viernes, 2 de marzo de 2012

Todos somos villanos.


Oh, por Dios, venga ya. Todo lo que sabéis hacer es taparos los ojos y los oídos, esconder la lengua y quebraros las manos cuando las cosas no van como vosotros creíais. Y de ahí a que os metáis en vuestro mundo de fantasía va un pasito pequeño. Que si mi marido llega tarde del trabajo y me siento sola, es su culpa y por eso buscaré amor en otra cintura, algo que caliente mi ser y alimente mi cariño, que me voy a maquillar la carita de muñeca y que yo soy así, acéptame. Que si te pego y te decoro la piel con un intenso morado azulado es por tu bien, mi amada, no me incrimines, ámame más, mucho más, que yo jamás aceptaré que algo va mal en mi cabeza. Que si el niño llora, es malo y si el perro ladra, es un asesino. Los mosquitos, ¡qué asco! y las flores las corto porque me sale de la polla, total, las plantas aún no aprendieron a quejarse.
¿Veis? Sólo sabéis hacer daño. Todos, todos vosotros, villanos. Y si las cosas van mal, y si un atisbo de culpabilidad roza vuestro maltrecho corazón, os vendaréis el alma. Sois capaces de cualquier cosa, ¡incluso de rezar!, con tal de no aceptar la realidad: tú puta, tú cabrón, tú mala, tú el asesino. Tú no vales, no vales la pena. Eres tú, joder, no el resto del mundo. Lo único que sabéis hacer es quejaros y volver la vista hacia otro lado.

Pero yo no soy como vosotros, no. Yo sólo llevo la venda porque me favorece.

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