viernes, 30 de diciembre de 2011

Cuando dejo de ser flor, molesto.


Dakota murió un 14 de Abril de 2009. Yo tenía, seguramente, diecisiete años cuando murió.
Antes de que se fuera para siempre, mi padre, ella, Diva (que también se ha ido) y algún que otro acompañante de cuatro patas, íbamos al campo periódico en una mano y chucherías en la otra. Recuerdo una de esas veces en las que, en plena primavera y con los cerezos en flor, me dediqué a coger una de mis flores favoritas: diente de león. Y me regalé un ramo de diez dientes, y otro a Dakota de quince, y otro a Diva de doce...y los soplé. Los desdentaba, si es que se puede decir así. Pedía deseos. Y luego, sin decirles adiós, los tiraba al suelo a pesar de que me daba pena abandonarlos por el simple hecho de que ya no eran bonitos.
Pero no miraba atrás. Mi pena y yo nos íbamos a regalar más ramos, a soplar más deseos.

A veces, pienso (tengo la sensación) de que a la gente, cuando verdaderamente me conoce, le ocurre lo que me sucedía a mí cuando descubría cómo eran los dientes de león por dentro y se van, con lástima, pensando: "no importa, era horrible; algo tan feo no puede ser una flor, algo tan feo no vale la pena." 

sábado, 24 de diciembre de 2011

Que esta noche es Nochebuena.



Nochebuena es hipocresía aquí...y allá. Es cenar en casa de mi abuela materna junto a comparaciones, palabras despectivas, la mirada inquisidora de mi abuelo y tres broncas de postre.
Y todo por nada.
Con siete años no quería ir y con veinte tampoco. Porque en esa familia (que no "mi familia") una persona con depresión se vio obligada a suicidarse, y es que vio que ahorcarse era mucho más gratificante que continuar una farsa en los que tíos, hermanos y primos discutían por cuidarlo cuando lo único que anhelaban era su dinero y no que él viviera mejor o se sintiera comprendido y acompañado; porque en esa familia está una persona que causó que me tirase siete años sufriendo acoso escolar sin razones y eso no lo voy a olvidar aunque ya no me duela; porque en esa familia me comparan con dicha persona y con las dos putas del pueblo...y luego me llaman a mí guarra sin ton ni son; porque en esa familia me han llamado inútil, mierda, estúpida y demás cumplidos que jamás, como veréis, he sabido apreciar; porque en esa familia han despreciado a la de mi padre y, en especial, a mi abuela paterna riéndose y burlándose de que el cabrón de su marido la trataba como una basura sabiendo que ella lo pasó, mal no, lo siguiente..Y así podría seguir.

Supongo que escribo esto porque necesito desahogarme, porque siento rabia.
Jamás he sido hipócrita. No de esa forma. Yo no puedo darle un beso, un abrazo y un "¡feliz navidad!" a alguien por quien no siento aprecio (más aún a sabiendas de que es recíproco). Si son capaces de pasar por mi lado y no saludarme, ¿a qué voy a ir yo a verlos ahora? Es ridículo y cuanto más lo pienso peor porque los motivos para guardarles rencor se me amontonan y se me hacen una bola en la garganta.

Yo ya tengo mi familia: escogida por mí. Dos miembros de ella, Dakota y Diva, ya no están; claro que me quedan muchos otros: mi abuela paterna, mis dos tías, Él, Yenai...incluso Samantha. Y un corto etcétera con el que me es más que suficiente para ser feliz.

Cuando era pequeña pensaba que acabaría igual que mi madre o que su familia o, peor aún, igual que ambos. Y por estúpido que suene, conseguía hacerme llorar y sentirme mal. No quiero hipocresía, mentiras, hacerle daño a otra persona (o a algún animal) por creerme superior. No quiero ser repulsiva...

No quiero Nochebuena. No si son de esta forma.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

De esos propósitos que ¿no? se cumplen.


