jueves, 27 de enero de 2011

Maniobras de escapismo.



La cabeza ha comenzado a dar vueltas. Los pensamientos, mejor dicho; al igual que las ideas. Chocan entre sí. Es como una peonza, como una montaña rusa. Todo da vueltas.
Gira y gira y gira y gira y gira y nunca se detiene. Qué más dará lo que hagas, si va a seguir en movimiento.
Es, mencionado ya otras veces, como una lavadora. Y los pensamientos, de tanto girar, se terminan clavando como cuchillas. Qué importará que intente llevar a cabo mi supuesta vida, si ellos van a su libre albedrío.
Miles de recuerdos van entonces en mi busca. En momentos así, juraría que me mareo. Y que intento esconderme pero no me sirve de nada.
Aumentan las emociones, todas ellas entremezcladas; todo da lugar a un resultado de confusión del que es un poco difícil salir.
Pero hay tres personas capaces de hacer que se vaya todo con un chasqueo de dedos; así de simple y fácil, sí. Una verdadera lástima que dos de ellas ya no estén y que la otra…que la otra se encuentre en un lugar cargado de tantos malos recuerdos que se me eriza el vello tan sólo de pensar en pisarlo.
Y no. Nunca he conseguido sustituirlas como haría cualquiera. Más que nada porque no sé…o tal vez también porque no quiero.
Así voy por la vida con los esquemas mentales deshechos. Menos mal que a veces aparece en un rinconcito de la inquieta cabecita un botón que dice “pause” y todo se detiene durante unos pocos segundos…y una, para alegría de esos que la rodean y son más que cercanos, deja de quejarse. Que se agradece, claro. 


lunes, 24 de enero de 2011

Éxtasis.



Bajo del autobús con cierta pesadumbre, permitiendo a mis pies que se arrastren por el suelo y le demuestren a mi acompañante mi desagrado al abandonar tan corto viaje.
Entre miles de lenguas ajenas, nos abrimos hueco y encontramos un lugar en el que esperar sin nadie que pueda destrozar la tranquilidad en la que nos encontramos, aparentemente, inmersas. Más ella que yo, que sigo buscando la única mirada que se clavó como una astilla en mi pupila.
Ya en espera, encuentro insulsa la conversación de mi interlocutora y me abandono a mi propio silencio durante unos instantes. Hasta que vuelve a aparecer y se me eriza el vello.
Avergonzada por dicha reacción, agacho la cabeza y distraigo mis pensamientos. Oigo los pasos de los transeúntes y me hallo incapaz de retirar la mirada. Se hacen sordos mis oídos a las palabras de quien me acompaña, e ignoro sin demasiada dificultad tanta verborrea.
Se sitúa unos metros por delante mía y se apoya sobre una pared, mientras sus dos acompañantes lo abandonan junto a un desgastado libro del que no llego bien a leer el título. Ni siquiera considero que esté en mi idioma. Y lo abre, y con poco interés comienza a leerlo y se mantiene absorto a los escasos minutos. Lo observo detenidamente, entre descaro y disimulo, y se acelera el corazón. Fijo la mirada en su tez clara y me llaman la atención sus andrajosas ropas; inspecciono con cuidado lo que puede haber detrás, me paro detenidamente a seguir la ruta de unos labios de los que sólo escapan suspiros.
Y me abandono a un nivel de excitación que aumenta progresivamente allí, entre viajeros que van y vienen y palabras que no alcanzo a entender, entre piernas blancas desnudas y miradas preocupadas, y una acompañante que no para de quejarse. Noto tenso el ambiente, más sólo por mi parte. No se percata de que una adolescente lo observa sin disimularlo. Aumenta el ritmo cardíaco, llego a creer que se escucharan los latidos a lo largo de toda la sala. Se funde la imaginación con el aire, considero por meros segundos la fidelidad ridícula ante un amor más que marchito.
Me percibe. O tal vez haya percibido mi imaginación. Sonríe. Y no me veo capaz de devolvérselo. Siento que escucha mi voz jadear, aunque no salga de mis labios. Aumenta la excitación, cada vez más, y sigo sin comprenderlo. Permanece imperturbable ante todo cambio que su simple imagen produce en mi cuerpo.
El vello continúa erizado. Éxtasis. Hormonas a flor de piel.

