Me gusta mi soledad, aunque a veces se haga insoportable.
Mis ahora menos frecuentes migrañas, el ser hija única, tener dos padres más que ocupados con su trabajo y el no haber hecho muchas migas con nadie en la mierda ésta donde vivo han dado lugar a que esa tontería de sentirse solo se haya convertido en un cuento para no dormir de mi infancia (atrevería a decir que también de mi adolescencia).
El problema de la soledad es que se hace rutinaria, aburrida, cansada. Llega a hartar hasta tal punto que te aguantas a duras penas a ti mismo. Y eso me pasa a menudo. Demasiado tiempo libre para invertir en nada. Porque pensar en lo mismo es nada. Porque cualquier cosa que haga se convierte en eso a largo plazo.
No me quejaré de ello, pues peor están otros; prefiero altercar sobre por qué en ocasiones se me hace tan pesada esta situación, aunque la única que iba a conseguir sacármelo del fondo de la cabeza se ha ido al quinto pino. Así que está difícil.
No me apetece que empiece un nuevo año, ni ver luces navideñas, ni gastar energías en intentos ya fallidos desde el inicio en reconciliar hipócritas, ni salir por ahí, ni comer uvas, ni ninguna estupidez de esas. Quiero estar sola, con la máquina esa que llaman ordenador. Porque si me meten en la mierda, a mí me gusta luego restregarme en ella (o algo por el estilo me han dicho…no seré yo la que descubra si es o no verdad). Me apetece reconciliarme con el sueño y escuchar las campanadas desde mis cuatro paredes, por eso de que se oyen mejor y se sentirán menos. Me apetece cagarme en la madre que me parió. Tan claro y conciso como eso, no hay nada.
También reconoceré que empezar el “11” en familia, o con alguien a quien querer me haría bien; incluso me gustaría, o algo así me da por sentir de vez en cuando. Aquella historia de cerrar puños y párpados, mirar atrás y llorar (por eso de que soy una llorona empedernida) me tiene más que cansada.
Pero poco se puede hacer. Es una de las dos opciones, y por ahora, la primera tiene más oportunidades de convertirse en la protagonista del 31 de diciembre de las narices que tanto me están promocionando en todas partes.
Ah, y para colmo estoy mala. Mi garganta lo anuncia, al menos…
.[En el fondo no es lo que quiero, ¿verdad?].
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