*Estoy hasta el...pussy. Como dirías tú.
-Ya sabes que siempre podrás contarme lo que quieras.
*Lo sé. Pero no hay nada que contar, no nuevo. Esto comienza a ser desesperante...
-Para mí...también lo es. ¿Te consuela?
*Sinceramente no, para nada.
-Podemos hacer una cosa si te apetece.
*¿Cosa?, ¿qué cosa? ¿A qué te refieres?
La chica con el nombre de mes se rió.
-¡Cambiar! Claro que será difícil.
*La gente no cambia, Nufi.
-Sí que cambia, lo que pasa es que nadie lo intenta. No el tiempo suficiente. Y si lo hacen...no se arriesgan del todo. Tú y yo podemos.
*Lo dudo...
-¿Sabes?, a veces...a veces me gustaría ser capaz de limpiarme, dejar la mente en blanco por completo...Es decir, acordándome de todo y siendo consciente, menos de lo que he hecho malo y de lo que me ha hecho daño. Olvidar eso. Olvidar las cosas que siento. Limpiarme...
Mika suspiró.
*¡Maldita!, ¡tú lo que quieres es ser una malota e ir por ahí jodiendo a los demás! Total, como luego no te vas a acordar. Qué puñetera estás hecha.
Rieron.
-Lo que quiero es sentirme bien.
*¡Tú ahora estás bien!, ¿no? ¿Qué preocupaciones tienes? A parte de la facultad, de la Thermomix y de que tienes que llevarle las pinturas a la idiota esa a su casa...que lleva tres semanas esperándolas...
-Dios, calla, que tía más pesada...-esbozó una sonrisa.- No las tengo, pero me las busco. Si tú supieras las paranoias que llego a montarme yo sola...
*Si tú supieras las mías...Lo peor es que las que yo me monto tienen...base, sí. Una base. Por decirlo de alguna manera.
-¿Base?
*Sí, que han aparecido porque ha habido algo que las ha impulsado a existir. Si no, seguramente, yo no estaría aquí comiéndome la cabeza como una imbécil. 
-Por eso...vamos a cambiar. Al menos a intentarlo. Por muy complicado que sea...será más fácil si lo hacemos juntas.
Mika suspiró de nuevo una, dos y hasta tres veces.
*Tú ganas. Acabemos con nuestros..."mantecados" internos. Que empiece nuestra dieta particular.
-¡Sí! Hoy, veinte de diciembre, poco a poco...


...creen que conseguirán librarse de la mierda que les echaron, que se echaron ellas mismas encima.
Suerte.

lunes, 12 de diciembre de 2011

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El sábado fue...


El sábado fue día tres de diciembre del dos mil once. Frío, sol escondido y luna al descubierto se juntaron. Y nosotras también nos unimos.

Muchas veces peco de ser una dramática, una persona insegura que necesita constantes muestras de afecto y confianza para asegurarse de que los que ¿deben? estar a su lado siguen estándolo; como fallen, se me caen mis cielos naranjas a pedazos. Cuando hablo de fallar no me refiero a herirme, si no a que se distancien; aburridas tardes en casa me da por psicoanalizarme para ver si logro entender el por qué necesito con tanto ahínco que ellas (que él) me recuerden que van a estar ahí durante el otoño mientras winter is coming y que pasaremos juntas la primavera hasta que riamos en verano. Y sé cuál es la respuesta, aunque no tiene cabida aquí.
Cuento esto porque el sábado día tres de diciembre del dos mil once dejé que el poco alcohol que se apoderó de mi estúpida racionalidad me lo recordase y me hiciese proclamarme gilipollas en silencio.
Era el cumpleaños de mi mejor amiga, del Enero más dulce, y en vez de disfrutar de su compañía me comí la cabeza con subnormalidades que tampoco tienen cabida en este lugar. Es tan ridículo que me da vergüenza reconocer que cargo con la sensación de "no soy especial, esencial, importante para nadie" desde que tenía alrededor de seis años; ya no aparece tan a menudo, aunque cuando le da por molestar lo hace con verdadera maestría.


Aquel día ella no se retiró de mi lado. Quedamos en grupo con pocas expectativas de diversión y de aguantar los ojitos abiertos más allá de las una de la madrugada; mas no fue así. De una cena improvisada a un pub en el que fotografiar el momento mientras se llevaban un cuarto restante de mi cerveza y varios vasos vacíos antes de tiempo; una larga caminata acompañada de dolor de pies y un frío insoportable de ese que penetra en el cuerpo y te rompe los huesos. O tal vez eso sólo lo sentí yo. Otro pub sin el karaoke que íbamos buscando que disfrutamos igual; chupitos, canciones dedicadas, más fotos, su risa, mi estupidez y poco más.
Contado así suena aburrido, pero fue todo lo contrario.
Regresamos a las cuatro de la mañana, aproximadamente, con el sueño a cuestas.