Y en el momento más extraño, llegan otros dos viajeros y se despide así, con una sonrisa. Con una mirada. Y un gesto simpático con la mano que a duras penas llego a descifrar.
A medida que se aleja, se va reduciendo la excitación. La imaginación deja paso a mi cordura absoluta y mis oídos vuelven a ser capaces de escuchar a mi compañera, que entre quejido y quejido me suelta un escueto “¡seguro que no me hacías caso porque estabas pensando cochinadas!”.


Verano del 2009, en Málaga. Qué calenturieta yo con dieciséis años, ¡hoygan!

domingo, 23 de enero de 2011

Lo que necesitaba.



*Dios…-suspiró a la vez que esbozaba una de sus sonrisas de boba.- Necesitaba algo así.
-¿Algo como qué?
*Joder, pues no sé…Algo como esto…
Su acompañante rió.
-¿Como cenar en un bar que parece un puticlub?
*¡Claro que no!
- ¿Comer una hamburguesa acompañada de unas patatas fritas?
*Tampoco…
-¿Entonces?
*Algo como reír, evadirme, ser yo, hablar, escuchar y que te escuchen, volver a reír y contar paranoias de esas que se quedan en la cabeza tan bien que las repetiremos seguramente durante meses hasta que dejen de resultar curiosas. Algo como vosotras

.[Danke Schön].

viernes, 21 de enero de 2011

Sin sentido.


Yo no le encuentro el sentido, sinceramente.

Saber a la perfección que lo poco que perseguías se evapora no alienta a continuar, ni a esforzarse, ni siquiera a levantarse. Sobretodo si hablamos de no estar caminando ese camino que te lleva hacia donde te gustaría ir: que tú estás andando otro sendero y a media mitad, te tendrás que detener e irte a ese que dicen que es tuyo, no sin tener más de cinco y hasta de veinte complicaciones.
Todo parece inútil. Y es que lo es, por mucho que me empeñe en negarlo y en decirme que aún se puede. ¿Qué es lo que se puede?

No sería todo tan negativo si no contáramos con estar encerrados. Ese cuento de la jaula y tres puertas, y esas pocas ganas de construir otra porque no hay por dónde empezar.
Veo soluciones, a ratos me siento capaz de alcanzarlas. A cortas distancias de tiempo, me noto patética y abandono. No por pesimismo, sí por realismo: por mucho que escape de aquí, los fantasmas se vienen conmigo.
Todo parece ridículo. Y es que lo ha sido siempre, me han atado a un lugar al que no pertenezco y ahora no sé cómo se sale. No sin antes quebrarme.

Tampoco es necesario dramatizar, por supuesto. Pero yo sigo sin saber adónde voy, de dónde vengo o qué demonios hago aquí. Que si mi sueño era uno, por qué me lo cambian. Que si yo fui medianamente feliz, por qué me hicieron ser lo contrario. Que vivo rodeada de gente, y sólo puedo confiar plenamente en dos. Que una estupidez tan grande como ¿saber a ciencia cierta? que nunca llegaré a importarle a alguien tanto como para que se atreva a dar un mínimo por mí me hunde durante tantas horas que paso de contarlas. Que yo pensaba que echaría de menos ser quien fui y ahora es al revés, y me resulta gracioso pero a la vez patético. Que yo no creo en Dios, ni en Buda, ni en la madre que me parió, y sé a la perfección que si no hago las cosas bien (desde un punto de vista siempre grupal, el mío solo no cuenta para nada) cuando se acabe se acabó y a mí eso de arrepentirme nunca me ha gustado.
Que va a resultar que ella tenía razón y yo soy un juguete. No sólo de ella, sí de todos, pero juguete al fin y al cabo.

