Un poquito harta de que mi blog sea mi psicólogo, he decidido contar un poquito acerca de mi vida (que no es interesante ni mucho menos) para ver si así los tres idiotas que me leen dejan de hacerlo. Y, para qué nos vamos a engañar, porque este es mi blog y escribo lo que me da la gana, vamos a ver.
Total. Que anoche, mientras me hacía una orgía con los mosquitos en mi habitación, me acordé del día que ligué por Internet. Bueno, uno de tantos, pero es que ese me llegó hondo.
La que por aquel entonces era mi mejor amiga era muy asidua a meterse en chats de estos malos a rabiar donde te podías encontrar quince mil ochocientos treinta y tres tíos salidos deseando enseñarte la verga; nosotras, como buenas adolescentes de catorce añitos que éramos (inocentes, tiernas, dulces...ya sabéis), nos metíamos para...hacer estudios sobre el comportamiento masculino detrás de una pantalla. Ella quería ser administrativa y yo psicóloga, así que estábamos en nuestro derecho de hacer lo que nos saliera del pokémon.
Un día, aburrida yo en casa porque mi querida amiga se había ido a no sé dónde (¿a hacerse la cera?, yo qué sé), decidí meterme solita (siempre lo hacíamos juntas, que así quedaba más guay, más maduro, más de guarrillas) en uno de los chats para ver si conseguía reírme un rato de tanto desesperado. Así que, ni corta ni perezosa, abrí una ventana en el Explorer (¡en el Explorer!, ¡madre de Dios!), puse el nombre en el buscador, clické y elegí mi nick de siempre: "chica_aburrida" (la otra se ponía "rubita_cachonda" o algo terminado en "69", yo era más simple que el mecanismo de un chupete) y, nada más entrar, ya tenía a ocho desesperados hablándome ansiosos de sacarme de mi estado de aburrimiento.
"Uy, wapa, k tal jejeje tas avuridita en kasika", "ola, vomboncin", "k pasaaaaaaaa" y demás variantes.
A los primeros y a los segundos, que solía denominarlos "Cuadernillos Rubio" por eso de que les hacían falta unos cuantos, los ignoraba a pesar de que siempre, siempre, siempre seguían insistiendo (¿no hay más tías, cabrón?, déjame ya, hombre) y a los que eran tipo el tercero les daba una oportunidad hasta que me preguntaban por mi talla de sujetador.
A la media hora, más o menos, comencé a aburrirme porque hablar con subnormales en soledad no era tan divertido como me parecía al principio, así que pensé que sería mejor cerrar el chat y a tomar por culo, hasta que...
-¡Hola!
¡Coño! Ha puesto "Hola" con dos signos de exclamación y con "h".
*Hola.
- Jajajaja. ¿Qué tal?
*Ehm...bien, ¿y tú?
Mi extrañeza iba, especialmente, porque me había preguntado por cómo estaba. No era un "¿quieres ver mi pollita, querida?" ni un "¿me enseñas las tetas, preciosa?", no. Era un "¿qué tal?", un "venga, cuéntame tus problemas, o dime de dónde eres...¡lo que gustes!" en toda regla.
El chico en cuestión tenía diecinueve años, era de mi ciudad y se llamaba Ismael (aunque todos lo llamaban "Prety" o "Proty" o algo parecido); estaba estudiando una carrera y se metió al chat para buscar a una amiga suya (ya, ya, ya) que solía frecuentarlo.
Tener diecinueve años y ser un madurito eran sinónimos en mi mente, así que pensaba que hablaba con algo parecido a lo de la foto. Ay, ¡omá! No tenía yo fe.
La conversación con Proty (lo llamaremos así) fue muy simple: un qué estudias por aquí, un qué te gusta por allá, un qué edad tienes por ahí, un dame tu MSN que me agobian las mujercitas salidas de este chat por allí...
Se lo di. Nos tiramos prácticamente toda la tarde hablando sobre Pokémon y demás estupideces que paso de hacer el amago de recordar. Aproximadamente, nos tiramos chateando todas las tardes enteras durante un mes, mes y medio, hasta que mi querida amiga se enteró. Porque no, no se lo había dicho; yo no sabía que eso era un pecado mortal en el mundo de las amigas, por lo que no lo vi como algo malo...pero ella sí. Oh, vaya que sí. ¡Le estaba ocultando mi "romance"!
