Una vez, en aquel parque, ella vino con su gracia natural a hacerme sonreír. Digo yo, vamos, porque se esforzó más que nunca en que mi cara de niña estúpida hiciera una mueca de felicidad o algo similar. Yo estaba triste, o enfadada, o cansada, o las tres cosas juntas porque no había conseguido alcanzar mi meta y las cosas se habían torcido algo más de lo previsto; así que vino, sí, con su gracia natural y sus grandes ojos y formando ese remolino moviendo su cadera al caminar.
Se tumbó a mi lado y me dijo que todo el mundo es especial, ¡que sonriera! Que todos lo somos, “joder”. Y fui yo y le pregunté por qué y va y me responde la americana de pega que “¿por qué va a ser?, porque todos somos héroes, amantes, locos, villanos; todos, todos lo somos, porque todos tenemos nuestra historia…”
Hoy voy y recuerdo ese sinsentido al que le respondí peor que nunca y mejor que mañana, que es que eso está bien cuando eres un niño, cuando te hacen creer a ciegas que tienes tu lugar en el mundo y que vales algo. Que eres diferente y único a los demás. Hasta que creces y maduras y ves a un montón de hombres con traje que se mueven igual, hablan igual y piensan igual. Y entonces comprendes que no hay nadie diferente. Ni siquiera una cosa única. Porque el mundo es tan, tan grande y hay tantos millones de personas que todas tus “cualidades” únicas, están muy, muy repetidas ya. Y se te cae la venda y el mundo se vuelve color gris: eres igual a toda la mierda que te rodea.
…Hoy voy y recuerdo que me hizo una mueca de disgusto y amenazó con irse cinco minutos si no cambiaba de opinión. Al final no lo hizo, ni yo cambié de parecer; aunque esta mañana, creo, llegué a pensar que ella tenía un poco más de razón que yo.
Así que sonreí con mi cara de niña estúpida nada más levantarme, sintiéndome diferente y especial y única y a saber cuántas estupideces más. Como si eso fuera verdad, como si yo misma tuviera algún tipo de valor en el mundo o para alguien. Así que sonreí...Porque no se necesitan razones para ser feliz, te levantas por la mañana y sonríes, que algunos días empiezan así...