viernes, 31 de diciembre de 2010

"10" fue...[2]

Venga, venga, que queda poco. 




El verano sí que merece guardarse en el interior, pero ahí, en la superficie. Para que cuando haga falta, aparezca y me haga sentir bien.
Málaga y un poeta chalado, de esos que ya no quedan; visitar el “quinto pino”, que nació ahí el chico de la piscina o eso comenta él; Yenai iniciando finales con un imbécil de bromas irrespetuosas y egoísmo claramente mostrado; Yenai de nuevo estropeando supuestos “polvos”, y noches y mañanas de Centros Pokémon, historias inventadas sin sentido ninguno, risas y reclamaciones al cielo porque Obama aún no es Dios; Samantha con sus gritos dejando sordo a medio mundo y alegrando a otro medio con su graciosa risa; Mayte apareciendo y reapareciendo; Noelia reinventándose a sí misma borde, pero divertida; un potro regalado un poco cojo…y son tantas cosas que es imposible contarlas sin ocupar más del espacio pensado.


Y el otoño viene a ser Armirock, confianza, amor, amistad, ilusión. Otra nueva relación entre dos amigos que siempre habían estado al lado el uno del otro y otros dos que al conocerse encendieron la chispa de la pasión. Es problemas en sus casas, y cada vez más distancia en la mía. Es tirar la toalla por mi parte al ver que se ha alejado de mí eso que llaman familia. Marcha próxima hacia Estados Unidos por parte de Samantha, que nos comenta con miedo que ya nada marcha igual… Es llorarla.
Otoño ha sido comprender que mi sueño sigue ahí, aunque más lejano y más difícil de alcanzar. Ha sido quererlo, querer(me), dejar que me quieran. Ha sido quererlas con más intensidad que nunca.
Nueva gente, algún miedo nuevo y alguna que otra estúpida obsesión, preocupaciones absurdas y una rutina que se hace pesada. 


Y el invierno…el invierno es eso y más.
El invierno no ha terminado todavía. Le ha dado por despertarse con el pie derecho, eso sí; más espero que continúe de la misma manera.

Ya no hay cenas en familia, no seré hipócrita y diré que doler duele pero como no hay remedio para ese tipo de males me tendré que aguantar.
Diré que a veces, pienso que me aferro a clavos ardiendo y tengo miedo de caer…Afirmaré que son tonterías mías, castillos en el aire que Samantha se ha encargado de derrumbar.
Comentaré que me encantaría que ahora hubiera un aluvión de gracias, pero las personas que se las merecen son todas unas rancias y me voy a tener que callar por si acaso. 

"10" fue...[1]



Empezó un 1 de enero un poco desastroso. Día de resaca con migrañas, de cansancio con dudas, por eso de que el 31 hubo fiesta convertida para mí en un capítulo de “La familia crece” al acabar entre dos mejores amigos que decían que no tenían ojos para nadie más que para la idiota aquí presente. Palabrería, no hace falta decirlo.
Comenzó así el año, con un triángulo que a mí me importaba más bien poco y que para ellos se convirtió en una competición. 
Poco duró. Entre dudas y miles de “no, con él no, te va a hacer daño, ¡así que no seas tonta!” me decidí por el menos indicado (no podemos afirmar que el otro lo fuera más) y se inició una relación con un final más que anunciado.
Perdí la amistad de uno de los susodichos. Me dolió, pero lo justo y necesario como para despreocuparme del tema a los tres días. No se merecía más.


Relación donde ninguno se quiere.
Un mes duró la complicidad y el “estar bien”. Resumiremos esos cuatro meses en: discusiones, peleas, agravios; en mis defectos, ser insoportable ante sus ojos en variadas ocasiones, los “me gustaría que nos viéramos menos” seguidos de “me importas” con bastantes puntos suspensivos. Y, para qué engañarnos, mi desconocida sumisión y pasotismo aliñados con confianza forzada.
Metió la pasta hasta el fondo cuando se confesó culpable sin desearlo, cuando escribió con los dedos sus miedos y dejó al descubierto todas esas mentiras que yo ya conocía (y me empañaba en negar).
Se acabó. O tal vez no. Perdí el tiempo con una segunda oportunidad que finalizó con una carita empapada a finales de abril y, por tercera vez, el famoso “no eres lo suficientemente buena”. Sospecho que lo llegué a pensar hasta yo.
Llamada de Yenai que alivió la confusión. Al día siguiente, abrazos y besos cargados de palmaditas en la espalda y varios “te lo dije” que me sentaron peor que una puñalada.
Unas cuantas chocolatinas (esto fue para ponerme gorda y que no volviera a echarme novio, ¿verdad?) y llegué a casa mejor de lo esperado. 


Mis abriles nunca han sido para recordar…

El sábado de esa misma semana tuvo que suceder lo no previsto. Fiesta. Mejor amiga. Para cambiar la rutina. Violación seguida de mi sentimiento de culpabilidad correspondiente.
Historias para no dormir. Pesadilla infumable. Para evitar darle vueltas y tener fuerzas por las dos, me centré en eso que llaman duelo (sirviéndome para aprender acerca de mis errores y, con mucho acierto, madurar).
Mayo fue…el mes de los “¿cómo?” y los “¿por qué?”. Cuántas dudas. Todas disipadas en sus finales, cuando ella comprendió que tenía que seguir hacia delante y yo que algo vacío no me llenaba.
Nos hicimos fuertes todos; tuve mi fiesta de graduación, gran noche en grata compañía.


