ti, ese imbécil que describe como perfecto no es para ti. Te va a hacer sufrir, te va a gritar, a insultar y a menospreciar. Lo único bueno que hará será invitarte a tu restaurante italiano favorito; también te comparará con una de sus exnovias, con la que mantiene el contacto porque continúa locamente enamorado de ella (una zorra como cualquier otra con la que duró tres meses, nada serio; el tío este además de loco, está atontado perdido). Mentiras por todas partes vas a descubrir; si terminas dándole una oportunidad...estámpaselas en la cara desde el primer momento. No toleres los cuernos. Y, más importante que nada, no permitas que te diga que no le llegas a la suela de los zapatos a una guarra que juega con él. Tú eres mucho más, bonita; si él no sabe verlo me parece de lujo, pero que no venga lastimando autoestimas el tío tonto.
No seas inocente ni pava, que ya hay muchas de ese estilo y sé que eres más lista.

Octavo. No eres fea. ¿Cómo va a ser fea una persona que no muestra su cara porque la oculta tras un flequillo de dos kilómetros de largo? ¡Deja que se te vea la cara, coño! Tampoco estás gorda, ni tienes las tetas feas (pequeñas sí, y qué), ni tienes el culo fofo, ni eres asquerosa. No estás bizca, no mides 1,34 ni tienes las piernas arqueadas; no tienes los labios horribles, ni cara de caballo, ni...¡joder, qué de tonterías! No eres Natalie Portman, no; ni Miss Universo. Pero eres bonita. Más para unos que para otros, tenlo en cuenta. Por favor, no te martirices más diciéndote asquerosa. Eres bonita. Por dentro y por fuera (y que no se te olvida cultivar el "dentro", ¡que te me vuelves de un superficial!).

Noveno y último, que ya está bien: ¡¡vas a ser feliz!! ¡Vas a estar contenta! Contenta de verdad, ¿eh? Como cuando jugabas con Dakota y Diva, como cuando jugabas a los videojuegos o leías El Señor de los Anillos (bueno, ahí creo que fingías un poquito...Tolkien, menudo tostón...). Vas a conocer gente, vas a salir y vas a estudiar. Te vas a sentir realizada y cumplirás tu sueño de estudiar psicología...si no la cagas al año siguiente. ¡Así que cuidadín que te vigilo!

Tendrás cosas buenas. Muchas malas. Tu adolescencia será una mierda, te lo advierto ya. Así que carga las pilas y a por todas.

Cuídate mucho, Holanda. 



Osú qué moñada más grande, illo tío....Una carta para mí misma, osú qué egocentrismo....
La (pre)regla hace estragos en mi persona.

miércoles, 13 de junio de 2012

Una chispita de mala leche.

Últimamente vivo entre apuntes; entre apuntes y meados de mi perro (esto menos, gracias a mi madre), lo que significa que mi humor cuando estoy en casa suele ser entre bajo e inexistente. Ya de por sí estar en mi habitación morada y pistacho es horrible y desesperante, pero cuando no me queda otra que hacerlo acompañada de miles de folios es incluso peor.
Digamos que me exaspera. Y digamos también que cualquier cosa se vuelve muchísimo más interesante cuando tienes que concentrar todos tus sentidos en comprender, aprender y memorizar: el aleteo de un moscardón, los gritos de los albañiles, el gato de la vecina, dibujar unicornios que poseen chalets con piscina, pensar...En especial esto último. Bueno, y lo de los dibujos.
Como mi forma de ser dista mucho de parecerse a la de una chica de veinte años centrada, madura y con las cosas más que claras, suelo darle más de tres vueltas a la idea de mi futuro. Sí, vamos, eso de "¿y qué voy a hacer yo con mi vida, Virgencita del Pompiyo? Mira, mira, mira...mi novio, el negro ese, me buscó un cursillo de auxiliar de veterinaria ¡y yo amo a los animales! Pero tía, están de caros los cursos...y a mi perro le faltan un montón de mesezacos para que yo pueda ganar dinero a costa de sus polvazos...así que tía, no sé qué hacer. Quiero apuntarme pero mientras tendré que continuar haciendo algo. La carrera barata no es...y yo no quiero prostituirme...y Virgencita del Pompiyo mía, la gente que hay es imbécil y me irrita y...puf. Los grados superiores no me llaman la atención...Jo, Virgencita, no sé qué hacer...Yo lo que quiero es rascarme mi hermoso chirri mientras veo series y devoro palomitas del Mercadona, jo...". Todo eso pienso yo en un rato, más tarde en otro, y en otro, y en otro...Siempre para llegar a la misma conclusión: como no sé qué camino escoger, prefiero tocarme el ombligo.
Claro que la idea a largo plazo no resulta agradable. Me imagino deprimida, sola y con treinta gatos sordos (los perros me aportan demasiada compañía y evitarían mi depresión).
Me gusta la idea de trabajar, de emplear mi tiempo en algo interesante mientras me pagan; claro que fijaos a vuestro alrededor y ahora decidme: ¿verdaderamente creéis que doblar camisetas y reponer shorts con encajes es interesante? ¿Divertido? ¿Aporta algo? No, seamos sinceros, ¡no! Así que mi gozo en un pozo. Yo es que soy un tanto delicada (y burguesita) y lo quiero todo. Hombre, si me sale un curro yo quejarme no me quejaré, pero que ya se sabe uno cómo pensamos la juventud...

