sábado, 26 de julio de 2014

¡Eh!, ¡eh!

Tac, tac, tac...Tic, toc, tic, toc. Tac, tac, tac...Tic, toc, tic, toc. 

¿Cuánto tiempo más va a dolerme el corazón?


viernes, 25 de julio de 2014

Exculpar.

Había cierta atracción en aquellos ojos hinchados, llorosos y cansados. Si hubiese sido valiente, habría alzado mis dedos de los pies para llegar hasta su boca y le habría besado una, dos, cinco, incontables veces, hasta fundirme con él en un sólo cuerpo y olvidar que eso que caía por sus mejillas sabía a ausencia y pérdida.

Como cobarde, como niña infantil, me mantuve firme en mi decisión de pagar las consecuencias de mis actos y de haber estado tambaleándome en aquella fina y delgada línea entre "estoy haciendo lo correcto" y "la estoy cagando sin darme cuenta." Pequé de lo segundo tan cruelmente.

¿Cómo olvidar unos ojos amarillos que me seguían allá donde fuese? ¿Para qué quiero mi intimidad si ya no me persiguen sus huellas en busca de conocer cada esquina de la habitación donde me hallaba? ¿Qué haré con todo el daño que le causé por jugar a ser Dios? ¿Qué verbo he de conjugar y qué reacción he de llevar a cabo para superar, asumir y olvidar mis errores?
Cuando el perdón no sirve para exculpar, estás perdido.

Ojalá haber sido fuerte y agarrar sus manos, sonreír y con un "Todo irá bien" borrar los últimos días. Jamás habrías existido y pecaría de sinvergüenza por eliminar tus memorias. Creedme: ¡no me arrepiento de haberme dejado engatusar por ella! ¡No, nunca! Más por mucho que escriba que el dolor es efímero, el duelo de la muerte es eterno.
¿Es que acaso nadie se da cuenta? ¡Se paró su corazón, no el mío!

Me compungiré cada día por alargar su marcha, su huida de este mundo a través de la espesa negrura que pasó a ocupar sus párpados para siempre. No existe el Arco Iris, ni el cielo, ni un maldito infierno, mi vida. No existe. Ni ella tampoco. Ya jamás.

No nos vamos a volver a encontrar, no podré disculparme cuando me desvanezca y mi cuerpo no sea más que un escombro.

Porque te maté. Lentamente. Por cobarde. Por desgraciada. Y cuando noté el ronroneo que presagia el final me decidí a darte sueño pero era tarde, tan tarde, que no transformé tu tormento en un leve paseo hasta el olivo número once de la fila tres...

domingo, 20 de julio de 2014

Los gatos no cumplen órdenes.

¿Y se irá?

El lunes puede ser bonito si mañana marchas a andar o a ronronear. Si esta semana te decides a (sobre)vivir, a mantener en pie tu frágil y debilitada estructura sin dolor pese a que tu maquinaria interior esté fallando, las bocas callarán. Que digo yo, que puestos a soltar mierda y a herir sensibilidades con frases de machaque (tu inminente muerte, el dinero, la facilidad de cambiar un algo por otro algo aún cuando funcionas con corazón y no mediante enchufes o pilas), mejor cremallera en los labios y el ojete abierto, que su función principal es la de sacar al exterior cagadas. La boca cuanto más limpia mejor y si no silencio. Si-len-cio.

Viniste en febrero tras prometerle a todos aquellos que no pude salvar que te cuidaríamos bien. En cierto modo, ¿no hemos cumplido las expectativas? Dormir cada mañana al sol, una alimentación que no produjese náuseas, andar allá donde gustases sin que te fuesen cerrando la puerta en los bigotes.
No creo que un gato, elegante y tierno, pida mucho más.

