martes, 27 de marzo de 2012

Cómo empezó Japón.

En mi viaje de vuelta a casa en el autobús tras el examen teórico de conducir, iba pensando cómo empezó todo mi fanatismo por Japón.
Hoy me he encuentro con tres factores importantes: tiempo libre, ganas de escribir y dar el coñazo, y estoy medianamente inspirada. Así que...decidle hola a otra entrada interminable.


Los orígenes podríamos remontarlos a mi infancia, como le ha ocurrido a casi todo el mundo. Mientras que en la actualidad los niños pueden escoger entre ver Hannah Montana o Gran Hermano, en mi época los canales para niños abundaban y la programación estaba dotada de eso que uno llama calidad. Dragon Ball, Evangelion, Pokémon, Digimon, Hamtaro, Las tres mellizas, Sherezade...el país de origen daba igual, todo eran dibujos animados, aunque, si nos ponemos quisquillosos, la gran mayoría procedían del país del sol naciente.
Sin embargo, a mí el sitio del que procedían me daba igual. Alcanzaba a saber que las canciones que tanto me gustaban de Reena y Gaudi estaban en un idioma completamente diferente al mío, pero por aquel entonces para mí aquello no era Japón, sino la nada en el sentido de que incluso pensaba que era inventado. Hasta que, tras las exitosas ventas de los videojuegos, Pokémon se hizo serie y empezó lo bueno. Yo empecé criticándolo antes de que lo emitieran porque "bah, qué gente más tonta, mamá; esta serie no va a tener éxito, ¿no ves que los Pokémon nunca siguen al dueño en el videojuego?" y luego fui la primera en sentarme en el sofá para ver el capítulo "number one" y comprarme un set entero de Pikachus junto a mis primos. Y fui también la primera en protestar vía carta cuando Telecirco detuvo la emisión de la serie a la mitad; qué coño se creerían ellos.
Así una iba interesándose hasta tal punto de que la nada pasó a llamarse Japón y el idioma inventado japonés. Y las series de dibujos eran anime y los cómics eran manga. Y me gustaba el anime y el manga, aunque no había leído ninguno, yo decía que me encantaba porque así era la friki más guay del barrio.
Ah, y por supuesto, para mí el manga mejor que el anime, adónde iba a parar.
Y ese nivel de repelente lo tenía yo a una tierna edad que no llegaba siquiera a los once años.


Lo peor llegó a esa edad,a los once, allá por el 2003, una tarde de (seguramente) domingo en la que mi padre y yo, tras devorar dos platos de paella en casa de mi abuela, acudimos al videoclub habitual a alquilar algunas películas mas para grabarlas con el ordenador y ampliar nuestra colección, que para verlas desde el sofá del salón.
A mí se me cruzó entre ojeos varios una película japonesa llamada "Azumi", que finalmente no cogí ese día tras advertir que era demasiado sangrienta en las imágenes de la portada. "La niña es bonita", eso sí. Y como la niña (o lo que es lo mismo, la protagonista, que de niña tenía poco), era bonita, yo la siguiente semana me atreví a coger la película y a verla. La vi a retazos. Había sangre y violencia por todas partes, violaciones (los abusos sexuales siempre me han puesto mala), katanas y más katanas...y yo no conseguía ver eso del tirón a pesar de que no me desagradaba; así que como yo los sábados no era de salir, me tumbaba en el sofá y hacía pequeñas siestas a la vez que veía la dichosa peliculita.
La chica me gustó tanto, que a pesar de todo la grabé en DVD y, dos días después y tras devolver la original, logré verla sin pausas y decidí buscar en un cibercafé su nombre. "Aya Ueto", me repetía constantemente para ver si así me gustaba el nombre (porque vaya, de primeras no había manera).
A Aya Ueto, la siguieron unos meses después unos tal Kazuya Kamenashi, o Kame, y Jin Akanishi, que conocí gracias a un anuncio que hicieron los tres sobre una bebida energética, creo recordar.
Imaginaos...Una niña de unos doce años de edad, pre-adolescente, formándose ya como una frikaza del Japón, que descubre la gran empresa de Idols masculinos de Asia: la Johnny's Jimusho, para ser más exactos.


