No quiero que llegue el lunes. Si llega, se va a esfumar mi felicidad y pasará a ser un estado transitorio de impaciencia mezclada con inseguridad.
Me pasaré todo el verano esperando algo imposible.
Ojalá alguien, alrededor, supiera lo que significa tener verdadera vocación y querer vivirla. Ese pedacito es mío, sólo mío, nadie puede arrebatármelo. Excepto yo. Y no ceso de hacerlo una y otra y otra vez.
Si me pego el batacazo que sea habiéndolo intentado, probado, saboreado...y no quedándome en las puertas.