No obstante, ojalá haberme dado cuenta antes o haber pedido la analítica ese primer día o...qué sé yo. Qué sé yo porque no sé nada de estas cosas. Sólo que antes que sufrimiento, mejor la muerte.
Tal vez esté pecando de impaciente y tu recuperación, aunque lenta y costosa, esté siendo fructífera; o tal vez esté pecando de ingenua y de esa forma, aumentando tu dolor y agonía. Qué sé yo. No sabes hablar, no puedes decirme "Eh, tú, estoy hasta el coño" en el peor de los casos, o en el mejor tampoco darme una alentadora palmadita en la espalda cuando te doy el suero mientras me susurras "Tranqui, bonica, que esto va viento en popa."

Si con palabras es en ocasiones complicado hacerse entender, imagínate con el silencio.

Entiendo que nadie lo comprenda. No eres mi abuela, ni mi tía, ni mi primo, ni un ser humano. Eres una gata. Y ya sabemos que los gatos, y animales en general, no habéis sido cagados por la Virgen María y rebozados en el semen de Dios. O eso comentan por ahí, que no sois divinos de la muelte.
Me la refanfinfla tan profundamente. Lo que no estoy dispuesta a soportar son frases subyugadoras, eso sí que no.

Cielo mío, te vayas mañana o no, sólo quería dejar constancia de que te quiero y de que no permitiré que ocurra igual que con Diva. Muerte en vida no es dignidad, no es correcto, no es merecido. Aunque me pase el lunes entre lloros y sudores y culpabilidades, yo escogeré la decisión más oportuna por ti. Aunque duela tanto que se me clave en las costillas y me ahogue los pulmones, yo me mantendré firme.
Y si debes vivir, continuaré con tesón hasta que vuelvas a caminar, ronronear y bufarle al pesado y pestoso del perro cuando se te acerque demasiado.

No te mueras, Oddy...

sábado, 12 de julio de 2014

Los dos años que me pasé por el forro.

Dos años. Dos años conociendo de sobra que iba a errar y apostando por mi cabezonería y por mi, más que visible, comodidad. Dos. Putos. Años.

No quise anotar otras opciones en la cabeza "por si acaso es lo que aún sigo queriendo", pese a que mi vocecita interior me decía una y otra vez que no me tirase de cabeza a la piscina, que casi que mejor cambiar el rumbo y bajar por las escalerillas. Pa qué, eh, pa qué.
Deseché cualquier atisbo de cambio por un "por si acaso" y, ahora que más que probablemente haya logrado aquello que perseguía durante muchos años (no quiero precipitarme y decir que lo tengo en la palma de mi mano ya de ya), no me hace feliz. En resumen, que es un no. Y pretendo tirarlo a la basura, no sin antes tener dudas. Muchísimas dudas, infinitas dudas, dudas de mierda que no me dejan dormir y me hacen querer arrancarme todos los pelos de la cabeza.

Por supuesto, en estos momentos las otras opciones se me aparecen de forma reiterada en la mente, adornadas con un lacito rosa y pegatinas bonitas con la palabra "esperanza" escrita en ellas. Porque eh, aún estoy a tiempo. ¿A tiempo de qué?

Hacía mucho que no actualizaba el blog porque estoy perdiendo últimamente el gusto por escribir. Me apetece más leer, reposar los dedos, concentrarme en mis cosas y al rato dedicarme a observar las musarañas. Eso es fácil, cómodo y para toda la familia y no requiere pensar ni indagar en mi interior. No me hace daño, ni me molesta. Hasta que llega un momento en el que la dichosa vocecita interior te despierta y tú la ignoras, y entonces te empieza a gritar y a pegar patadas en el cráneo: "¡¡HAY QUE DECIDIRSE YA, COÑO, O EL TIEMPO SE VA!!". Tiene razón, el tiempo vuela y o voy eligiendo y echando las cartas sobre la mesa, o me veré de nuevo en el mismo callejón sin salida.

Al resto del mundo no puedo pedirle consejo, desgraciadamente. No hay nadie ahí fuera que sea capaz de sacarme de mi sueño mental y ayudarme a vislumbrar qué sería lo mejor. Desgraciadamente, la respuesta se encuentra en mí...y ni eso. Porque estamos hablando del futuro, un futuro que pretendo tener atado de pies a manos aún cuando ni siquiera le he dado una oportunidad para empezar a inventarse.