sábado, 22 de septiembre de 2012

Yo quería ser...

Cuando era pequeña, quería ser maestra de primaria. Lo tenía muy, muy claro...¡clarísimo! Echaba las tardes jugando a ser "La Seño" enseñando a un tal Luis que me había inventado y que, no sé cómo ni por qué, siempre suspendía todo; yo era tan buena, tan dulce, que tras los gritos y los "¡Luis, que no me estudias, eres muy inútil y tus papás no te van a querer nunca!", decidía ayudarlo a aprobar repitiéndole el examen. Y Luis lo realizaba junto a mí ¡y sacaba dieces! Tan contento él. Eso sí, no podría contárselo a su madre; lo que tenía que hacer era esforzarse a partir de ese momento, aunque me da la sensación de que no me escuchaba porque la historia era siempre la misma....

Un día me enteré de que los maestros no podían remediar tu pereza estudiantil chivándote las respuestas de los ejercicios en pleno control, así que decidí que era hora de olvidarme de esa profesión tan sumamente injusta.

Quise ser veterinaria durante mucho, mucho, mucho tiempo. Vivía entre animales y los adoraba, los amaba, ¡estaba loquita por ellos! Salvar perros, gatos, lobos, caballos, iguanas y salamandras se convirtió en mi vocación. Me dio tan, tan fuerte, que si alguien me preguntaba cómo me llamaba yo contestaba con un "¡Voy a ser veterinaria!". Ahí lo llevas, persona que pregunta. Hasta que, a una edad muy próxima a los doce años, mi padre me contó al oído que los veterinarios mataban animales y les metían el dedo por el culo; yo podía con lo del dedo en sus partes, pero matarlos aunque estuvieran para el arrastre no entraba en mis planes...
Adiós, veterinaria. Hola, biología.
Todavía recuerdo un vídeo que grabamos allá por...¿quinto de primaria? Yo tendría unos once años. En dicho vídeo, el maestro nos preguntaba nuestro nombre, edad y futuro oficio (a parte de otras estupideces dignas de callar). Mi respuesta fue breve pero intensa: "Bióloga. Una gran bióloga."

Poco duró ese sueño.
A los doce oí hablar (en la televisión, me parece) de la psicología, concretamente de la clínica, y me enamoré. Las asignaturas, el trabajo, el ayudar a los demás y entenderme mejor a mí misma, el PIR...todo lo referente a la psicología captaba mi atención hasta unos límites insospechados. Más que cualquier otra cosa.
Mis libros juveniles y de poesía fueron sustituidos por libros de autoayuda y de expertos en la materia que mi padre me compraba (o me permitía sacar de la biblioteca) a duras penas.
Llegaron los trece, los catorce, los quince...los dieciocho años, y mi sueño, mi verdadera vocación, continuaba siendo una de las carreras más demandadas de todas. Pero me importaba un comino porque yo sí iba a ser una buena psicóloga; tan sumamente buena, que en cuanto tuve la oportunidad de realizar Selectividad y cumplir mi meta, repetí curso. Así, por gusto.

Dio comienzo Bolonia. Yo era del Bachillerato Humanístico; requería ser de Ciencias de la Salud para acceder a dicho grado.
Adiós a ti también, psicología.


No podemos negar que era subnormalita. 
Volví a tener una segunda oportunidad que desaproveché. Agoté el cartucho y me tocó joderme.
Que es que no podemos negar que era muy tonta del culo.

En Septiembre, con Selectividad aprobada y mi humor un poco los suelos, accedí a entrar en la carrera más decente que hubiera. No la había. Me decanté, inocente de mí, por "Lenguas Modernas y sus Literaturas", que me iban a dar alemán y a mí el alemán me encanta y soy buena en los idiomas y tiene pinta de ser un grado buenísimo, que es nuevo y blablabla...
Qué malo era el puñetero, qué organización más penca, ¡qué horror de todo! Menuda gente había allí, más tontos que yo si cabe.