Sinceramente, mi futuro es lo que más me cabrea. Pensar en él me pone de muy mala leche y como es lo que más hago estando encerrada entre estas cuatro paredes, la cosa siempre va a más; cuando mi cabeza se cansa de darle rodeos al temita, pasa al siguiente: que puede ser cualquiera. Generalmente, pienso en peleas (sí, para animarme el ánimo): en cosas que no dije o no hice en X enfrentamiento con quien fuera (puede que "quien fuera" no esté ya ni en mi vida, claro que a mí me da todo igual). Me concentro y me imagino la situación; cómo respondería ahora, qué haría...Todo la mar de divertido. Hasta que mi mala leche comienza a evolucionar un poquito. Entonces, paso a otros asuntos de mayor calibre, como mi madre. Peor, peor, peor...Mi prima y sus tetas, o mi tía Yolanda y su forma de criar a esos demonios que tiene por hijos. Mi cuñado, a veces. La universidad, los imbéciles de mi clase, mis amigos. Los suyos. En todo. Vamos, que me monto yo ahí un popurrí bueno. Tan, tan, tan bueno...que la única forma de calmar mi enfado es ponerme canciones asquerosas que ni me gustan ni nada para que sustituyan en mi mente a los motivos de mi cabreo; eso o escuchar canciones Disney.

En estos últimos meses he notado que, a causa de mis encerramientos (siempre involuntarios), ha ido aumentando mi mal carácter. Antes sólo aparecía con mi familia, ¡ahora no hay quien me pare, habéis despertado a la furia del dragón!
No veo nada de malo en ello, no lo negaré. Siempre y cuando no salga por estupideces, eso ya son palabras mayores. Gracias a él me defiendo y digo las cosas más claras (y bordes) si cabe; más sarcásticas, más...yo. Y eso es divertido, al menos para mí cuando lo recuerdo (sé que el resto no opina lo mismo).
El problema que veo es que a ver si de tanto darle de comer a mi mala follá luego no hay quien la pare y me vuelvo (aún más) insoportable...¡Así que dejad de despertad la furia del dragón y sacadme y dadme un trabajo digno y mucho dinero y un piso en Novosur o en alguna zona bonita con jardines y piscina y pista de tenis y un gato que oiga, joder! ¡¡Y GRATIS!!

jueves, 24 de mayo de 2012

El día que ligué por Internet.

Un poquito harta de que mi blog sea mi psicólogo, he decidido contar un poquito acerca de mi vida (que no es interesante ni mucho menos) para ver si así los tres idiotas que me leen dejan de hacerlo. Y, para qué nos vamos a engañar, porque este es mi blog y escribo lo que me da la gana, vamos a ver.