Una buena noche, un gran sábado. Desperté entre las sábanas de aquél con el que quiero seguir compartiendo infinitos diecisietes; y es que para mí ese número cobró desmesurada importancia desde que pronunció mi nombre y me dedicó dos besos. No cuento horas ni segundos ni meses; guardo los momentos.
Estuve con Él. Me abracé a Él. Y la tarde pasó volando entre cámaras, una mujer-mapache y las bromas de la que se hace llamar mi suegra. Hasta que llegó la noche y con ella volví a enamorarme de los abrazos de la única pelirroja que tengo en mi vida, de la forma de tratarme de una tal Elena (similar, para mí, a como una hermana mayor trata a su hermana pequeña), del Enero ya mencionado.


No sabría cómo concluir esto. Comencé a escribir con la finalidad de grabarlo a tinta en la memoria para que no se borren nunca ni la mañana, ni la tarde...aún menos la madrugada acompañada o no de cinco minutos de (auto)estupidez que, por supuesto, pretendo conservar para, poco a poco, ir dejándome de tonterías...Con la finalidad de decir, cursi o no, que el teneros me ayuda a ver el mundo menos feo de lo que es en realidad.


Estoy hecha una maricona, lo reconozco. 

martes, 6 de diciembre de 2011

Lo que significa ser mujer.


Esta entrada va dedicada a dos personas: una es mi mejor amiga, cuyo pelo es ahora color panocha y cuya regla comparte el día de llegada con la mía, y la otra soy yo, porque me merezco un caprichito de vez en cuando, qué puñetas.

Sí. Voy a hablar de monstruaciones mutantes. Porque siempre he pensado que mi principal problema es el síndrome premenstrual que acompaña a esta peculiar amiga de toda buena mujer que se precie siempre mayor de trece años (raras, las que la tenéis antes sois raras). Mi amado síndrome consiste en estar una semana, o hasta casi quince días, sufriendo constantes bajadas y subidas de ánimos. Es como ser bipolar, igualito.
Ahora, afortunada de mí, me encuentro en esos días: me enfado, me irrito, me pongo triste a los cinco minutos, mi cuerpo me acompleja, me veo gorda, se me ven unas tetas preciosas (lo único positivo), mi cara se transforma en paella, mi pelo se vuelve más graso, me comparo con toda fémina andante situándome a mí por debajo, el mundo me estorba, siento que nadie me quiere...Todo eso formando una cadena de sentimientos que duran aproximadamente un minuto cada uno para luego dar lugar a una inexplicable euforia. Hasta que te deprimes de nuevo y te dura todo el día. Es inaguantable, ¡¡inaguantable!!

En estos precisos momentos sufro el "mi cuerpo me acompleja" seguido de un "me veo gorda" más "estoy triste porque nadie me quiere, ¡¡están todas más buenas que yo, putas!!". Duele y bastante. No existe aún remedio para tal dolor de corazón: el ibuprofeno no alivia y ver Pretty Women mientras se come chocolate tampoco. Si me siento gorda, cómo coño va a ayudarme a sentirme mejor el zamparme una tableta de chocolate, ¡¡por Dios!!
Si el síndrome premenstrual lo padecieran los hombres existíran mil remedios, pero como nos ha tocado a las mujeres tenemos que aguantarnos y jodernos (y bien jodidas). De nada nos sirve que nos aumente la líbido (al menos a una servidora) y estemos cuan gata en celo por los rincones ni que las tetas se nos vuelvan una obra de arte si por dentro nos cagamos en la madre que parió a cada ser que pasa por delante de nosotras.

Quizás sea hora de hacer una rebelión, de montar una huelga en la Universidad y colgar cartulinas de colores por las paredes de ésta en señal de protesta, de quejarnos por una vida mejor. Sí, de luchar por una vida digna sin monstruación mutante. No obstante, yo soy tímida y estoy triste y bastante estoy haciendo con escribir esta queja en el blog; así que protesta tú por mí, a ti te será más fácil.