A mí me gustó el tal Kame (que ahora lo miro y hombre...hoooombreeee...en fin), aunque no llegaba a nada parecido a un "Dios, quiero tirarme al chino ese, qué bueno está" sino más bien a un "jo, yo quiero un novio así, que me quiera y me de mimitos y dibuje mi nombre dentro de corazoncitos." (No quiero coñas con esto, ¡que tenía doce años!).
En el 2004, estos jovenzuelos sacaron su primera canción como grupo ya formado (antes eran un grupo también, sí, pero de renacuajos inútiles que sólo podían cantar canciones "de los mayores" de la empresa). Así que encontré el videoclip, escuché la canción y...dos semanas después, ya tenía el single y el álbum entero descargado en el ordenador y obligaba a mi tío a pedírmelo por eBay. Quién me lo iba a decir a mí. Durante mi reciente fanatismo, descubrí que Aya Ueto era modelo y, a parte, ¡también cantaba! Así que...ala. A descargarlo todo. A verlo todo. Pero poco a poco, por supuesto. Mi mundo japonés seguía constando de anime por dóquier y, ya sí que sí, algún manga prestado o bajado de Internet; los cantantes aún no tenían cabida en mi cabeza.
Hasta que cumplí los trece y aquello fue horrible. La música en Japón es tan importante que hay mil grupos por metro cuadrado de cantantes jóvenes que tienen programas de televisión, de radio, son modelos y venden merchandising por los cuatro costados.
Para mí, sólo tenían interés Aya Ueto y la Johnny's Jimusho....hasta que descubrí a Yui, a Ikimono Gakari, Utada Hikaru...casi al mismo tiempo que me aficioné a los videojuegos y a leer sobre cultura japonesa. Aprendí frases sueltas, comencé a descargarme el anime en su idioma original con subtítulos y vi mi primer dorama: Nobuta wo Produce (Produciendo a Nobuta). 
El videojuego que más me marcó durante esa época fue el único de Rol que había catado hasta la fecha: Tales of Symphonia, seguido tiempo después de Kingdom Hearts y Final Fantasy.
También llegaron los foros a mi vida. Con catorce años ya era una friki bien formada, casi "hikikomori" si me permitís decirlo (si es que no salía...).


A los quince hallé la tienda de una japonesa llamada Chiise, casada con un granadino de pura cepa, que me vendía palillos acompañados siempre de algún simpático regalo. No obstante, el mayor regalo que esta mujer me hizo fue a mis dieciséis, cuando, el verano en el que finalicé la ESO (gracias a Dios...) me dio el teléfono de la que sería mi profesora de japonés: Etsuko.
Cabe añadir que a esta mujer mi padre la recompensó comprándome en mi cumpleaños un yukata y una muñeca originaria de Okinawa más caras que mi vida.

Gracias a que escuchaba constantemente el japonés tanto en los doramas como en las canciones, no me fue muy difícil familiarizarme con él; a parte de que sabía lo básico, hiragana y katakana incluidos.
Conseguí un nivel medianamente aceptable en casi dos años, aprendí a leer kanji y devoré todo lo que estaba a mi alcance sobre Japón, su cultura, comida...y me enteré de que ya no me gustaba tanto Tokio, que Kioto era una visita obligada y que, oh por Dios, Osaka a partir de ese momento iba a ser mi lugar favorito junto a Dortmund, en Alemania.

Conocí, por Etsuko, a varios japoneses que estaban de visita, entre ellos, un grupo numeroso de chicas jóvenes con las que mantuve una conversación de besugos (pero conversación al fin y al cabo; una cosa es un nivel aceptable y otra que yo pudiese hablar de todo, ¡oye!).

Creo que fue a los diecisiete, recién cumplidos, cuando mi fiebre por los Idols se convirtió en algo sano: los escuchaba, sí...pero ya no compraba CDs, me olvidaba de descargar los últimos Shounen Clubs y a los doramas les hacía caso de mes en cuando. A los dieciocho me estabilicé más y me interesaba Japón, mas no tanto el mundillo musical.

Todo esto son muchas palabras para resumir lo básico: una friki idiota que se dejaba un pastón en todo. No me arrepiento de esa época, por supuesto; pues no estaba yo graciosa ni nada traduciendo sus canciones y sabiéndome los nombres, apellidos y apodos de veinte mil tíos, vaya. No obstante, tiene su gracia que toda la locura se me haya ido sin que haya hecho falta lo que Etsuko me dijo: "cuando vayas a Japón, te interesarán otras cosas mucho más, ya verás." Supongo que el día que vaya la cultura y el idioma me darán igual y pasará a llamarme la atención...no sé...¿la comida?, ¿la construcción de los edificios, por ejemplo?

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