Total. Que anoche, mientras me hacía una orgía con los mosquitos en mi habitación, me acordé del día que ligué por Internet. Bueno, uno de tantos, pero es que ese me llegó hondo.
La que por aquel entonces era mi mejor amiga era muy asidua a meterse en chats de estos malos a rabiar donde te podías encontrar quince mil ochocientos treinta y tres tíos salidos deseando enseñarte la verga; nosotras, como buenas adolescentes de catorce añitos que éramos (inocentes, tiernas, dulces...ya sabéis), nos metíamos para...hacer estudios sobre el comportamiento masculino detrás de una pantalla. Ella quería ser administrativa y yo psicóloga, así que estábamos en nuestro derecho de hacer lo que nos saliera del pokémon.
Un día, aburrida yo en casa porque mi querida amiga se había ido a no sé dónde (¿a hacerse la cera?, yo qué sé), decidí meterme solita (siempre lo hacíamos juntas, que así quedaba más guay, más maduro, más de guarrillas) en uno de los chats para ver si conseguía reírme un rato de tanto desesperado. Así que, ni corta ni perezosa, abrí una ventana en el Explorer (¡en el Explorer!, ¡madre de Dios!), puse el nombre en el buscador, clické y elegí mi nick de siempre: "chica_aburrida" (la otra se ponía "rubita_cachonda" o algo terminado en "69", yo era más simple que el mecanismo de un chupete) y, nada más entrar, ya tenía a ocho desesperados hablándome ansiosos de sacarme de mi estado de aburrimiento.
"Uy, wapa, k tal jejeje tas avuridita en kasika", "ola, vomboncin", "k pasaaaaaaaa" y demás variantes.
A los primeros y a los segundos, que solía denominarlos "Cuadernillos Rubio" por eso de que les hacían falta unos cuantos, los ignoraba a pesar de que siempre, siempre, siempre seguían insistiendo (¿no hay más tías, cabrón?, déjame ya, hombre) y a los que eran tipo el tercero les daba una oportunidad hasta que me preguntaban por mi talla de sujetador.
A la media hora, más o menos, comencé a aburrirme porque hablar con subnormales en soledad no era tan divertido como me parecía al principio, así que pensé que sería mejor cerrar el chat y a tomar por culo, hasta que...
-¡Hola!
¡Coño! Ha puesto "Hola" con dos signos de exclamación y con "h".
*Hola. 
- Jajajaja. ¿Qué tal?
*Ehm...bien, ¿y tú?
Mi extrañeza iba, especialmente, porque me había preguntado por cómo estaba. No era un "¿quieres ver mi pollita, querida?" ni un "¿me enseñas las tetas, preciosa?", no. Era un "¿qué tal?", un "venga, cuéntame tus problemas, o dime de dónde eres...¡lo que gustes!" en toda regla.
El chico en cuestión tenía diecinueve años, era de mi ciudad y se llamaba Ismael (aunque todos lo llamaban "Prety" o "Proty" o algo parecido); estaba estudiando una carrera y se metió al chat para buscar a una amiga suya (ya, ya, ya) que solía frecuentarlo.


Tener diecinueve años y ser un madurito eran sinónimos en mi mente, así que pensaba que hablaba con algo parecido a lo de la foto. Ay, ¡omá! No tenía yo fe.
La conversación con Proty (lo llamaremos así) fue muy simple: un qué estudias por aquí, un qué te gusta por allá, un qué edad tienes por ahí, un dame tu MSN que me agobian las mujercitas salidas de este chat por allí...
Se lo di. Nos tiramos prácticamente toda la tarde hablando sobre Pokémon y demás estupideces que paso de hacer el amago de recordar. Aproximadamente, nos tiramos chateando todas las tardes enteras durante un mes, mes y medio, hasta que mi querida amiga se enteró. Porque no, no se lo había dicho; yo no sabía que eso era un pecado mortal en el mundo de las amigas, por lo que no lo vi como algo malo...pero ella sí. Oh, vaya que sí. ¡Le estaba ocultando mi "romance"!
Nuestra relación estaba ya un tanto desgastada, lo que hizo que ella se sintiese traicionada y pasase a no hablarme durante un tiempo. A mí me daba igual, claro está; yo el bullying en clase lo sufría en soledad (era de las pringadas, sí) y por la tarde tenía a don Proty y a mi querida mallorquina para entretenerme.
La mallorquina fue otra que se lo tomó un poco a mal. Es que claro, yo no la dejaba de lado, pero aún así esas cosas molestan; que de repente aparezca un subnormal de un chat de salidos y te quite a tu nueva amiga del mundo digital no mola. No mola nada. A pesar de que lleves ya casi un año hablando con ella y siempre critiquéis lo mismo, no mola.
Ella mostró su enfado de otra forma: me lo dijo directamente. "Tía, deja ya al Proty, que es muy pesado". Hice caso omiso. "Jo, Proty no es pesado ni un salido, es un chico normal, pobrecito." Divina inocencia.
Pasados unos dos meses más, el muchacho comenzó a hacerse cansinete con el tema de las fotos y de vernos. Yo pasaba de que me secuestrara o me violara, así que pasaba de él. Hasta que el muy loco puso mi nick de antaño (era un nick raro, raro, raro, raro, raro...vamos, que no era muy difícil localizarlo) en Internet y encontró mi Netlog (por aquel entonces se llamaba de otra forma), red social que yo tenía pública con veinte mil fotos de japoneses, doramas, películas...y dos o tres mías con mis perros. Porque soy subnormal (tranquilos, las eliminé).