Reconozco, sin disculparme (que ya pido bastantes perdones a lo largo del año y me canso de derrocharlos), que soy yo la que en ocasiones se arrincona y así no se consigue nada. El problema es que yo estoy hecha así y los psicólogos me podrán decir misa y recitarme mil historias, que no es tan fácil cambiar-se o modificar-se (que uno no se crea, lo construyen).

Por eso, y por más, no le encuentro el sentido a estar aquí. O a dar más de tres duros por personas que van y vienen. O a intentar reconciliarme con algo que no quiere hacer las paces.
Desaparecer y llevar en la maleta lo poco que me consuela es lo que necesito, pero se queda en sueño porque no sirve ni como esperanza

martes, 18 de enero de 2011

Entre ojos cerrados.



Imagínate una jaula. Créate ave sin alas.
Te ofrece una mano, probablemente irreal, salir y escapar. Pero escapar a dónde, si para ti no existe lugar.

Se divisan tres puertas y, guiándote hacia cada una, un camino de piedras. No se muestran muy tentadoras tan negras, tan robustas y con tanta roca deseando destrozarte planta y talón.
Sin embargo, de nada te sirve pararte ahí a ver las estaciones pasar. 


Te decides, sin pensar, por la primera. La abres. No te atreves a cerrarla. Está repleta de cuadros, pinturas, escritos…de música. Clásica. Suena Wagner y sonríes. Avanzas unos pocos pasos y te fijas en cada obra de arte: son tus recuerdos. Espanto en la cara. La habitación te da tanto asco que retrocedes; hay palabras insultantes decorando las paredes, promesas suicidándose, hay mucho a lo que has escapado y vuelves a hacerlo. “Por una vez más, no importa…”, te consuelas.

Abres la segunda. “¡No hay nada!”, piensas. A lo lejos, alumbrando la oscuridad, la luz de una triste vela. El resto apagadas. Lo más destacable es el eco y unos ligeros murmullos ahogando las palabras convirtiéndolas en inentendibles a tus oídos,  ahora cada vez más sordos.
Reflexionas porque no entiendes. Hasta que le encuentras el significado: es tu sueño, son tus metas, cada vez más tristes, lejanas y apagadas. Te invaden el desánimo y la frustración, por lo que decides abandonarla.

La tercera. Dudas, pero la abres a regañadientes.
“¡Hola!”, saluda una voz familiar. “Te he echado de menos”, otra. Y así durante cinco minutos. No puedes reconocer caras ni cuerpos porque la luz abundante te ciega. Al fin, se acostumbran los ojos. Lo que está ante ti es lo único que te importa. Hay muy poco, demasiado poco. Pero tú eres feliz con eso. Siempre tan conformista…
La luz se funde con sombras de repente. Y lo preciado se mancha de miedos e inseguridades, falsas evidencias, que son más tuyas que de nadie. Te agobias, desesperas, entristeces…enloqueces y por tanto, escapas.

Vuelves a estar fuera y te quedas con la sensación de que tiendes a destruir lo poco que hay para ti. Y lo divides. Temes y huyes.
A tu derecha, espacio. A tu izquierda, materiales. Puedes crear otra habitación, pero te ves tan inútil que estúpido de ti te sientas y, cuando finalmente te pones en pie, es para volver a tu jaula. 

viernes, 14 de enero de 2011

Vodka con caramelo [3]



-¡Venga, vamos! ¡BORRACHERA!
*Lavín, niña, tranquila. Que parece que te hayan dado cuerda…
Y llevábamos un cuarto de la botella…
-¿Sabes qué? ¡¡Te quiero!!
*…Sí, ya. Eso le dices también a Paco…
-¡A ése qué le voy a decir!
Bebimos. Más espuma que cerveza porque Yenai no paraba de moverla de un lado a otro (me ha salíoh un chiste guarro...jeje), pero qué le vamos a hacer.
Tras sus ataques de amor cariñoso, llegaron mis risas. Aún no habíamos salido de Granada, ni habíamos llegado a Congresos, ni náh, sin embargo, ahí estábamos las dos: o borrachas o tontas perdías. Apuestas permitidas.