Verano de sentirse sola hasta cierto punto.

Elena, Paula, Noelia, Mayte…y Samantha, con sus ojos azules; y Yenai, con su inocente sonrisa.
España ganando el mundial, risas en casa de Samantha y las cosas viento en popa; convertimos el partido en una película porno (vale, eso fui yo sola…).
Todo bien, todo genial. Y llegó julio, y con él un tal 17.
Día que se preveía aburrido y soso para mí, carente de interés, hasta que el cloro de la piscina alejó de mí a mi prima “la lentillas de colorines” y me acercó a un tal Pablo, que aprendió junto a mí que el aceite no salta (sabios consejos del hoy, y del mañana). 


A partir de ahí, con algo de miedo por ambas partes, se emprendió lo que llaman “conocerse” sin que hubiera demasiado por conocer. Pasados parecidos, vidas similares, personalidades prácticamente idénticas.

De esa manera, me sorprendí a mí misma dejándome llevar y pensando menos. Falta hacía ya.



Y el resto...el resto lo contaré en la siguiente, para no asustar a nadie ni que Blogger me denuncie por escribir tochos infumables...Aunque sinceramente, esta entrada la escribo más para mí que para los demás.

jueves, 30 de diciembre de 2010

No tan al pie de la letra.



Me gusta mi soledad, aunque a veces se haga insoportable.

Mis ahora menos frecuentes migrañas, el ser hija única, tener dos padres más que ocupados con su trabajo y el no haber hecho muchas migas con nadie en la mierda ésta donde vivo han dado lugar a que esa tontería de sentirse solo se haya convertido en un cuento para no dormir de mi infancia (atrevería a decir que también de mi adolescencia).

El problema de la soledad es que se hace rutinaria, aburrida, cansada. Llega a hartar hasta tal punto que te aguantas a duras penas a ti mismo. Y eso me pasa a menudo. Demasiado tiempo libre para invertir en nada. Porque pensar en lo mismo es nada. Porque cualquier cosa que haga se convierte en eso a largo plazo.
No me quejaré de ello, pues peor están otros; prefiero altercar sobre por qué en ocasiones se me hace tan pesada esta situación, aunque la única que iba a conseguir sacármelo del fondo de la cabeza se ha ido al quinto pino. Así que está difícil.

No me apetece que empiece un nuevo año, ni ver luces navideñas, ni gastar energías en intentos ya fallidos desde el inicio en reconciliar hipócritas, ni salir por ahí, ni comer uvas, ni ninguna estupidez de esas. Quiero estar sola, con la máquina esa que llaman ordenador. Porque si me meten en la mierda, a mí me gusta luego restregarme en ella (o algo por el estilo me han dicho…no seré yo la que descubra si es o no verdad). Me apetece reconciliarme con el sueño y escuchar las campanadas desde mis cuatro paredes, por eso de que se oyen mejor y se sentirán menos. Me apetece cagarme en la madre que me parió. Tan claro y conciso como eso, no hay nada.

También reconoceré que empezar el “11” en familia, o con alguien a quien querer me haría bien; incluso me gustaría, o algo así me da por sentir de vez en cuando. Aquella historia de cerrar puños y párpados, mirar atrás y llorar (por eso de que soy una llorona empedernida) me tiene más que cansada.
Pero poco se puede hacer. Es una de las dos opciones, y por ahora, la primera tiene más oportunidades de convertirse en la protagonista del 31 de diciembre de las narices que tanto me están promocionando en todas partes.

Ah, y para colmo estoy mala. Mi garganta lo anuncia, al menos…


.[En el fondo no es lo que quiero, ¿verdad?].

martes, 28 de diciembre de 2010

14.Abril.09



Por las arrugas de mi voz se filtra la desolación de saber que estos son los últimos versos que te escribo…
Aquel catorce de abril de un tal “09”, Dios quiso que nos dijéramos adiós sin sobrarnos los motivos.

No me he olvidado de ti, como comprobarás. Imposible hacerlo si sin quererlo te recuerdo en cada esquina cuando las situaciones diarias se tuercen. ¿Recuerdas? ¿Tú lo recuerdas? Cuando los gritos se mezclaban con el aire e inundaban mi casa, cuando yo escapaba y te contaba miles de cuentos entre sollozos de niña asustada. ¿Lo recuerdas? Tal vez yo sí. Tal vez de más.
Creo que eres de lo poco que puedo echar de menos. Creo que a veces, y perdóname, te odio por no estar aquí. Creo que ella, y perdónala, también lo hace disimuladamente a la hora de ir a dormir.
Creo que no me hacía falta que hablaras o que supieras andar a “dos patas”, mientras supieras escucharme y entender ese poco que nadie quería conocer. Sí, esas cosas que sólo te susurraba a ti y a nadie más, por aquello de que tú eras la única que se acercaba y me daba un beso a su manera, golpeaba mi brazo con su cabeza y se acurrucaba a mi lado mientras lloraba conmigo.
Qué tierno era. Qué tierna eras tú. Y qué egoísta fui yo, ¿no crees? Cuando todo se torció, cuando a uno que llaman “08” vino a destrozar lo poco que quedaba y las cosas se transformaron en un cuento mal narrado. Pensarás que me olvidé de ti, que me cansé o "sólodiossabequé". Más la realidad era que no había fuerzas ni de flaqueza para ir a buscarte allá donde siempre me esperabas.

