viernes, 15 de julio de 2011
Fragilidad.
Cada vez se daba más cuenta de su fragilidad. Ésa que no había vuelto a aparecer, ésa que regresaba con una pícara sonrisa. Ésa.
No iba por buen camino; le insistía constantemente una vocecita en su cabeza que los errores cometidos no deben cometerse de nuevo. Las lecciones aprendidas, aprendidas están. Entonces, ¿para qué repetirlo?
Aferrarse a clavos ardiendo, condenar el alma y los sentimientos a inseguridad constante. Y los "basta" dejando de tener efecto...
Hasta que se asoma a la ventana y el cielo de noche se abre cuan caja de Pandora...
Con respuestas. Suyas. De nadie más.
...y que no agradan.
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