Así que, ni corto ni perezoso, empezó a pasármelas por el MSN y..."¡DIOS, QUE SOY YO!". Y entre mi personalidad amorosa, dulce, inocente, borde y divertida y mi carita de niña buena y angelical y mi cuerpo con cadera, culo gordo y tetas inexistentes...conquisté a Proty (quizás los perros tuvieron también algo que ver...).


Proty se volvió pesado de cojones. "Venga, vamos a vernos; es que me parece increíble que no confíes en mí...", "¿por qué no quieres conocerme?". "que no muerdo, mujer...si no te dejas yo no muerdo...", "me gustas mucho y, de verdad, querría verte en persona" y demás manipulaciones perversas eran utilizadas por su mente de madurito universitario para llevarme al lado oscuro.
Una lástima que nada funcionara conmigo. Ni siquiera que me pusiera la cam y me pasara una foto. Porque el muchacho no era feo, no, era un tío simplón con restos de granos en la cara y el pelo despeinado. Pero yo era una niña de catorce años de las que ya no quedan, que pensaba en leer, en escribir, en correr tras las salamandras del campo los domingos y cuyo corazón pertenecía a Viggo Mortensen. Me parece que lo único de mujercita que hacía a esa edad era depilarme...Seguro que si Proty hubiera sabido que un año después llevaría gafas y el pelo se me pondría asqueroso, no me habría querido. Ah, y que adelgazaría aún más...

La última semana que tuve contacto con él, estaba charlando alegremente con mi mallorquina sobre blogs japoneses cuando él me dijo que le interesaría conocerla porque eso de estudiar japonés de forma autónoma no le convencía (todo lo que me interesaba a mí, pasó a interesarle a él). Así que le pregunté y ella aceptó, total, qué más daría.
La que liaron. Una semana peleándose; Proty decía que era una engreída de mierda que iba de "sé más que tú porque voy a clases de japonés" y ella decía que él era gilipollas, así a secas, no eran necesarias razones.

Entonces, el chico del chat de salidos cometió un error. Discutió fuertemente con ella (no preguntéis) y me puso entre la espada y la pared:
-No me gustan nada tus amigas. Es que en serio, esta tía no te pega nada...Y yo paso de hablar más con ella, lo siento...blablablablablablabla...Así que yo sólo te digo una cosa: o hablas conmigo, o hablas con ellas. Paso de querer estar con una chica con semejantes energúmenos por amigas, por muy mal que suene.

Y en cuestión de cinco segundos, le di a No Admitir y lo eliminé del MSN para siempre.

martes, 22 de mayo de 2012

Weak point.

Necesito, necesito, necesito, necesito...

Odio el verbo "necesitar". Es de una de esas palabras que no debería tener derecho a existir. 

martes, 15 de mayo de 2012

Al carajo, Bolonia, que te vayas al carajo.


Mi futuro universitario pende de un hilo y mi mes de mayo está siendo exactamente igual al mayo anterior: no sé por dónde coger mi vida, lo que conlleva enfados semanales y depresiones varias durante viernes, sábados y domingos.
Harta de la gentuza de mi clase (a excepción de cuatro o cinco que están de Erasmus, un señor argentino y algún que otro chino y poco más), de los profesores que invierten las dos horas de clase en leernos diapositivas o en avivar debates con el gordo friki de la clase sin ni siquiera otorgarnos cinco minutos de rigor para respirar y tomarnos un zumo a contrarreloj, de los autobuses llenos de pijas con tacones y raperos enseñando los calzoncillos y trabajos en grupo que más que contar como parte de una calificación final sirven para controlar nuestra asistencia a clase...yo hoy me he quedado en casa. Porque una sin estrés y sin enfados estudia mejor y se organiza mejor. Y, qué cojones, que estoy yo muy harta de tanta tontería.