Te contaré un secreto a voces: detesto ir y verla. Vacía. Sin nadie a quien lloriquearle cuatro penas y luego, abrazar fuertemente mientras permanece quieta. Qué gracia me hacías. Y a ella también, ¿sabes? Imagino que también lo detesta, igual que yo.
Imagino que se muere, igual que tú un día.

Ni siquiera he vuelto a acudir al lugar. Sí, a ese al que íbamos especialmente los domingos tras la rutina de comprar el periódico, el pan y unas cuantas chucherías para darnos fuerzas por el camino de regreso. No me apetece llegar al manzano, tampoco darle los buenos días a los cerezos o reírme al recordar cómo él se tiraba colina abajo. No. Para qué. Si a ella tampoco.

¿No piensas que esto parecerá ridículo a ojos ajenos? A mí me da igual. Hoy me ha dado por recordarte, y llorarte, y esas cosas que antes hacía en tu compañía. Qué malo es sentir nostalgia, ¿verdad?  Qué cría sigo siendo, ¿a que sí?

Cómo me gustó verte crecer. Y reírme de ti cuando intentabas hacer algo y no te salía bien, y te enfadabas y te sentabas en un rincón. De ahí no te movías. Tu cara, me parecía a mí, hacía hasta una divertida mueca de disgusto.
Me encantaba imaginar que me hablabas, me animabas, me contabas tus historias inventadas. Cuando ambas nos hicimos mayores esa magia la perdí, aunque seguía viva en la memoria de, al menos, una de nosotras dos.
Al igual que eso de decir que eras mi hermana y venías del país de los perros para salvarme y ser mi mejor amiga porque no había nadie ahí fuera dispuesto a quererme. Que Dios, o vete tú a saber quién me inventé, te había mandado para hacerme un poquitín menos infeliz.

Eres de lo poco que merece tener futuro aunque te hayas convertido en pasado.

Ahora me falta algo. Me faltas tú. Me falta aquella del pasado. Me falta ella. Me falto yo. Me falta algo.
Y es en momentos así, cuando más te he necesitado. Ahora no hay nada que me calme, ni me de cabezazos suaves en el brazo ni se ponga a dar brincos de felicidad porque me he limpiado las lágrimas y me he puesto en pie. Ahora tendré que aprender a calmarme sola.
Es un poco difícil, ¿sabes?

Ha pasado un año desde que te dio por irte y mírame…aún no he aprendido cómo hacerlo. Aún no he aprendido cómo sobrevivir a solas. Aún no he aprendido a caminar sin mirar de reojo a eso que dejé atrás, por eso de que duele un poco y de que nunca te di las gracias, ni te dije que te quería más de lo permitido y de que en ocasiones te echo de menos y de que…no sé. Y de tantas cosas que prefiero dejarlas en el tintero, a ver si se pudren por sí solas…


Danke schön, und Ich liebe dich...Oh!, und...und...und Ich vermisse dich. Und es tut mir sehr Leid, meine klein Dakota

Sopa de letras.



A ver si es verdad, ahora puedo comprobarlo de nuevo, por si acaso las otras quince veces fueron mentiras bien improvisadas. Tumbado en la cama, con su indomable tos y su incansable fiebre luchando por quebrar su garganta. La congestión nasal le traía sopa de letras a la habitación, acompañadas de un zumo de naranja y tres besos en la mejilla mal dados. Cuando se acababan los besos, tosía hasta que los pulmones le gritaban que se detuviera o se terminarían escapando por la boca; entonces, regresaba con más amor de ese que te quita el miedo y la soledad. Incluso, a veces, le traía un tazón de leche bien caliente con galletas para eliminar con más eficacia esos sentimientos tan molestos.
-Gracias-susurraba entre tos y tos, que en ocasiones fingía de buena manera.
Terminaba y se hacía un ovillo entre las sábanas, ocultando hasta su nariz, rodeando con sus brazos sus costillas maltrechas.
Ella permanecía de piernas cruzadas, sentada sobre aquel viejo y sucio sillón, mirándolo sin parar. Unas tantas veces, hacía amagos de preguntarle por el estado de su cuerpo; otras tantas, hacia amagos de callarse, que le salían mucho mejor. Estaba enfadada y contenta, me atrevería a decir que preocupada y alegre; allí lo tenía a él de nuevo, con su tos y sus mocos, con su voz ronca y sus décimas de más, con sus ganas de cariño y de sopa acompañadas de zumo natural.
Eran dos tontos jugando a ser cobardes. Habían aprendido bien su papel, y cómo desempeñarlo en el inocente juego que ambos habían creado. Él enfermaba para que ella lo quisiera más y mejor, y ella aprovechaba esos momentos de vulnerabilidad para cuidarlo tal y como ella creía que era conveniente. Tal y como ella suponía que no se llegaría a aprovechar porque estaba demasiado débil como para intentar quebrarla en mil pedazos.
Tan idiotas y miedosos. Uno por el otro, el otro por el uno. Y ahí estaban, uno con miedo de ser querido y otra con miedo de querer.
Jamás se dieron cuenta de que no existía nada que temer, de que sus cuerpos estaban creados para crear puzzles entre ellos y realizar acrobacias de placer entre esas tres sábanas, de que si se hubieran atrevido a decir lo que había dentro podrían hacer alimentado algo sin necesidad de tos ni temperaturas altas ni sopas de letras.