Avanzábamos despacio, procurando que la botella aguantase todo el viaje en buenas condiciones (y más o menos llena, aunque parezca mentira). Lo malo llegaba cuando mi acompañante se cansaba de llevarla y me tocaba hacerlo a mí, que entre carcajada y carcajada casi la tiro al suelo…
Pasados muchos bastantes demasiados minutos, estuvimos cerca de Congresos y encontramos a un grupo de pijas (con ganas, ¿eh?) cantando “noséquécanción”. Y otra parada más para que yo les cante la canción de Marco, y otra para que Yenai se ría, y otra porque se me cayó el paraguas al suelo y alguna más hubo, pero no me acuerdo…

Pasado Congresos, la botella iba menos de la mitad y mi pobre Yenai tenía los juanetes que le iban a reventar.
-Vamos a descansar, por favor. Que no puedo más…
*Falta poco. ¡Ánimo!
-Claro, como tú no llevas tacones…
*Yenai, tú tampoco.
-Ya, ya lo sé –sonrió.
*Un día te meto una torta que te dejo tiesa. Por tonta y petarda.
-Cómo te pasas…
Todo eso quietas, que no habíamos descubierto aún eso de que puedes hablar y caminar al mismo tiempo.
Comenzó a llover y a hacer más viento que el que hizo durante la tarde (¿verdad, Norgelia?), así que dispuesta a salvar a mi pequeña abrí mi paraguas de los moros para cerrarlo a los dos segundos porque casi sale volando.
-Vaya mierda de paraguas. ¿Dónde te has comprado eso?
*¡¡Será hijo de puta!! ¡¡Adónde iba!!
E iniciamos una absurda conversación con el paraguas que no tiene ni pies ni cabeza.
 Ahora, que íbamos andando, algo es algo.


-Oye…
*¿Qué?
-Compartimos novio.
*¡¿Qué?! –y me dejó patidifusa.
-Compartimos novio. Eso.
*Mira, no te lo tomes a mal, pero yo no salgo con Paco –puse voz de discurso, para sonar seria y medio sobria.- No creo que nos llegáramos a entender nunca en la cama.
Juro que se descojonó, lo juro.
-¡No me refería a eso!
*¿Entonces?
-Qué alegría haberlo encontrado. Estar con locos no me va, y con puteros tampoco…- me miró.- Tú y yo compartimos eso.
*Me estás llenando de gozo el corazón…Ya podríamos compartir las bragas, o el gusto por el jamón…
-Pero después de los cabrones, llega el chico dulce. Para las dos.
*Yo veo a Paco más bien rancio – un mal chiste salió de mis labios.
Me dio la mano, en señal de aceptación y amistad y a saber qué más...

miércoles, 12 de enero de 2011

Tenue gris.



No sabe si será un “de vez en cuando” temporal, pero espera que todo pase más pronto de lo imaginado.

Puede que hoy sea su día tonto, o tal vez su semana tonta, pintado de un tenue gris. Pero no para de pensar en tonterías. Y su cabeza se ha transformado misteriosamente en una lavadora con su programa largo y centrifugado incluido. Sus ojos han tomado complejo de mar, tanta agua y tanta agua sin razón importante.
Le ha dado por columpiarse en falsas evidencias, porque le falta algo y no sabe cómo encontrar la respuesta.

