domingo, 22 de febrero de 2015

Elephant in the room.


Hay un elefante en todas las habitaciones de esta casa. Es grande, gordo e imponente pero no tranquilo, dulce o protector. He tratado de acariciarlo varias veces, otras tantas de echarlo y de vez en cuando procuro ignorarlo y de estas tres opciones sólo funciona la última (aunque duele).
Permanece impasible ante la ansiedad y el dolor que provoca. Me he obligado a mí misma a pensar que es posible que algún día desaparezca por arte de magia, pero la magia no existe. Me desespero.

Entre el "Sístema límbico" y las "Meninges", entre mis fármacos y mis teorías de la inteligencia, aparecen imágenes de un pasado que guardo bajo llave. Siempre me he preguntado qué sucedería si lo contase tal y como lo siento, lo percibo, lo veo y lo padezco: ¿alguien diría que estoy exagerando? ¿Que en realidad el elefante no es tan grande? ¿O se llevaría las manos a la cabeza y exclamaría, sorprendido, que no sabe cómo puedo soportarlo sin pestañear? Quizás me tachen de cómplice...¿acaso no lo soy? ¿Me preguntaría de qué lado me posiciono, como si eso fuera posible?

No pude explicárselo debidamente a Silvia porque en su momento pensaba que mi ombligo era la causa de todo mal que me acechaba, no se lo conté a Antonio porque no me inspiraba confianza y jamás fui lo suficiente sincera con María porque tenía miedo. Ahora no está ese pánico en mi interior, lo que tengo son ganas de saltar al vacío. Que no se me malinterprete, no es que el elefante que habita en todas las habitaciones de mi casa me esté dando ganas de tirarme por el balcón (bueno, reconozco que de vez en cuando sí, pero seguro que si lo hiciese me quedaría peor de lo que estoy y como que no, como que paso) si no que necesito sacar fuera las bolsas de basura que conforman mi pasado. No necesito un abrazo, necesito un consuelo y que alguien las recicle por mí.

La peor parte de mi vida son las habitaciones de esta casa y el elefante que se pasea por ellas. Mi abuela, que la quiero con locura, me dice a menudo que por qué vivir así y yo respondo con una sonrisa y un "No pasa nada." Mi tía suele preguntarme cuando me ve que qué tal todo, que le han dicho a él que eso está mal y que quizás fuese mejor que cada uno por su lado. Si supiesen lo que verdaderamente ocurre día tras día se dejarían de decir y de preguntar y pasarían a tirarse de los pelos.
No me he habituado aún a esta situación ni creo que lo haga jamás. Me veo a mí misma pasando por un episodio constante de sensibilización al presente y al pasado y, peor aún, a lo que está por venir en mi propia cabeza.

Desearía deshacerme del elefante, pensar que se puede y llevarlo a cabo pero no hay marcha atrás. No funcionamos y cuando algo está roto da igual cuántas veces pegues los pedazos. Al mínimo golpe...¡pum!, otra vez partido, en el suelo, hecho retazos. No funcionamos y no sé cuántas veces vamos a seguir rompiéndonos y recomponiéndonos, rompiéndonos y recomponiéndonos, rompiéndonos y recomponiéndonos falsamente, cada uno, lamiéndose las heridas y pegando los trozos con pegamento. Tampoco sé cómo podré mirarla a ella a la cara en el futuro y, más doloroso todavía, a ti. Porque jamás voy a ser capaz de perdonarte esto hayas pasado por lo que hayas pasado y sea ella como sea; me da igual que te saque de quicio y me da igual que esto suene egoísta: si no eras capaz de alejarte, haberlo hecho por mí; si sabías que estaba mal y no lo harías por ti, haberlo hecho por mí. Pero todos esos ratos que me habéis dejado para que me destrocen el corazón cada vez que me descuido son fruto de vosotros dos y eso, eso jamás os lo voy a perdonar. Llámame egoísta o desgraciada pero...pero el elefante era vuestro, no mío, lieber Vater.