-¿Qué te pasa? –le preguntó ella, con carita de pena, la primera vez de otras muchas.
-Me encuentro mal, tengo fiebre. Supongo que será un catarro.
-Ven, túmbate en la cama, te cuidaré-susurró en voz bajita, sin ocultar sus ganas de escapar por si terminaba saliendo algo mal.
Lo hizo bien. Demasiado bien. Se entregó como nunca lo había hecho. Tanto que él creyó necesario salir en diciembre a cazar catarros cada semana para ver si ella jugaba a ser enfermera.
Venía entonces con algo nuevo y con las mismas ganas de mimos de siempre. La miraba con timidez, por si le daba por soltarle un “no” y estamparle un “se acabó” en la narices. Pero las cosas no eran así. Ella lo metía en la cama, le tapaba el cuerpo entero, le daba dos abrazos y se marchaba para regresar con el menú diario y muchos, muchos paquetes de pañuelos. Las medicinas prefería olvidarlas, para hacer el momento más duradero. Él tampoco las necesitaba, decía. Normal, cómo las iba a necesitar, si tenía allí todo lo que él deseaba. Y ella tenía allí todo lo que estaba buscando y nunca sabía encontrar. 

Vodka con caramelo [1]



Puta Norgelia…
No había días para celebrar su cumpleaños. Tuvo que escoger ese por narices, porque no había más días, no. No los había.
Cómo llovía, su madre. Y qué viento hacía, joder. Vaya día escogió la puñetera china.

Hizo su cumpleaños el día menos pensaoh, creo que fue un sábado 18 pero tampoco hay que fiarse mucho.
Diecisiete me cumplió la niña. Más bonita ella…y más zorra. Porque mira que había días Norgelia, mira que había días. Y tuviste que escoger ese en el que hacía viento y llovía. Ya son ganas de encresparme las melenas, ¿eh?

Nos invitó (a ir, claro está, que a comida o a bebida no invita ni borracha) a mí y a la pava de Yenai y a no sé cuántas mozas más. Quedamos a eso de las seis, y la muy puñetera se hizo de rogar y llegó una hora después porque le salió del mondongo. Mientras, llovía. Mucho, llovía mucho. Hacía hasta viento. Y para mejorar la situación se nos acoplaron Er PatiiYaAaH GamBiKaAh y sus compañeros, cada cual más feo y esmirriao. El patillas de gamba era el peor, qué piernas, Jesús. Qué cara, qué rastas, qué existencia más triste. Yo soy él y me suicido.

El plan inicial era cenar en un japonés y…no vamos a alargar esto: terminamos en un chino, muertos todos de hambre y con la china preguntándonos si queríamos “fulana con nata” así por toah la cara. Pero mujer, que eso no se sirve en un restaurante.
Luego, Norgelia y sus amigos esos raros se fueron a bailar y a dar por culo por ahí. Yo iba a ir, pero es que estaba poco sexy y cuando voy así se me acercan muchos y no quería y…Que Yenai se tenía que ir y mi amadísimo Apu estaba cual maruja en su casa esperándome para acostarnos, coño.

Así que a eso de las doce partimos hacia el poblacho ese desde la capital, cruzando los dedos para no encontrarnos por el camino con El Comedor de Sonrisas. Pensamos seriamente en cómo ir hacia nuestro destino, y tras un largo rato decidimos que había que ir...borrachas. O casi. Así que ala, a un pub de raperos góticos y con pinta de emos que escuchan heavy (todo mezclaoh, todo).
Illoh tío, qué puto susto, yo no sé ni para qué entramos ahí…Somos tonticas, pero de remate.
Nos pedimos un “no sé qué con caramelo que está muy rico” (si no sabéis qué es, se lo preguntáis a Yenai que ella se entiende muy bien), y conforme esperábamos los chupitos se nos acercó un señor que podría ser mi padre o mi abuelo con veinte años menos.
Y ahí ligamos con El Huertín y su padre El Rechoncho...

viernes, 24 de diciembre de 2010

Y ha sido...