Sea como sea, se ha dicho a sí misma que es momento de un “apaga y quietecita, que estás más guapa”; cremallera en boca y la lengua rota. Ha comenzado, rutina de días grises, a concentrar el frío en manos y pies para anestesiar las ideas y calmar los latidos que se ahogan en la garganta y no la dejan respirar en condiciones. Va a buscar algún abrazo que le de calor.
Y para no perder la costumbre, se ríe y hace como que todo va bien, dándole vueltas a lo más estúpido firmándolo con una sonrisa de oreja a oreja en su cara de boba sin remedio.
Todo, cuando en el fondo tiene repleta la habitación de dudas y se ahoga en pensamientos que se confunden con emociones reencontradas. Se siente polilla…
Se siente el mosquito más tonto de la manada.

lunes, 10 de enero de 2011

Propósitos de Año Nuevo.



Todos los años me hago un solo propósito y os juro que lo cumplo, pero este año quiero ser más guay que nadie y he decidido hacerme una lista que, a finales de diciembre, colgaré de un pino (no por tradición o ilusión, si no porque voy a terminar hasta los cojones).

1.- Hacer las paces con la Coca-cola (uy, uy, uy…mal empezamos…).
2.- Comprarme un pijama que sea hasta mirable.
3.- Regar el cactus (sí, tengo un cactus que se llama Faustino, ¿algún problema?).
4.- Aprobar el curso.
5.- Hacer la Selectividad (no pongo aprobar, porque seguramente estaré cansada y será pedirme mucho).
6.- Recordar que existe la autoescuela, y que estaba sacándome el carne (siempre olvido las cosas más importantes…).
7.- Intentar que me regalen un geranio bonito.
8.- Cambiar mis calcetines por otros más modernicos.
9.- Ser menos borde (jajajajaja, éste es de rellenos, pringaoh).
10.- Dejar de fumar (bueno, esto lo tengo fácil porque no fumo).
11.- Emborrachar a Noelia (niña, que tienes que hacerte mayor).
12.- Aprender a ser menos racional y darle menos vueltas a las cosas (illoh, tío, ¡he puesto algo serio!).
13.- Sacar más de paseo a Yenai (y a Paco, si llega a ser necesario).
14.- Viajar; ya puede ser a la esquina del supermercado, pero viajar, coño.
15.- Terminar mi lucha con Remeh (se está alargando más de lo esperado).
16.- Cuidar (y no del cactus, precisamente).
17.- Modificar lo modificable (vaya mierda de frase).
18.- Si digo que me voy a comprar ropa, llevarlo a cabo. Pero de verdad de la buena.
19.- Pelearme con la pereza (pssss….).
20.- No volver a hacer más listas absurdas de éstas.
21 (de relleno).- Quejarme a la televisión para que vuelvan a emitir Salsa Rosa (es que así mi madre se mantiene entretenía…).
22 (es que me acordao…).- No ser calzonazos never de never de los never del mundo (aquí donde me veis, con esa mala leche y esa furia y esos aires de hija de mi, santa o no, madre, soy muy de llevar calzones yo).

Por el momento, son esas cosas las que me he propuesto. ¿Las cumpliré? ¿O por el contrario, no lo conseguiré y Faustino morirá? Qué nervios, ¡qué nervios! Esto es como el Grand Prix…
Más información, en próximas entradas.

domingo, 9 de enero de 2011

Más carga que miedo.



