lunes, 13 de agosto de 2012

'Trautes Heim, Glück allein...'


Hace, aproximadamente, una semana desde que regresé de Alemania y Austria.
Siete días estuvimos por tierras norteñas mi familia y yo; y para mí fue incluso mejor que la primera vez. Porque con veinte años ves las cosas más bonitas (y realistas) que con doce y trece y medio.

El problema lo trae la vuelta. No tanto la despedida a esos paisajes verdes sino el retorno y el nuevo hola a un país lleno de incendios y subnormales y a una casa a la que no se la puede llamar hogar. Y es que aquello es tan simple, tan puro, que llegar a estos lares y andar por una acera repleta de colillas y mierda humana se torna un poquito asquerosete.
Yo siempre he querido a mi país, que conste. Pero comparar es fácil y la pobre España sale perdiendo por goleada, más aún cuando Granada se te hace tan minúscula que te la recorrerías una noche de paseo y más aún cuando sabes que si te marchases echarías más en falta los saltos de tu perro que las sonrisas de muchas personas.


Así que entre pensamiento y pensamiento acerca de tu futuro, se te cuela la imaginación despiadada y se pone a hacer de las suyas: inventa una casita de madera y un jardín, dos perros de diferentes narices y una chimenea dispuesta a calentar el salón las tardes de invierno.
Café y zumo de naranja para desayunar acompañados de embutidos, panecillos adornados con pipas y Nutella lista para untar. Gulash para comer, un trocito de una Schwarzwälder kirschtort casera de postre. De merienda unas cerezas o unos arándanos y para la cena salchichas, que no se pierda la costumbre, junto con kartoffelsalat.

A la mañana un paseo, a la noche otro. Entre pinares y vacas y el murmullo de más de un río.

Trabajar unas horas justas para cobrar un sueldo justo. Que se valore lo que haces, que no tengas que lamer veinte culos para salvarte el puesto. Porque en Alemania tienen las cabezas tan cuadradas que siempre van de cara aunque te duelan las verdades que te dicen sonriendo; no hay medias tintas. Y eso se agradece cuando vives en un país donde se lleva más el pegar puñaladas por la espalda.

Tratar a tu perro como alguien de la familia ante cualquiera porque nadie va a venir a decirte que el perro tiene su lugar y tú tienes el tuyo porque andas con dos piernas y no con cuatro. Ni nadie va a venir a decirme que no me siente en una cafetería a tomarme un té junto a mi perro vaya que le moleste porque, allí, ningún animal molesta.
Molestan los gritos humanos, el coleteo alegre de un animal no supone amenaza.


No sé de qué podría trabajar.
El sector de la sanidad es demandado y con lo que me atrae a mí el tratar cabezas de marginados sociales o el toquetear jeringuillas, no me importaría estudiar psicología que enfermería que meterme en un laboratorio.
O de auxiliar de veterinaria y peluquera canina; o auxiliar y adiestradora; o auxiliar y...
El japonés podría servirme, un chino básico y un árabe básico también. Mi propio idioma, el inglés, algo de francés. Podría trabajar en una Kurhaus o similar, o a lo mejor acabo de camarera o de dependienta...
No lo sé. Y este punto es el único que me tortura porque es a muy medio/largo plazo y yo soy impaciente por naturaleza.

Gracias a Dios, dudo mucho que me fuera sola y, mientras yo decido en qué invierto mis horas (si es que no he logrado vislumbrarlo ya), tendré de acompañante a la única persona que no me sobra nunca. Tampoco sé qué hará él, pero poco me importa porque suele centrar más la cabeza en buscarse la vida que en estropeársela con pensamientos suicidas.


Lo que sí tengo muy, muy, muy claro...¡es que las compras las realizaré en Freiburg! Que mis hijos visitarán Schonach un mes al año (se rumorea que de aquí a un tiempo tendrán que jubilar un reloj de cuco que se dice es el más grande del mundo y, claro, sea el pajarillo jubilado o el nuevo empleado, yo quiero que lo vean piar con los ojos desorbitados anunciando las doce) y que haré que mi pareja pedalee al menos una vez a la semana en el lago Titisee como muestra de su amor.
Munich y Austria nos pillan cerquita, tan cerquita que vete tú a saber si no podríamos irnos allí algún que otro verano de vacaciones. Sino...el norte. Porque sino vivo en Dortmund tendré que visitarlo y volver a enamorarme de esa ciudad mitad verde hierba mitad gris asfalto.

Y que no me hagan hablar de los trajes típicos, porque a mí a "maricona" no me gana nadie y se iban a tener que llevar ¡casi todos los días del año!



Soy un poco inocente e ingenua, que me conozco. Lo veo todo muy rosita y facilón y si algún día me toca ir allí me voy a pegar semejante hostia en la cara que tú verás si despierto yo del sueño. Pero es que claro, aquí es todo tan difícil, aquí me cuesta tanto verme fuera de casa y con trabajo y ya no digamos con expectativas de ahorrar para ver mundo y...que no. Que es que aquí es todo muy negro. No hay nada y lo poco que teníamos nos lo están quitando porque somos imbéciles.
Fíjate tú si somos imbéciles que ni siquiera protestamos como debe ser.

Por eso tengo tantas ganas de irme, digo yo. Por eso y porque el calor y el aburrimiento me queman las neuronas. Por eso no me importaría estudiar algo que me guste a medias tintas si luego me dará de comer a mí y a alguien más. ¡Por eso quiero ahorrar y no me he comprado aún un iPod Shuffle, hombre!

Por eso. Porque España cada vez me da más urticaria y lo único que echaría en falta se quiere venir conmigo; ¿así quién no se va a vivir a Alemania o a Filipinas?

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