Conocer. Saber. Reír. Volar. Aprender a superar. Comenzar. Separar. Dividir y sumar. Destrozar castillos en el aire. Llorar. Prometer. Romper(las). Deshacer montañas de arena. Diferencias. Similitudes. No ignorar las virtudes. Hacerse un hueco. Soñar. Estados Unidos. Retazos de cercanía dentro de la lejanía. Un mundial. Tres ilusiones. Caminos distintos. Más llorar. Echar de menos. Callar. Hablar demasiado tarde. Inseguridad a flor de piel. Se va. Se quedan. No hay marcha atrás. Recuerdos. Memorias a conservar. Se va. No volverá. Hasta luego dicen unos. Adiós dicen otros. Ida sin fecha de caducidad…


.[No es esto lo que habíamos planeado].
Buena suerte, pequeña. 

martes, 21 de diciembre de 2010

Navidad.



La navidad ha adelantado su llegada.
Parece mentira, broma pesada, que haya vuelto tan pronto. La imagino diferente, para bien y para mal.

Para bien, porque Él ha llegado sin mentiras escondidas entre las mangas y la soledad ha menguado incluso a pesar del frío.

Para mal, porque la familia se aleja y el invierno ha inventado una distancia que antes parecía no existir. Es una fábula que detesto estar (sobre)viviendo.

Para bien, porque hacen tres años ya desde que conozco a algunas y dos, a otras, y ahí están, sin marcharse, siendo fieles, alegrándome cada hora con sus segundos. La soledad vuelve a menguar, es como si rozara la felicidad.

Para mal, porque la que se convirtió sin mucho esfuerzo y con sigilo en una pequeña parte de mí se marcha y no sé hasta cuándo. Rezo (aún no sé a quién) que sea un “hasta luego”, pero me da a mí que será un “adiós” sin fecha de caducidad.

Para bien, porque mi casa aunque no termina de ser un hogar se ha vuelto un poco más cálida desde que terceros han aparecido. Está más vacía, hay más silencio, pero eso sólo lo soporto yo sin mostrar ni una mueca de disgusto.

Para mal, porque el 2011 lo voy a recibir con los puños cerrados y los ojos desbordándose al echar de menos.

Para bien, porque la Navidad está llenando las calles de falso amor…y así se oculta el mal humor. Nos acerca los unos a los otros, e incluso reblandece el rencor.

Para mal, porque el muro sigue siendo infranqueable y mis esperanzas estaban puestas en que sería destrozado sí o sí en el "10".

Para bien, porque por primera vez estoy feliz, porque aparecen mis sueños por cada esquina y me veo capaz de alcanzar cualquiera. Me voy tambaleando en los meses, me voy riendo de cada minuto que quiera hacerme caer.

Para mal, porque en incontables días no podré ver tantas caras que sería de mal gusto no nombrarlas todas.

Para bien, porque se me han acabado las razones.

Para mal, porque lo que más duele de cada año se queda en el tintero haciendo presión por salir.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Fuimos.



A estas alturas, no se conforma con pasearse por las tardes de diciembre.
Se han ahogado sus palabras en la garganta al igual que se suicidaron todas las promesas que un día la amarraron.

“Diciembre es dulce”, le susurraron. “Diciembre es amor”.
Su diciembre es melancolía, que le tiñe los ojos café en dolor a escondidas de la multitud que nunca se para a escuchar.
Cree, con acierto, que le gusta llorar y columpiarse en su balanza emocional. Sabe que es tiempo de recordar, oler, ver…querer sin poder. Escuchará canciones para mecerse en un vaivén de sentimientos y transportarse así al único rincón de su mundo en el que el pasado no es un conjunto de días malos.

“Se ha ido”, comentaron hace un año. “No volverá; todo pasó. Somos libres”. Más la libertad que otorga la muerte de un verdugo no es más que la condena que se coloca sobre lo que un día fue unión. No la hay ya, puesto que no hay razones para luchar si él no está para intentar destrozarlo.
Le abate el corazón. Así lloran hasta las mejillas. Las cosas no deberían ser como son.
Él los hizo sufrir, sumió a una pequeña familia en un estado lamentable de confusión del que eran incapaces de escapar; se esforzaban por hacerlo pero los resultados no eran los esperados. En vano, lucharon. ¿Contra qué? Contra el miedo de ser lo que él un día fue.
Para desgracia de Ella, lo son. Lo serán. No puedes dejar de querer a un monstruo, cuando miras largo tiempo a un abismo él también mira dentro de ti…Hasta Ella está bajo condena.
Tradición familiar, supone.

Se esfuerza en encontrar en su mente los pedacitos de un puzzle que ahora se evapora en el aire. Recuerdos que duelen pero que Ella necesita encontrar para hallar paz. Un día fueron algo: familia, se llama. Aprendieron a reír, soñar, crecer, madurar, perdonar…juntos. Jamás a suplicar o rendirse.
Todo cambia ahora porque él se ha ido en cuerpo, pero en mente sigue presente. Vive dentro de cada uno de ellos.
Ella deseaba que volviera algún día, aunque sólo fuera para saludar y decir “¡oye, os esforzasteis tiempo atrás por demostrarme que erais más fuerte que yo! ¿Por qué ahora que no estoy os separáis?”. Sólo un verdugo podría abrirle los ojos a su víctima de par en par.