-Te noto preocupada. ¿Estás bien?
*Sí, creo que sí – Ella mantuvo fija la mirada en la ventana.
-No es eso lo que percibo en tus ojos…
*No pasa nada. Es simplemente un día gris…-bajó la cabeza.- Mira, está lloviendo.
-¿Te gusta la lluvia?
*Me encanta. Desde bien pequeña. ¿Sabes?, no se lo cuentes a nadie porque es una tontería, pero cuando era pequeña pensaba que si llovía era porque el cielo estaba triste y si yo también lo estaba, me ponía a reír como una loca porque…-esbozó una ligera sonrisa.- Porque me sentía comprendida. Qué tonta era, la verdad.
-Yo no te veo así. Te veo…inocente. Te veo…¿Te sentías…? ¿Te sientes sola?
*A menudo. Aunque a ratos pienso que me gusta mi soledad. Lo malo es que es aburrida, monótona…y yo soy muy dada a pensar, a echar de menos. A cosas que no sirven para nada, como ves.
-No pienso igual.
Ella se rió, pero sin fuerzas ni ganas como para que la risa se escuchara por toda la habitación.
*Le tenía que dar un regalo…Soy un desastre, aún no se lo he dado.
-¿Un regalo?
*Sí, a ella. A la chica de los ojos azabache. Es una tontería, pero me encantaría dárselo. Pienso que es bueno hacer cosas así de vez en cuando.
-¡Oh!, ¿pero qué es?
*Es un secreto, no puedo decírtelo porque te reirías de mí…-y en su lugar, se rió Ella.
-¿La quieres? ¿Es importante en tu vida? ¿Piensas en esa chica?
*No sabes cuánto. La quiero mucho, más de lo que le demuestro. Es encantadora, muy bonita. Y tiene una sonrisa tan inocente…Me transmite paz y tranquilidad. Me salvó, ¿sabes? Yo estaba muy perdida cuando la conocí y…Fue todo tan diferente –levantó la cabeza y suspiró.- Su hermano es una réplica de ella pero en niño. Es muy gracioso.
-Se nota que te importa, sí…-la miró con curiosidad.- Cuando echas de menos…a ella la primera, ¿me equivoco?
*A ella y a Él. Y a las otras. Y a mi chica de los ojos azules. A veces también me acuerdo de quién no debo acordarme y otras, echo de menos situaciones concretas…-volvió a suspirar.- Ojala no los pierda. Desde que los tengo en mi vida, hace mucho que mi cielo no llora.
Continuó con la mirada fija en sus ojitos café, que no cesaban de ver la lluvia caer y chocar contra la ventana.
-¿En qué piensas ahora?
*En que tengo miedo de que piensen que en realidad, soy alguien a quien no merece la pena querer y se marchen. Qué estúpido, qué cursi, qué ilógico. Pero siempre tengo ese miedo y nunca he conseguido quitármelo de encima…

lunes, 3 de enero de 2011

Vodka con caramelo [2]



El primer ataque lo lanzó el cuarentón (o cincuentón) hacia mi pequeña acompañante, que inocente (yo prefiero llamarla tonta del bote) como ella sola le respondió y todo:
-¿Qué os vais a pedir, linduras?
-Una cosa que está muy rica-y se relamió la chiquilla, lo juro.
-Vaya. Pues a lo mejor yo también me pido uno…
Y se fue. Nos alegramos. Sobretodo cuando el camarero nos dio los dos chupitos. Ay qué rico, mare, qué rico.
-¿Qué se siente cuando te bebes uno de esos? –nos preguntó nuestro amigo madurito.
-No sé…Que está muy rico-Yenai no conoce la existencia de sinónimos.
-¿Estáis ya borrachas? No, ¿no? –el pelmazo se rió, supongo que creyendo que le diríamos que sí.
*Con un chupito está difícil emborracharse, ¿sabe?-le contesté, educada ante todo.
-Pues tened cuidadito, que sois muy pequeñas para beber.
*No tanto…
Opté por ignorarlo, y ella por mirarlo con una expresión que a día de hoy sigo sin poder descifrar.
Nuestro nuevo colega siguió dándonos conversación: que si queréis os presento a mi hijo, que si mira cómo baila, que si creíamos que podría llegar a algo y que qué debería hacer con él…”Llévalo a Fama,” fue lo único que se me ocurrió decirle al pobre tras ver a la desgracia esa de hijo que tenía.