Todo se resume en que le dije adiós también. Ya era una experta en despedirme de mis futuros empleos, por lo que no me dolía. El problema es que a mi padre (y a su bolsillo) sí; dato que desconocía por completo hasta ayer, que entre una cerveza de lata y patatas fritas se sinceró:
  -Y qué va a estudiar tu hija. Se la ve muy lista, ¿a que sí eres inteligente, guapa? - preguntó la señora plasta dueña de las patatas fritas y la cerveza de lata que mi padre consumía.
  -¿Lista? Esta no es lista. Si fuese lista no estaría donde está. Si tiene que estudiar van a ser unas oposiciones, se acabaron las universidades y los institutos, tanta tontería. Eso no sirve nada más que para gastar dinero; si quiere estudiar, que sean unas oposiciones, sino a limpiar o a trabajar en cualquier cosa. ¡Tanta carrerita!

Planeaba confesarme este fin de semana, explicarle mi maléfico plan de repetir Selectividad con las específicas de Salud para matricularme en Enfermería, que junto con psicología siempre me ha gustado y tiene más salidas; explicarle que haré, en un futuro, psicología clínica por la UNED, que me gustaría realizar el PIR porque soy una cabezona y que este año lo dedicaré a hacer cursitos del INEM, a ponerme el culo fuerte y a estudiar Biología y toda aquella asignatura que me asegure un diez de nota mínima en las pruebas de acceso universitario. Y que, si ambos me lo permitían (pidiendo ya mucho, mucho, mucho), querría invertir otra parte de mi tiempo en el curso de Auxiliar de Veterinaria y en continuar buscando cualquier trabajo de mierda que me permita ahorrar y pagarles los novecientos euros de matrícula que se gastaron para que yo la haya dejado como una hereje.
Que voy a mejorar mi nivel de inglés y japonés, a ponerme con el alemán y a esforzarme un montón en parecer inteligente. Pero visto lo visto y que le duele hasta pagarme el carnet de conducir, me da miedo, pánico y susto revelar cómo desearía que fuera mi "año sabático."

Creo que me voy a tirar por un puente, para salirles más barata. O a pedirles a los padres de alguna de mis amigas que me adopten, que ellos sí invierten en su educación.
Me veo sin carnet y sin estudios de aquí a tres años. Jo, no me quiere nadie.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Dos lobeznos.


"¿Has estado alguna vez enamorado? Es horrible, ¿verdad? Te hace ser tan vulnerable... Abre tu pecho y abre tu corazón y eso significa que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú, que has construido todas esas defensas, que has construido una armadura completa de tal forma que nadie pueda jamás herirte...hasta que entonces, llega una persona estúpida, similar a cualquier otra persona estúpida que hayas visto, y se aventura en tu vida estúpida... Le das una parte de ti. No la pidieron. Sólo hicieron alguna tontería un día, como besarte o sonreírte y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come por completo y te deja llorando en la oscuridad paranoico, celoso y ciego, el cerebro enfermo, de tal forma que una simple frase como "Quizás deberíamos ser sólo amigos" (o que sus ojos se posen sobre las letras de otro nombre ) se convierte en una astilla de cristal directa a tu corazón.
Duele. Quema. Resquebraja. Arde. Paraliza. Duele. No sólo en la imaginación. No sólo en la mente. Duele el alma; un verdadero dolor que se mete dentro de ti y te descuartiza. Por eso, odio el amor."

Pero a veces, vale la pena.
Desde aquel día se mantiene en el tiempo un verano eterno; podemos continuar siendo dos lobeznos aprendiendo a vivir siempre que quieras.

jueves, 13 de septiembre de 2012

'Save me.'


De vez en cuando, aunque me asuste y me intranquilice, me gusta recordarme la suerte que tengo; esa inmensa suerte de saber que mi mayor problema (mi mayor miedo) sea la pérdida (el riesgo, el dolor, cualquier mal devenir) del motivo de mi felicidad. Y de vez en cuando, al recordarlo, me sale la sonrisa más tonta del mundo mundial.

Me alegro de haberme equivocado tantas veces y de haber llorando tantas veces y de haberme golpeado el dedo mequiñe del pie tantas veces. Porque todo me ha llevado aquí: los errores han sido los correctos.
Y a pesar de que de vez en cuando sigo pensando que jamás lograré lo que quiero, que esta habitación me ahoga más que me salva y que la soledad me la he buscado yo, me siento feliz.


Así que gracias y quédate conmigo al menos hasta que aprenda a pelar pepinos, a usar el cuchillo debidamente sin que mis dedos teman por su vida y hasta que las tortillas de patatas me salgan tan sumamente perfectas. Al menos hasta que eso ocurra, ¿vale?