Todo el que me conoce sabe que mi sueño era estudiar psicología; alejándome de los tópicos de "quiero meterme en la carrera porque voy a salvar a la gente" o "es súper fácil, tú coges, te sientas y escuchas y te sueltan el dinero", a mí realmente me interesaba. Controlar vidas, aprender a jugar con la gente (la mayoría de la población es idiota, es un hecho irrevocable) y conocerme a mí misma eran los ingredientes de un plato perfecto que estaba deseando degustar. Más llegó Bolonia y con ella me tocó joderme.
Genial, perfecto. ¿Eres de letras?, pues apechuga con tus letras. Aquí estoy ahora, estudiando Lenguas Modernas, grado nuevo de cuatro años de duración en el que puedes estudiar tres lenguas (no de manera simultánea) y darte por contento porque vas a saber mucho de todo y poco de nada. Por ahora, nuestras perspectivas de futuro se basan en: ser profesores, ser lingüistas o ser filólogos. A cada cual más...tentadora, supongo.


La única salida que podría, a alguien como yo, motivar para gastar seis años de su vida en rascarse el ombligo mientras hace trabajitos en grupo que le aseguren un seis y acude a clases particulares para sacar una matrícula, sería la de Traducción e Interpretación. No obstante, visto lo visto y dicho lo dicho de que aprendemos mucho de todo y poco de nada, el nivel logrado al final del grado no sería suficiente (desde mi punto de vista) para trabajar en ninguna empresa ni en ninguna parte de traductor a no ser que te encante dedicarte a traducir a niños de diez años cuentos chinos.

Esto me lleva a haber dedicado tres horas de mi mañana a lo siguiente: buscar trabajos relacionados con animales que no incluyan la palabra "veterinaria"; ¿resultado? Estrepitoso, fracaso estrepitoso. Mis opciones van desde pedir un préstamo y montar mi propia peluquería canina a trabajar en un matadero (¿qué tipo de sádico se mete en un matadero amando a los bichos del Señor?). Opción descartada hasta nuevo aviso. Vuelvo a buscar. Mi otra alternativa consistiría en continuar en la Universidad, en mi misma rama (letras) y cambiarme de carrera a otra de Traducción pura y dura como la de alemán o inglés. Aquí es donde vuelve a entrar Bolonia...

Según mi nota, me será más fácil (dejad que me ría) entrar en una carrera que el resto de universitarios que estén pensando en hacer lo mismo...Uy, perdón, ¿dije universitarios? Quería decir universitarios, discapacitados, personas mayores de 25 y 40 años y todos y cada uno de los estudiantes que procedan de un Grado Superior, añadiendo a parte los nuevos que llegasen de realizar la Selectividad este año. Genial, oh sí.
Otra alternativa viable, al menos antaño, era cambiarme de rama: irme a una carrera de artes, a una de salud...Ya no, claro; por eso dije antaño. ¿Quieres estudiar salud? Repite Selectividad.

Desilusionan a cualquiera.



Mi vida es un torbellino de emociones que no sé cómo controlar.
Desconozco qué va a ser de mí y odio no tener el control sobre algo tan simple como es mi futuro; con veinte años una no está para andar dando rodeos sobre el mismo árbol.

Steve Jobs y su mente brillante lo tuvieron fácil; Jessica y su mente mediocre invierten el tiempo en cazar una mosca mientras las horas pasan y en amontonar pilas de apuntes sobre el escritorio a la par que piensan que han nacido en la época equivocada. En la Edad Media yo actualmente sería madre de ocho niños y seis niñas, tendría un burro, seis cabras y dos caballos, probablemente también una vaca marrón y blanca y mi marido sería un herrero o un honorable escudero. El pueblo se dirigiría a mí como "My Lady" porque me sale del mondongo y las cosas serían tan sencillas...

Ni pijas, ni raperos, ni trabajos, ni diapositivas, ni Bolonia...
Casi que prefiero estar todo el santo día pariendo y alimentando a mi burro. Sería más gratificante.