Pero eso no iba a ser posible.
Se hace a la idea de que todo se ha esfumado. El “fuimos” vuela libre hacia algún lugar imposible de alcanzar. Nunca regresarán los momentos que compartieron en falsa armonía y en falso amor. Nunca. El principal motivo se encuentra enterrado.

“Quedan recuerdos”, se consuela. “Para luchar, seguir; para no convertirme yo también en un monstruo”, se repite. Pánico llaman a lo que aparece en sus sueños, confusión a lo que la hace columpiarse en su balanza.
Se ha llevado con él un pedacito de su alma.
Se está ahogando en sus palabras, en estados de nostalgia. Se hiere porque no es capaz de superar el presente. 

viernes, 17 de diciembre de 2010

"Las cejas no me permitieron ver su rostro..."



Siempre había sido una estrecha hasta que llegó él.
Era su momento. Su año. Su mes. Su día. Era su todo. Él era el indicado y ella ahí abajo lo había notado. Ahora nada podría detenerla…
Aunque iría despacio, para poder hacerlo todo “con buena letra”.

No llevaban mucho, pero ella ya cariñosamente lo llamaba Ceju haciendo alusión a lo más característico de su cara: las cejas, bien grandes y bien juntas. Juntas, sí….estaban unidas por un vínculo, igual de fuerte que el que los unía a ellos. Si algún día Ceju se quitaba las cejas, ¡el amor se acabaría! Por eso, procuraba mantenerse lejos de cualquier centro de estética.
Lo malo de esa pedazo de  pequeña característica, era que Yenai no era del todo capaz de mirarlo a los ojos a veces debido a su timidez y en su lugar le miraba las cejas. Y no podía evitar ponerse bizca, era imposible; y aunque eso le incomodaba, se lo callaba para no hacerle daño a su chiquitín Ceju en el corazón. Porque lo amaba no se lo rompería…

Son una pareja peculiar, bonita a su manera. Les gusta besarse en los descansos de clase, mantener diálogos en los que sólo hable uno y el otro se convierta en autista, marcarse el cuello, compartir la chaqueta, cogérsela (la manga), tener preeliminares antes del beso….
Recuerdo bien el día que Yenai acudió a mí con dos “caras de belmez” en el cuello, obra de Paco (o Ceju). Lo recuerdo de una forma tan clara que cualquiera diría que ha sido esta mañana.
Ella vino, a mí, con su cara de lémur buscando un asiento que ocupar en la cafetería. Entonces, en un descuido de la joven, pude presenciarlas: las señales de Ceju. Dos retratos idénticos a su cara, hechos a propósito para que todos supieran que era de él.
Yenai estaba feliz: por fin Ceju había aprendido a hacer algo de provecho. Nos lo contó con los ojitos llorosos de alegría, mientras Samantha la miraba con asco, porque jamás pudo comprender cómo las relaciones se pueden basar en sexo y sus derivados, y no en bombones y más bombones.

Todo ocurrió a primera hora de la mañana. Ceju, como siempre, acudió al instituto en manga corta para enseñar sus débiles y vellosos brazos. Llevaba la chaqueta en la mano para no desentonar con el resto en pleno diciembre.
Llegó a la clase exactamente a las ocho y esperó a su amada en el pasillo, la cual acudió dos segundos antes de que el timbre quisiera impedírselo…Yenai se tiró a sus brazos, lo abrazó, lo abrazó, lo abrazó, lo abrazó, lo abrazó, lo abrazó….Y así durante veinte minutos más. Ella ya estaba a tono, lo notaba, lo sentía. Él ya no deseaba entrar en clase...
-Vamos, Yenada. Estamos a tiempo-le dijo con la mirada. Ceju nunca ha sido de hablar mucho con palabras.
-Pero…pero…¡Ceju, nos pillarán!
-No, mujer. Confía en mí.
-¿Estás seguro? ¡Ceju, que nos van a regañar!
-Yenada…Es ahora o nunca-la miró fijamente y ella, asustada, no pudo evitar ponerse bizca.
Aceptó. Se fueron a las escaleras y…
-Tranquila.
-Jo, Ceju…¡cómo te pasas!-susurró avergonzada.- Debería haberme sentado yo primero…Ahora por eso no te voy a dejar tocarme un pechote.
-….
-Ceju, cosita…¿Me absorbes?- puso cara de guarrilla.
-Lo siento, Yenada. Ese ataque es de los pokémon bicho, y yo soy un pokémon tipo agua.
-¡¿Pero qué dices?! Lavín, Ceju, qué tonto eres.
Se sonrieron.
-...
-¿Crees que nos pillarán? Tengo un miedo…
-Tranquila.
-Coño, si tranquila estoy. No seas más pesado-le dio un tortazo a la escalera, en señal de cabreo.
-Tal vez este no sea el lugar, pero qué más da.
-Venga, anda. Absórbeme.
-¿Pero cómo, Yenada? Me confundes.
-Puff…-resopló.- A ver, ¿tú has visto a Jessica beberse un zumo?
Asintió.
-Bien, ¿has visto cómo pone los morracos?
-Por supuesto-volvió a asentir.- Cuando bebe zumo es lo único que se le ve.
Yenai se rió.
-¡Lavín, Ceju, qué malo eres! ¡Cómo te pasas!
-Jeje-él siempre es muy expresivo.
-Pues pon los labios igual que Jessica bebiendo zumo, pero en mi cuello. Luego, pilla un trocito de carne..Ten cuidado, que tengo poca y me puedes dar en el hueso.
-Vale, vale.
-Luego, pues chupas. Si es que no tiene más ciencia.
-Vale, vale…

