sábado, 19 de noviembre de 2011

Totalmente trivial.


Por mucho que una se empeñe en hacer de su vida algo de provecho, no lo consigue. Cuesta trabajar cuando te has tirado desde los quince sin dar un palo al agua (o casi, los diecisiete se salvan por gloria divina). Se convierten en divertidas distracciones los tapones de los bolígrafos, la luz del flexo, el aleteo de las moscas y los paquetes de pañuelos en esos momentos en los que tu conciencia se empeña en obligarte a estudiar chino porque "¡de eso va a depender tu futuro!". E igual pasa con otras tantas cosas de las que dependerá tu dichoso futuro: japonés, alemán, más idiomas...el maldito carnet del coche, las prácticas de español, la teoría de lingüística, la olvidada filosofía política y moral...la vida social. Y un ¿largo? etcétera. Quizás sería apropiado asignarle un lugar a cada "obligación", dicho esto porque la vida social brilla recientemente por su ausencia y, por eso, una se pone a lavarse los dientes y a pensar en que qué más dará, si la mitad de los amigos (por no decir todos, que suena muy feo) quedarán en el olvido dentro de unos meses (ellos en el tuyo, tú en el de ellos).

El presente no ha requerido nunca tantas estupideces para funcionar como Dios manda. Ni veinte idiomas de mierda, ni caras universidades ubicadas en el quinto pino, ni amigos, ni coches con ridículos dibujitos de una cutre autoescuela situada en la esquina más escondida del pueblo. Al menos los míos. Mis presentes siempre han consistido en soledad, series, libros, un lápiz y un folio, un ordenador, Internet y, en la infancia, juguetes. Ya está, no requería más. No me paraba a pensar mientras le mordía el pie a la Barbie (por estar distraída viendo por milésima vez El Rey León) cuándo tocará terminar la Universidad para buscar trabajo y si éste será en China porque finalmente los dichosos chinos nos permitirán realizar el Máster en Pekín; y si si no es en China, ¿dónde? ¿Japón? ¿Alemania? Estudiar idiomas para quedarte en tu país es triste y cutre a más no poder...Los hijos, otro tema son los hijos. Uno, dos y para de contar. Cuándo deben tenerse, que yo a los cuarenta no paro ni niños ni leones. Del casarse me libro: mis pies no pisarán una Iglesia para firmar un papelito ante los ojos de El Sordo y Ciego (aka Dios) en el que le demuestre mi amor a alguien que vete tú a saber si me querrá toda su vida, o si lo querré yo tanto tiempo, o si ambos estaremos juntos por costumbre o...en resumen, que yo no firmo papeles de mierda, joder.

El problema puede estar en que quiero vivir muy rápido. Conocer el futuro. Saber si va a ser mejor que el presente o sin embargo va a ser un verdadero desastre.
Una no estudia por amor al arte, ni cuida y ama a su pareja y ¿amigos? (esto debería ir en singular...) por aburrimiento. No, una lo hace para obtener un beneficio a, en este caso, muy largo plazo. Por gusto...¿qué se hace por gusto, Virgencita mía?

Y eso es todo.
Debería estar escribiendo caracteres y no hablando conmigo misma mediante un blog. Debería estar dejando pasar el tiempo, que o pasa muy lento o pasa muy rápido el cabrón, pero pasar...pasa. Doy fe.

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