El estremecimiento de ojos que acompaña al quebradero de cabeza. El dolor que perfora desde el estómago hasta los riñones. Un nudo en la garganta, una mosca en la sopa y arcadas. Y luego frío en los dedos de los pies produciendo engorrosos escalofríos; el frío de la lluvia de mayo. Ese mismo frío con el que miras a tu madre cuando le mientes, con el que tu hermano copia en un examen de biología o con el que tú desvencijas los recuerdos que te unían a esos hombres que jamás llegaste a querer.
Ese mismo frío.
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