martes, 22 de febrero de 2011

Punto y coma.



Sufre falta de sueño, de hambre y de frío. Y han aparecido los tres así, sin previo aviso.
A eso de las una se despierta, y a eso de las tres y de las tres y media…Mira el reloj una y otra y otra y otra y otra vez, minuto a minuto, como si los acechara.
Se ha dicho a sí misma, en una de esas nuevas noches de imaginar estrellas sobre el techo de su habitación, que quizás su bisabuela tenía razón y las historias que contaba sobre el tiempo y los cambios de humor en unos y otros son certeras; o a lo mejor son el síndrome premenstrual y sus síntomas psicológicos, que se han empeñado en acompañarla todo el mes.
Cuando piensa cosas así, claro está, se ríe. Tontamente, sí, pero lo hace.

Nota, muy de vez en cuando, el cuerpo cansado y los ojos agotados. Se le cierran los párpados; sin embargo, basta echar las persianas en los ojos para que se vuelvan a abrir como platos y se sienta con falsas energías.

Tantas horas para pensar no son buenas, especialmente si eres como Ella y le das mil vueltas a las cosas y otras cien mil a las situaciones, y quinientas a los sentimientos y veinticinco a según qué pensamientos…Ya se lo dijo una vez alguien, que tanto pensar nunca es saludable.
Por esa razón cuando el insomnio la acosa sin descanso trata de mantener su mente ocupada en algo que le resulte enigmático, curioso, gracioso, simpático. Aunque no siempre lo consigue y de ahí la falta de hambre, y seguramente hasta de frío.


Tiene muchas cosas dentro de la cabeza: miedos, inseguridades, preocupaciones. Y son tantas que es difícil eliminarlas, al menos por completo. Por eso ha optado por darse un respiro, un descanso, unos días “fuera de cobertura”. Para eliminar la cal de su recientemente estropeada lavadora y animar esos ánimos caídos.
No sabe cuánto va a tardar, ni si lo conseguirá, e incluso le saca de quicio el hecho de notarse más deprimida e irritable, más desconfiada y estúpida.
A duras penas lo reprime, se lo aguanta y vuelve a ser la misma de siempre hasta que llega a casa o se da cuenta de que no tiene las llaves y el mismo despiste hace explotar su burbuja de emociones entremezcladas.

Así que hasta un nuevo aviso, se mantendrá un poco más callada, con cremallera en boca y la lengua rota; tal vez ría menos, o se mantenga más quieta. Ni siquiera cuenta con que alguien se de cuenta de que está “fuera de servicio”, pero eso sí que le da igual. Lo importante es que consiga poner en orden las ideas y calmar los granos de arena que se están comenzado a amontonar…

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