viernes, 25 de julio de 2014

Exculpar.

Había cierta atracción en aquellos ojos hinchados, llorosos y cansados. Si hubiese sido valiente, habría alzado mis dedos de los pies para llegar hasta su boca y le habría besado una, dos, cinco, incontables veces, hasta fundirme con él en un sólo cuerpo y olvidar que eso que caía por sus mejillas sabía a ausencia y pérdida.

Como cobarde, como niña infantil, me mantuve firme en mi decisión de pagar las consecuencias de mis actos y de haber estado tambaleándome en aquella fina y delgada línea entre "estoy haciendo lo correcto" y "la estoy cagando sin darme cuenta." Pequé de lo segundo tan cruelmente.

¿Cómo olvidar unos ojos amarillos que me seguían allá donde fuese? ¿Para qué quiero mi intimidad si ya no me persiguen sus huellas en busca de conocer cada esquina de la habitación donde me hallaba? ¿Qué haré con todo el daño que le causé por jugar a ser Dios? ¿Qué verbo he de conjugar y qué reacción he de llevar a cabo para superar, asumir y olvidar mis errores?
Cuando el perdón no sirve para exculpar, estás perdido.

Ojalá haber sido fuerte y agarrar sus manos, sonreír y con un "Todo irá bien" borrar los últimos días. Jamás habrías existido y pecaría de sinvergüenza por eliminar tus memorias. Creedme: ¡no me arrepiento de haberme dejado engatusar por ella! ¡No, nunca! Más por mucho que escriba que el dolor es efímero, el duelo de la muerte es eterno.
¿Es que acaso nadie se da cuenta? ¡Se paró su corazón, no el mío!

Me compungiré cada día por alargar su marcha, su huida de este mundo a través de la espesa negrura que pasó a ocupar sus párpados para siempre. No existe el Arco Iris, ni el cielo, ni un maldito infierno, mi vida. No existe. Ni ella tampoco. Ya jamás.

No nos vamos a volver a encontrar, no podré disculparme cuando me desvanezca y mi cuerpo no sea más que un escombro.

Porque te maté. Lentamente. Por cobarde. Por desgraciada. Y cuando noté el ronroneo que presagia el final me decidí a darte sueño pero era tarde, tan tarde, que no transformé tu tormento en un leve paseo hasta el olivo número once de la fila tres...

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