sábado, 16 de mayo de 2015

Home, sweet home.

"Probablemente esa chiquilla termine siendo una desgraciada. Toda su vida. Imaginad la estampa: palos por todos los flancos posibles y un cuerpo frágil sin intención de defenderse ni anticipar las futuras caídas. Puede que termine mal."

Dijo él, sin recordar el juego previo que dos semanas antes había provocado en su despacho para que supiera que aquel personaje inventado no era más que mi sombra. Porque estoy segura de que lo atisbó en mis palabras encadenadas. No es imbécil, no me cabe duda, y le encanta resolver puzzles tanto o más que a mí.

Probablemente esa chiquilla sea una desgraciada. Gran parte de su vida. Imagina la estampa actual: no tiene hogar, un hueco donde refugiarse. ¿Adónde va cuando necesita consuelo o un recoveco donde llorar y taparse las orejas para no escuchar más? Vaga de un lado a otro, de un lugar plagado de ansiedad a otro en el que no puede situarse a un último en el que no debería permanecer.
Imagínala, con esa seguridad y esa fortaleza que se derrumban. Ese cuerpo débil que se estremece cuando mira hacia delante; divertida ironía, porque lo que la empujó a continuar fue, de hecho, mirar hacia delante. Ahora la asusta.

No encuentra dónde meterse, dónde descansar el ala. Si no tuviese miedo sería más fácil, también si se hubiese acostumbrado de una maldita vez a las paredes que la criaron entre Camy, canciones de letras ininteligibles y soledad.

Quién sabe si será una desgraciada. Sólo puede saberse que cuando no es una situación es otra la que la atormenta y que por mucho ignorar y mucho hacerse la guerrera brava, la mierda no desaparece.

No es malo sentirse desubicado ni es malo flaquear. Lo perjudicial es levantar la cabeza cuando quieres mirar hacia el asfalto y empañarte los ojos de gris. Lo cruel es obligarte a tirar del carro cuando requiere la mente una pausa y el corazón unas vacaciones.

Porque mira, niña. No importa si no te encuentras o si crees que estés allí o allá no vas a hallar un hueco. Lo que importa es que te lo construyas aunque sea, como muchos te dicen, a tan largo plazo que en ocasiones te olvides de vivir el ahora. Y si no hubiese un escondite para ti en ningún lugar de este áspero suelo, no te preocupes, sabrás lo que hacer cuando llegue el momento.

No llegaste hasta aquí para que te venzan y aquella a la que forzaste a andar se avergüence. ¿Verdad que no, niña?

martes, 31 de marzo de 2015

Protect me.

Posiblemente me quiera, me ame, me adore, ¡vaya usted a saberlo!, lo único cierto es que tiene una habilidad especial para herirme.

domingo, 22 de febrero de 2015

Elephant in the room.


Hay un elefante en todas las habitaciones de esta casa. Es grande, gordo e imponente pero no tranquilo, dulce o protector. He tratado de acariciarlo varias veces, otras tantas de echarlo y de vez en cuando procuro ignorarlo y de estas tres opciones sólo funciona la última (aunque duele).
Permanece impasible ante la ansiedad y el dolor que provoca. Me he obligado a mí misma a pensar que es posible que algún día desaparezca por arte de magia, pero la magia no existe. Me desespero.

Entre el "Sístema límbico" y las "Meninges", entre mis fármacos y mis teorías de la inteligencia, aparecen imágenes de un pasado que guardo bajo llave. Siempre me he preguntado qué sucedería si lo contase tal y como lo siento, lo percibo, lo veo y lo padezco: ¿alguien diría que estoy exagerando? ¿Que en realidad el elefante no es tan grande? ¿O se llevaría las manos a la cabeza y exclamaría, sorprendido, que no sabe cómo puedo soportarlo sin pestañear? Quizás me tachen de cómplice...¿acaso no lo soy? ¿Me preguntaría de qué lado me posiciono, como si eso fuera posible?

