Y allí estaban los
dos, despiertos, a las cinco y media de la mañana minuto arriba o minuto
abajo.
El sol seguía dormido y la luna despierta, de fiesta, dándose un par de horas más de diversión merecida.
El sol seguía dormido y la luna despierta, de fiesta, dándose un par de horas más de diversión merecida.
Hacía frío.
Comprensible.
También habían nervios. Más por parte de Ella que de Él, claro. Ella iba a tener que realizar esos exámenes tan temidos de Selectividad que todo el mundo desvalorizaba tras hacerlos con éxito (o sin él).
También habían nervios. Más por parte de Ella que de Él, claro. Ella iba a tener que realizar esos exámenes tan temidos de Selectividad que todo el mundo desvalorizaba tras hacerlos con éxito (o sin él).
Él iba de
acompañante, de calmante, de chófer. Pero por decisión propia. Ella, Mika,
pensaba que el motivo que llevaba a su chorbo a levantarse a semejante horas de
la madrugada para llevarla a hacer tres exámenes de mierda y esperarla fuera,
paciente, a que los acabara era su intención de estar en constante acecho de féminas
universitarias. Más, si ese era el motivo del joven Paul, la cosa no le fue
demasiado bien…
Aturdidos y con la
mente aún soñando, se montaron en la moto y emprendieron un largo viaje hasta
el Campus universitario de la Cartuja, zona de pijos, de canis vestidos de
marca, de despreciables seres que iban enseñándole medio culo al mundo al llevar unos
pantalones “cagaos” del “Brejka” y que, en el caso femenino, calzaban tacones
que las hacían parecer entes de dos metros.
Llegaron a eso de
las menos cuarto y aquello estaba vacío. Sólo un triste gato alegraba con sus
gritos de dolor la solitaria facultad de psicología.
Ella sacó sus
apuntes nada más sentarse en uno de los escalones de la entrada y Él se dedicó
a llamar al susodicho animal que, como supuso, estaba sordo y ciego y jorobado
(como el gato de Yenai) al tratarse del objeto de pruebas de esos malvados
alumnos.
Conforme el reloj
iba devorando segundos, iban aumentando los pringados. Idiotas que debían
presentarse a Selectividad, imbéciles que tenían que presentarse a
recuperaciones. Todos inútiles, todos, absolutamente todos; porque si te
presentas en Septiembre, es obvio que nunca fuiste inteligente.
Y, entre tanto
idiota, un maricón derrochando aceite que ese mismo año se había dedicado a
hacerle magia negra, la cruz y budú a la pobre Mika.
¿Le haría algo ese
individuo de malvadas intenciones, ropa hortera y flequillo repeinado a su
hermoso novio de piel tostada? ¿Adoptaría al gato tuerto? ¿Su madre existía o
la había creado él con el poder de su magia? ¿Conseguiría Ella aprobar estando él
allí? ¿La mataría? ¿O se atrevería Mika a
plantarle cara?
Quizás la
respuesta no pueda darse por ahora. Quizás la pregunta adecuada no se encuentre
entre las escritas. Quizás…
1 comentario:
Museo Coconut, Museo coconut. Hay que ver lo bien pensado que está el nombre.
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