Y así, tras treinta intentos, las caras de belmez surgieron. Yenai ya podía decir que Ceju se había hecho un hombre de verdad….
-¿Te gustan, Yenada?
-¡Oh, Ceju, me encanta! ¡Es hermoso!, ¡eres hermoso! ¡GRACIAS, CEJU!

Cuando terminó de contárnoslo, estaba llorando. Y yo, y Norgelia, y Miss Pechones, y Mari Hojos…y hasta San Negro.
Simplemente, precioso.
El único inconveniente, según ella, es que no pudo ver si Ceju disfrutó o no ejerciendo de artista puesto que las cejas…no le permitieron ver su rostro. Quizás la próxima...

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Dónde están los bombones que no me supiste dar?


Yo los quería, lo juro. Pero tú no me has dado la oportunidad...Te has llevado todos mis sueños e ilusiones, Remeh, y ahora me pierdo en un mar de dudas y desesperación porque no se me da bien vender cupones. Y yo no quiero mantecados, joder, que no...Jamás me comprendiste.

Encima, hoy me acerco a ti para regañarte preguntarte tus motivos de forma amable y...
*Remeh, ¿es cierto que has vendido mis bombones?
-¡Hombre, pues claro!-me respondes con agresividad. Mi débil corazón se encoge.
*Pero...¿por qué?-estoy apenada, me duelen tu trato y tu traición.
-Porque no vienes y eres una irresponsable-tú siempre has sido muy directa.
*No he ido a clase estos días porque tenía migrañas-me encuentro asustada, no pretendo enfadarte.
-¡No me vengas con esas!-tus palabras azotan mi corazón-¡No es excusa!
Sigues azotándome...Le das un día más de pago a uno de mis compañeros, mostrándome así tus favoritismos. Me llamas rebelde, me dices que estás enfadadísima conmigo, exclamas que he cambiado tan a peor...Sufro. Sufro porque nunca se te dio bien la sintaxis.
Te soy sincera. Te llamo hipócrita, me quedo tan pancha y lo ignoras: nunca supiste aceptar las verdades.
Comentas que me apreciabas mucho, que yo era dulce y amable y buena estudiante. Una gran chica de escasos pechos, según muchos; una capulla en flor, segun pocos. Un amor, según tú...Y ahora no.
Ahora soy una rebelde. Una chula. La oveja negra. Con tus fríos ojos me llamas cabrona...
Dolida, te echo en cara tus responsabilidades. Me vuelves a ignorar: se te da tan bien hacerlo...Intentas justificar mi comportamiento del año pasado sin venir a cuento por mis problemas familiares e insultas a mi exgordo llamándolo idiota.
Nuestra relación siempre fue muy complicada. Sabías que no funcionaría y yo ahora sufro al ver cómo te alejas de mí, ofuscada.

Y podrás decir lo que quieras, pero que yo me he quedado sin bombones y no voy a poder recuperarlos. ¿Dónde estarán? Eso es algo que sólo sabes tú...
I miss you, bombones. De todo corazón.
Descansad en paz estéis en el estómago que estéis.

martes, 14 de diciembre de 2010

Azul.



La nota rara, apagada. Como vacía.
Ella también lo estará dentro de poco, y lo sabe.

Cree…No, más bien conoce la razón de que estos días esté más ausente. Dentro de poco su vida dará un vuelco, se irá (soñaba con hacerlo) y no sabe si regresará. Va a partir un corazón junto con el suyo.
Igual que a Ella, a la chica de los ojos azules le cuesta no darle vueltas a las cosas. Y hablarlas, comentarlas, sacarlo todo afuera. Porque si los problemas no tienen solución es tontería contarlos.
Tal vez estaría mejor que en esta ocasión lo hiciera. Aunque tan sólo fuera por quedarse ella tranquila y no ir por ahí regalando sonrisas que no siente.

Ella supone que tiene miedo de lo que vendrá después, de estrellarse contra su sueño, de echar de menos, del cambio. Pero por otra parte, el deseo de sentirse libre es más fuerte. Quiere irse, necesita irse.
Ella desearía que el miedo fuera más fuerte que esa necesidad…Suena egoísta, pero es sincero. La única capaz de darle hostias como panes con cuatro palabras es esa persona. Si se va, no habrá nadie que se las de. Y su ausencia se notará aún más en esos días en los que cae…

Su marcha está a la vuelta de la esquina. Y todos están empezando a echarla de menos aún teniéndola de cuerpo presente…

domingo, 12 de diciembre de 2010

¡A bocaoh!


