lunes, 3 de diciembre de 2012

Imantada.


No me gustan las relaciones sentimentales porque implican involucrarse sentimentalmente.
Porque significa pelearse y reconciliarse, ponerse de acuerdo, compartir gustos, cuidarse, quererse, follarse. Y yo no sé de amor, de sexo.
No sé mirar por mí, voy a mirar por ti.
Hasta que un día conoces a alguien y te deja poner un CD en el coche de su hermana camino a Málaga con canciones horteras y no le importa aunque sean tres horas de viaje. O sepa que en Facebook tienes a veinte mil asociaciones de animales y que te propusiste sacarte el carnet de coche para ser voluntaria y no te llame "loca". O que se acerque Selectividad y sin tú decir palabra se ofrezca a abrir los ojos a las cuatro de la mañana para llevarte...y esperarte allí media mañana. O que no le importe que pienses que su tía es imbécil. O que sea capaz de hacerle pintadas a una parte de su pasado sólo porque tú estabas tan tremendamente insegura de que eras difícil de querer, o tan horriblemente segura de no ser especial. O que aguante a tu madre. O a mí con dolor de cabeza.
Yo veía el amor como follar en cualquier momento en cualquier lugar sin tener que buscar el quién. Pero para follar había que dar confianza a cambio.
Si no me la entregabas, asegurabas cada sábado noche en soledad o en compañía de cualquier zorra de discoteca.
Hasta que llegó alguien que me dio tardes de Jazz y yo a cambio un perro con un chichón; mañanas de sexo, yo tostadas sin molla; pollo al curry, yo tarta de "sobaos".
Hasta que se abrió y yo me abrí.
Y si se va, me cierro.

Supongo que el amor no consiste en follarte a alguien en el coche mientras escucháis voces de fondo, sino en con quién te quieres levantar a la mañana siguiente hecha un desastre y prepararle el desayuno. Sí, supongo que es eso. 

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