No pude explicárselo debidamente a Silvia porque en su momento pensaba que mi ombligo era la causa de todo mal que me acechaba, no se lo conté a Antonio porque no me inspiraba confianza y jamás fui lo suficiente sincera con María porque tenía miedo. Ahora no está ese pánico en mi interior, lo que tengo son ganas de saltar al vacío. Que no se me malinterprete, no es que el elefante que habita en todas las habitaciones de mi casa me esté dando ganas de tirarme por el balcón (bueno, reconozco que de vez en cuando sí, pero seguro que si lo hiciese me quedaría peor de lo que estoy y como que no, como que paso) si no que necesito sacar fuera las bolsas de basura que conforman mi pasado. No necesito un abrazo, necesito un consuelo y que alguien las recicle por mí.

La peor parte de mi vida son las habitaciones de esta casa y el elefante que se pasea por ellas. Mi abuela, que la quiero con locura, me dice a menudo que por qué vivir así y yo respondo con una sonrisa y un "No pasa nada." Mi tía suele preguntarme cuando me ve que qué tal todo, que le han dicho a él que eso está mal y que quizás fuese mejor que cada uno por su lado. Si supiesen lo que verdaderamente ocurre día tras día se dejarían de decir y de preguntar y pasarían a tirarse de los pelos.
No me he habituado aún a esta situación ni creo que lo haga jamás. Me veo a mí misma pasando por un episodio constante de sensibilización al presente y al pasado y, peor aún, a lo que está por venir en mi propia cabeza.

Desearía deshacerme del elefante, pensar que se puede y llevarlo a cabo pero no hay marcha atrás. No funcionamos y cuando algo está roto da igual cuántas veces pegues los pedazos. Al mínimo golpe...¡pum!, otra vez partido, en el suelo, hecho retazos. No funcionamos y no sé cuántas veces vamos a seguir rompiéndonos y recomponiéndonos, rompiéndonos y recomponiéndonos, rompiéndonos y recomponiéndonos falsamente, cada uno, lamiéndose las heridas y pegando los trozos con pegamento. Tampoco sé cómo podré mirarla a ella a la cara en el futuro y, más doloroso todavía, a ti. Porque jamás voy a ser capaz de perdonarte esto hayas pasado por lo que hayas pasado y sea ella como sea; me da igual que te saque de quicio y me da igual que esto suene egoísta: si no eras capaz de alejarte, haberlo hecho por mí; si sabías que estaba mal y no lo harías por ti, haberlo hecho por mí. Pero todos esos ratos que me habéis dejado para que me destrocen el corazón cada vez que me descuido son fruto de vosotros dos y eso, eso jamás os lo voy a perdonar. Llámame egoísta o desgraciada pero...pero el elefante era vuestro, no mío, lieber Vater.

viernes, 2 de enero de 2015

Dos de enero del 2015.

No sé, quizás no me salgan las palabras adecuadas. Puede que lo único que quiera sea descargar los nervios, y el frío, a través de mis dedos para atraparlos en las letras y que se escapen de mí. Es difícil concentrarse cuando te duelen las circunstancias. Soy el producto de aquello que destruisteis, me habéis llevado con vosotros al borde de la situación. Cuando estoy aquí, no existe paz ni calma ni tampoco existo yo.

Quiero expresar que estoy hasta los cojones de estar en medio y de frenar, frenar, frenar. A veces no sé si el destino que freno es fruto de mi imaginación o verdaderamente podría suceder; conociéndola, ¿qué final no puedo esperar? Tengo tantas opciones al alcance de mi fantasía que se harían reales...y lo peor es que creo que llegaría, que llegaría hasta el límite. 
Conociéndote, qué trágico desenlace no puedes dar. Si ya no eres, apenas, nadie para mí.

No puedo estar aquí, no me veo capaz de continuar siendo esa niña que se interponía. Porque me destrozáis el día, la noche, el futuro. Porque la cordura tiene una línea que no se debe cruzar. Basta ya, joder, basta ya.