Esta noche, entre sueños, me he acordado de El Comedor de Sonrisas así como quien no quiere la cosa.

No sé si por septiembre u octubre, Yenai (la tonta de negro) decidió acoplarse (o más bien yo la acoplé, no lo sé, qué más dará eso...) a San Negro, a sus amigos borrachos esos y a su majestad aquí presente. Seré clara: no me acuerdo de la mitad del día y me estoy mosqueando; sólo recuerdo que bebimos, que me encontré con gente conocida (Norgelia, estás en todas partes) y que el idiota del negro se fue a mear a unos arbustos. Pero ya está.Y me mosquea, joder. Pero que sí, que bueno...que por dónde iba...

Serían las una de la mañana cuando nos sentamos en la parada del autobús a esperar a que volviera el gitano negro. Convencí a Yenai para regresar andando y que no molestara a su padre, y ella, que no es muy difícil de convencer aceptó. El camino, si lo hubiéramos hecho con eso que llaman prisa y buen ritmo, habría durado aproximadamente unos veinte minutos o veinticinco. No más. Pero el negro tuvo que encontrarse dos señales de tráfico...y no diré qué pasó, que luego lo denuncian y me quedo sin casa de los sábados. 
Tras la gran hazaña, recuerdo bastante bien que nos entró hambre y decidimos ir al Mcdonald's aunque tuviéramos menos dinero que comida hay ahora en mi frigorífico. Allí nos encontramos al que podría ser el nuevo superhéroe de Marvel con su novia la shungasa; muertos de hambre, observamos con tristeza cómo esa monstruosa mujer se dejaba más de media hamburguesa en el plato (y cuando digo más de media hamburguesa, ¡es más de media!, ¡qué asco de mujer!) y claro, cuando uno va algo borracho no se para a pensar en lo que dice (y ni cuando no lo está....). 
Atenté contra la muhé de El Comedor dando la voz de alarma a San Negro y a la tonta sobre esa pobre hamburguesa y ahí empezó todo. Que si que me has dicho, flipáh. Yo no te he dicho nada....Y la tía insistía en que sí. Egocéntrica tenías que ser, pero como tú sola. 
El Comedor se enfadó, y nos amenazó diciéndonos que "ioh engo musha mala leshe, ¿eh? A véh zi oh vaih a lleváh una jostia". Nos reímos, porque esa forma de hablar incitaba a pegarle pero no era plan. Nos miró, se enfadó más, yo creo que casi evoluciona a Supersaiyan de tanta furia que había concentrada en sus venas....y nos lo dijo. Oh, sí. Lo dijo. Una frase que no quiero olvidar en mi vida: "¡¡A véh si oh víah tenéh que quitáh la zonrrizah a bocaaaaoh!!". 

Joder, qué espanto de hombre. Y de mujer. 
Falta decir que nos callamos la boca porque apreciamos nuestras sonrisas aunque tengamos algún que otro diente a la birulé. 
Se fueron indignados, pero eso sí, la chica fue amable y dulce y educada...y con unos notables aires de superioridad nos ofreció su hamburguesa.
Gracias, preciosa. Nos salvaste la vida. 



sábado, 11 de diciembre de 2010

No puede estar.



No es la primera vez que se encuentra desubicada.
Cuando se sitúan los pies (y puede que hasta la cabeza) en tierra movediza, es normal tambalearse. Así que no se preocupa demasiado si de repente las ideas se mezclan, los ánimos se bajan y las palabras se esconden en la garganta.

Tarde o temprano acaba. Todo vuelve a girar con normalidad. A no ser que tenga la mala suerte de chocarse contra su realidad, porque Ella sabe que el único problema de su problema es Ella misma. Tiene veinte respuestas y mil soluciones; pues ninguna las pone en práctica porque es conformista, cobarde y es más fácil quejarse que hacer lo que se debe hacer.

Gracias a Dios (o a quien sea), le ha dado por avanzar un paso. Va muy lento, no se negará, pero al menos lo ha dado. Y cuando se da un paso se dan tres más; cuando te descuidas puede que hayas andado treinta: te encuentras cerca de la mitad del camino.

Así que va a intentar acabar con el problema (estúpido como él solo), va a intentar pasar página en vez de arreglarlo (¿arreglar el qué?).
Porque ya le dijo alguien una vez que las cosas cambian, no mejoran porque sí: “hay que mejorarlas, no quedarse sentado esperando a ver qué pasa”.


.[No sé dónde voy, sólo sé que aquí no puedo estar].

Donde se comienza...



*No sé qué me ha pasado. No te ofendas, pero a veces uno se siente más libre hablándole a un extraño que a la gente que conoce. ¿Por qué será?
-Probablemente porque un extraño nos ve como somos, no como quiere creer que somos.
*¿Es eso también de tu amigo Carax?
-No, eso me lo acabo de inventar para impresionarte.
*¿Y cómo me ves tú a mí?
-Como un misterio.
*Ése es el cumplido más raro que me han hecho nunca.
-No es un cumplido. Es una amenaza.
*¿Y eso?
-Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.
*A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro.
-A lo mejor me sorprendo. Y tú también.