Imposible pasar de él.
Nos preguntó por nosotras: nombres, ciudad, cómo íbamos a volver…Y Yenai le dijo todo, pero que todo, todo, todo. “Nos vamos a ir al pueblo ahora andando, las dos solas”. Venga, tú puedes. Dales el DNI, que seguro que lo quieren.
Pedí dos chupitos más para calmar mis ganas de escapar.
Rechoncho continuó contándonos historias sobre su hijo, y éste se acercó mirándonos con…Y éste se acercó. Recuerdo que se llamaba Ismael, su cara la cual tenía nada más que ojos y la voz de porreta que me traía. Sonrió. Nos dio dos besos a cada una y nos examinó de arriba abajo.
-No os gustaría casaros con mi hijo, ¿eh?
-Mmh…-Yenai se lo pensó. –No, creo que no.
*Para que luego me baile así en el banquete, yo paso.
-¡Anda!, pero qué decís. Si mi hijo es de lo mejor que hay.
-Se ve, se ve.
*Es que lo tenemos también un poco difícil ya.
-¡Vaya!, ¿y eso?-preguntó hasta sorprendido.
-Tenemos novio.
Uy, qué cara de asesino en serie nos puso.
-¡¿Novio?! ¡¡Pero si sois muy jóvenes!!
*No tanto.
-A ver, ¿qué edad tenéis?
-Yo tengo 18 y ella, 19.
Madre de Dios, cómo le iba cambiando la expresión al pobre.
-¿Y tenéis novio?
*¿Tan feas nos ves?
-¡Todo lo contrario!-lo repitió como mínimo cuatro veces a una velocidad de vértigo.- Por eso me extraña. Unas chicas tan jóvenes y guapas…¿casadas a estas alturas de la vida? No, no, no. Mejor liarse y estar de rolletes…¿pero casadas? ¡Tan jóvenes no, mujeres!
Nos callamos lo que pensábamos por respeto a su hijo el bailarín, que se acercó asustado.
-Hijo, que tienen pareja. ¿Ahora qué?
Dijo algo, pero no sé si es que no me acuerdo o es que no lo entendí. Sí sé que vino muy feliz a contarnos que él vivía por el río, escondido en una huerta que se encontraba entre muchos matorrales. En la huerta había gallinas, perros, gatos, elefantes, lobos, jirafas…Vamos, lo normal para una huerta.
Tras dos escasos minutos más de charla, huimos de ahí por si acaso. No nos sentimos tranquilas hasta que cruzamos una esquina y pudimos decir “¡¡ay, que nos querían violetear!!”. Ya podían seguirnos si querían, no había nada que temer porque…habíamos soltado la frasecita.


Partimos a eso de las una menos cuarto de la mañana, rumbo a nuestro destino, con un litro de cerveza en la mano por si nos entraba sed.
Aquello fue el Apocalipsis. Doy fe, doy fe...




Gúbai, olivoh off mai jart.



Me he quedado sin olivos, señores. Sin olivos me he quedado.
Eran mi herencia familiar materna. Y por idiota, me los han quitado. “Que habrás hecho ya”, se preguntan algunos; no cenar en Nochebuena con eso que llaman familia, lo que viene a ser un pecado mortal para mi abuela, que la lió esa noche buena (qué chiste más malo…).
Ya sé yo de sobra, aunque no lo parezca de lejos, que estas fechas tan señaladas son para pasarlas con la gente que más te quiere, te aprecia, te valora, te adora…y todas esas cosas que no sienten por mí ni mis padres. Que no exagero, que no, que hasta en Nochevieja me dejaron sola. Por razones así de similares entre ellas, supongo que me fui a buscar un rincón en otro sitio a pesar de que no fuera el mío.

Mi santa abuela sigue pensando que hice mal. Mi otra abuela (que sí es santa) continúa creyendo que hice lo que debía hacer, sin males ni bienes de por medio. Porque uno sabe lo que quiere en el momento justo y no hay que pararse a estipular sobre los actos tan a menudo.
Así que sin olivos, por mis pecados, me he quedado. De la herencia paterna no hablaremos, que el tontorrón ese se lo dio todo a una que pasaba por allí y no sé qué será de nosotros…