martes, 26 de abril de 2011

"Sabes que no puede ser".



Le sorprendió que no cesara en su intento de hacerla reaccionar, a pesar de que su respuesta era siempre la misma: “sabes que no puede ser”.
Le sorprendió que no se alejara, que no diera media vuelta y la dejara allí con excusas en una mano, dudas en la otra y su cara de circunstancia.
Le sorprendió que la siguiera en silencio, sin mediar suspiros ni palabras, sin quejarse ni hacer una sola mueca de disgusto.
Y por eso, le sorprendió aún más que de repente se parara en seco y la obligara, en cierto modo, a detenerse y darse la vuelta para mirarla frente a frente.

-¿Por qué no puede ser?
*No empecemos con lo mismo…
-¿Por qué no puede ser? Mika, sé que no estás bien, no del todo. Que te conozco más de lo que te puedes conocer a ti misma. Sé que esta noche no pararás de dar vueltas en la cama, suspirando una y otra vez. Que de tanta vuelta te dolerá la cabeza y te arrepentirás de haber pensando de más. Que agachas la cabeza cuando las cosas no van bien o cuando pretendes olvidar, o todo junto. Que cuando te sientes mal te compras un dulce para compensarte el día. Que le pones nombres ridículos a todo. Que cuando quieres llevar a cabo varias acciones, te haces un planning de colores que nunca cumples. Que te terminarán doliendo los ojos. Te conozco, joder. Y sé que podría, que puede ser.
*No, no puede…
-¿Ah, no? ¿Y dónde está el “por qué”? Algún día podrá. Ese día…¿y si es hoy?
*No lo es.
-¿Entonces? ¿Cuándo será?
*Dejémoslo para cuando hayan incendios de nieve, como en sus canciones.

Y ahí terminó todo. Decidió darse media vuelta y marcharse, con su cara de circunstancia y la cabeza agachada, como si tratara de esconder los ojos antes de que empezaran a escocer.

Cabezota, siempre igual”, fue lo último que llegó a escuchar.

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