martes, 15 de mayo de 2012

Al carajo, Bolonia, que te vayas al carajo.


Mi futuro universitario pende de un hilo y mi mes de mayo está siendo exactamente igual al mayo anterior: no sé por dónde coger mi vida, lo que conlleva enfados semanales y depresiones varias durante viernes, sábados y domingos.
Harta de la gentuza de mi clase (a excepción de cuatro o cinco que están de Erasmus, un señor argentino y algún que otro chino y poco más), de los profesores que invierten las dos horas de clase en leernos diapositivas o en avivar debates con el gordo friki de la clase sin ni siquiera otorgarnos cinco minutos de rigor para respirar y tomarnos un zumo a contrarreloj, de los autobuses llenos de pijas con tacones y raperos enseñando los calzoncillos y trabajos en grupo que más que contar como parte de una calificación final sirven para controlar nuestra asistencia a clase...yo hoy me he quedado en casa. Porque una sin estrés y sin enfados estudia mejor y se organiza mejor. Y, qué cojones, que estoy yo muy harta de tanta tontería.

Todo el que me conoce sabe que mi sueño era estudiar psicología; alejándome de los tópicos de "quiero meterme en la carrera porque voy a salvar a la gente" o "es súper fácil, tú coges, te sientas y escuchas y te sueltan el dinero", a mí realmente me interesaba. Controlar vidas, aprender a jugar con la gente (la mayoría de la población es idiota, es un hecho irrevocable) y conocerme a mí misma eran los ingredientes de un plato perfecto que estaba deseando degustar. Más llegó Bolonia y con ella me tocó joderme.
Genial, perfecto. ¿Eres de letras?, pues apechuga con tus letras. Aquí estoy ahora, estudiando Lenguas Modernas, grado nuevo de cuatro años de duración en el que puedes estudiar tres lenguas (no de manera simultánea) y darte por contento porque vas a saber mucho de todo y poco de nada. Por ahora, nuestras perspectivas de futuro se basan en: ser profesores, ser lingüistas o ser filólogos. A cada cual más...tentadora, supongo.


La única salida que podría, a alguien como yo, motivar para gastar seis años de su vida en rascarse el ombligo mientras hace trabajitos en grupo que le aseguren un seis y acude a clases particulares para sacar una matrícula, sería la de Traducción e Interpretación. No obstante, visto lo visto y dicho lo dicho de que aprendemos mucho de todo y poco de nada, el nivel logrado al final del grado no sería suficiente (desde mi punto de vista) para trabajar en ninguna empresa ni en ninguna parte de traductor a no ser que te encante dedicarte a traducir a niños de diez años cuentos chinos.

Esto me lleva a haber dedicado tres horas de mi mañana a lo siguiente: buscar trabajos relacionados con animales que no incluyan la palabra "veterinaria"; ¿resultado? Estrepitoso, fracaso estrepitoso. Mis opciones van desde pedir un préstamo y montar mi propia peluquería canina a trabajar en un matadero (¿qué tipo de sádico se mete en un matadero amando a los bichos del Señor?). Opción descartada hasta nuevo aviso. Vuelvo a buscar. Mi otra alternativa consistiría en continuar en la Universidad, en mi misma rama (letras) y cambiarme de carrera a otra de Traducción pura y dura como la de alemán o inglés. Aquí es donde vuelve a entrar Bolonia...

Según mi nota, me será más fácil (dejad que me ría) entrar en una carrera que el resto de universitarios que estén pensando en hacer lo mismo...Uy, perdón, ¿dije universitarios? Quería decir universitarios, discapacitados, personas mayores de 25 y 40 años y todos y cada uno de los estudiantes que procedan de un Grado Superior, añadiendo a parte los nuevos que llegasen de realizar la Selectividad este año. Genial, oh sí.
Otra alternativa viable, al menos antaño, era cambiarme de rama: irme a una carrera de artes, a una de salud...Ya no, claro; por eso dije antaño. ¿Quieres estudiar salud? Repite Selectividad.

Desilusionan a cualquiera.



Mi vida es un torbellino de emociones que no sé cómo controlar.
Desconozco qué va a ser de mí y odio no tener el control sobre algo tan simple como es mi futuro; con veinte años una no está para andar dando rodeos sobre el mismo árbol.

Steve Jobs y su mente brillante lo tuvieron fácil; Jessica y su mente mediocre invierten el tiempo en cazar una mosca mientras las horas pasan y en amontonar pilas de apuntes sobre el escritorio a la par que piensan que han nacido en la época equivocada. En la Edad Media yo actualmente sería madre de ocho niños y seis niñas, tendría un burro, seis cabras y dos caballos, probablemente también una vaca marrón y blanca y mi marido sería un herrero o un honorable escudero. El pueblo se dirigiría a mí como "My Lady" porque me sale del mondongo y las cosas serían tan sencillas...

Ni pijas, ni raperos, ni trabajos, ni diapositivas, ni Bolonia...
Casi que prefiero estar todo el santo día pariendo y alimentando a mi burro. Sería más gratificante.

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