Nuestra relación estaba ya un tanto desgastada, lo que hizo que ella se sintiese traicionada y pasase a no hablarme durante un tiempo. A mí me daba igual, claro está; yo el bullying en clase lo sufría en soledad (era de las pringadas, sí) y por la tarde tenía a don Proty y a mi querida mallorquina para entretenerme.
La mallorquina fue otra que se lo tomó un poco a mal. Es que claro, yo no la dejaba de lado, pero aún así esas cosas molestan; que de repente aparezca un subnormal de un chat de salidos y te quite a tu nueva amiga del mundo digital no mola. No mola nada. A pesar de que lleves ya casi un año hablando con ella y siempre critiquéis lo mismo, no mola.
Ella mostró su enfado de otra forma: me lo dijo directamente. "Tía, deja ya al Proty, que es muy pesado". Hice caso omiso. "Jo, Proty no es pesado ni un salido, es un chico normal, pobrecito." Divina inocencia.
Pasados unos dos meses más, el muchacho comenzó a hacerse cansinete con el tema de las fotos y de vernos. Yo pasaba de que me secuestrara o me violara, así que pasaba de él. Hasta que el muy loco puso mi nick de antaño (era un nick raro, raro, raro, raro, raro...vamos, que no era muy difícil localizarlo) en Internet y encontró mi Netlog (por aquel entonces se llamaba de otra forma), red social que yo tenía pública con veinte mil fotos de japoneses, doramas, películas...y dos o tres mías con mis perros. Porque soy subnormal (tranquilos, las eliminé).
Así que, ni corto ni perezoso, empezó a pasármelas por el MSN y..."¡DIOS, QUE SOY YO!". Y entre mi personalidad amorosa, dulce, inocente, borde y divertida y mi carita de niña buena y angelical y mi cuerpo con cadera, culo gordo y tetas inexistentes...conquisté a Proty (quizás los perros tuvieron también algo que ver...).
Proty se volvió pesado de cojones. "Venga, vamos a vernos; es que me parece increíble que no confíes en mí...", "¿por qué no quieres conocerme?". "que no muerdo, mujer...si no te dejas yo no muerdo...", "me gustas mucho y, de verdad, querría verte en persona" y demás manipulaciones perversas eran utilizadas por su mente de madurito universitario para llevarme al lado oscuro.
Una lástima que nada funcionara conmigo. Ni siquiera que me pusiera la cam y me pasara una foto. Porque el muchacho no era feo, no, era un tío simplón con restos de granos en la cara y el pelo despeinado. Pero yo era una niña de catorce años de las que ya no quedan, que pensaba en leer, en escribir, en correr tras las salamandras del campo los domingos y cuyo corazón pertenecía a Viggo Mortensen. Me parece que lo único de mujercita que hacía a esa edad era depilarme...Seguro que si Proty hubiera sabido que un año después llevaría gafas y el pelo se me pondría asqueroso, no me habría querido. Ah, y que adelgazaría aún más...
La última semana que tuve contacto con él, estaba charlando alegremente con mi mallorquina sobre blogs japoneses cuando él me dijo que le interesaría conocerla porque eso de estudiar japonés de forma autónoma no le convencía (todo lo que me interesaba a mí, pasó a interesarle a él). Así que le pregunté y ella aceptó, total, qué más daría.
La que liaron. Una semana peleándose; Proty decía que era una engreída de mierda que iba de "sé más que tú porque voy a clases de japonés" y ella decía que él era gilipollas, así a secas, no eran necesarias razones.
Entonces, el chico del chat de salidos cometió un error. Discutió fuertemente con ella (no preguntéis) y me puso entre la espada y la pared:
-No me gustan nada tus amigas. Es que en serio, esta tía no te pega nada...Y yo paso de hablar más con ella, lo siento...blablablablablablabla...Así que yo sólo te digo una cosa: o hablas conmigo, o hablas con ellas. Paso de querer estar con una chica con semejantes energúmenos por amigas, por muy mal que suene.
Y en cuestión de cinco segundos, le di a No Admitir y lo eliminé del MSN para siempre.
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